El cazador de cerdos

black-and-white-restaurant-eating-sitting-largePor Eduardo Galiote

Érase una vez un hombre lleno de resentimientos, lleno de culpa y con mucha sed, sed que necesitaba ser saciada, como un minero atrapado en su jornada de trabajo añorando la luz.

Suena un clink emitido por el adorno que cuelga de la puerta del restaurante, perteneciente a una famosa cadena de restaurantes llamada “El Comedero”; su logotipo estaba conformado por un canario postrado sobre una pequeña lata de atún sin etiqueta, en fin, la persona que empujo la puerta y entro al restaurante era el gerente del mismo, un hombre de tés blanca, cabello con tintes de dorado natural y sonrisa fanfarrona, una camisa a cuadros de franela y un buen pantalón de mezclilla, todo un personaje como aquel querido villano de Volver al futuro, Biff Tannen; cruzo con una gran paciencia el restaurante, mirando todas las mesas ocupadas para al final entrar a la cocina y ahí perderse.

Un hombre sentado justo en la mesa de en medio del lugar, siguió con la mirada al hombre desde que entró hasta que se perdió, regresó la mirada a su plato de comida y continúo degustando.

Unos minutos más tarde, aquel hombre metió su mano derecha en la bolsa izquierda interna de su saco, en su mano había una pequeña bolsa transparente enrollada, la extendió, la abrió y saco de ella una pequeña cucaracha, un insecto que parecía ser apenas una cría, ni tan grande y ni tan pequeña. El hombre comía un rico platillo de huevo a la mexicana con una buena porción de frijoles refritos a un lado, parecía feliz comiendo en silencio cuando de un momento a otro se detuvo repentinamente, tomó su cuchara y la arrojó con algo de fuerza al suelo haciéndola sonar, el pequeño gran alboroto de la cuchara estrellándose contra el suelo llamó la atención de los demás comensales del lugar, que no eran muchos, de hecho sólo había tres mesas más ocupadas, se limpió la boca y llamó a la señorita mesera que estaba en la barra sin hacer nada, – Señorita ¿Podría venir un momento por favor? – la chica llegó a la mesa sólo para recibir el reclamo, una cucaracha estaba en el plato de aquel hombre que enseguida exigió la presencia del gerente del lugar.

Ese hombre se tomó la molestia freír con una cantidad razonable de aceite aquella cucaracha la tarde del día anterior.

En cuestión de segundos el gerente llegó a la mesa, desde la entrada de la cocina y la ventada de entrega de órdenes listas unos meseros veían con cautela la escena, aunque no sabían que se decían porque la charla o negociación se hacía en voz baja, sugerían que como a todos los clientes a los que les ha pasado algo parecido, el gerente aquel, le estaba ofreciendo dinero al hombre para no divulgar la falta sanitaria y claro evitar la obvia multa; aquellos meseros sugirieron bien, el gerente del lugar, como era su costumbre, y claro, como aquel hombre lo esperaba, le ofreció $1,000 y un desayuno gratis cuando él quisiera, cualquier otra persona hambrienta hubiera aceptado ese dinero y el desayuno, el problema era que aquel hombre no estaba hambriento, sino sediento, sediento como un minero atrapado en su jornada de trabajo añorando la luz.

El hombre tras recibir aquella oferta, tomó aire, bajó la mirada a su plato y en su mente sólo cito a El Joker en la película de El Caballero de la Noche, Nadie se entera cuando todo va de acuerdo al plan, parpadeo dos veces seguidas, tomó una barra de metal que guardaba en sus piernas y con una velocidad tremenda, la elevó y la estrelló en la sien del gerente, él cayó instantáneamente inconsciente sobre la mesa del hombre, derramando azúcar, un vaso de jugo y salsa cátsup. El comensal aún sentado, como si no hubiera un sujeto noqueado sobre su mesa, se limpió tranquilamente las gotas de jugo salpicadas en su ropa y se puso de pie, todos en el lugar quedaron en shock sin gritar ni decir nada, el hombre observó a los meseros y dijo, – Si alguien grita o hace algo estúpido como llamar a la policía, no lo mataré, pero quiero decirles que tengo una excelente memoria fotográfica además de que no hay muchos “comederos” por aquí, así que será fácil encontrarlos algún día, en la calle, en su casa, en la iglesia, en fin, que tengan buena tarde.

Tomó al gerente inconsciente y lo cargó como un amigo carga a su amigo ebrio al salir de una fiesta, arrastrando los pies logró sacarlo del lugar no sin antes pagar la cuenta de $45 y dejar 5 más de propina, al salir de “El Comedero” sólo se escuchó de nuevo el clink de aquel pizpireto adorno. Tomó la manija de la puerta trasera de su carro y abrió la misma, es curioso como en situaciones como esas ni un alma pasa por las calles, metió al gerente y lo acostó en los asientos traseros, subió al carro, lo puso en marcha y se fue.

Por un momento mientras conducía se imaginó a él como Johnny Depp, conduciendo su auto tras asesinar a un informante secreto en Érase una vez en México.

Al llegar a su casa, abrió la reja pero esta vez metió su auto en reversa, mientras lo hacía esa tonada inconfundible de Para Elisa de Beethoven sonaba y sonaba, una vez que el auto se detuvo el hombre bajó  y fue hacia el asiento trasero, – Mira como terminaste por unos míseros $1000 y es curioso sabes, porque aquella vez en tu defensa y bromeando dijiste, si hubieras tenido sexo con tu esposa sería porque ella lo quisiera y no porque la violara, es más hasta mil pesos le daría. El hombre lo tomó de los pies, y como pudo lo arrastró por todo el patio lleno de tierra mojada por la previa lluvia de hace unas horas, al llegar bajo un tejado de lámina lo soltó, cortó con unas pinzas de electricista pedazos de alambre y los amarró con fuerza en las muñecas, los tobillos, el torso, las rodillas y uno más alrededor de su nuca cruzando por la boca, de nuevo lo tomó pero esta ocasión del alambre que abrazaba sus tobillos, silbando muy al estilo de Elle Driver en Kill Bill lo arrastró hasta un pequeño corral que tenía a unos 20 pasos del auto y le dio un golpe más para evitar que por el frío se despertara.

CONTINUARÁ…

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