Por María de la Paz Caballero /@Maripazci

Sus pies estaban anclados sobre el borde del edificio; apartar los ojos del horizonte lo haría arrepentirse de una decisión que había tomado hace semanas cuando decidió enviar la primera carta

-Recibiste un sobre mientras estabas fuera-

-¿En dónde está?-

-Sobre la mesa del comedor-

Su mente regresó a la oficina,  esa había sido la última conversación con su esposa y todo gracias a una carta, de no haber sido por ella dudaba que hubieran hablado. La carta estaba dentro de su maletín, no podía arriesgarse a que su esposa la leyera por casualidad, esa casualidad podría terminar con su matrimonio.  En todo el día no había podido concentrarse, su atención iba del reloj frente a él al sobre dentro del maletín y de regreso. Finalmente, el reloj marcó las 4:00, no se molestó en ordenar, se acomodó la corbata, pasó sus manos sobre el pelo, se puso el saco, tomó la carta y salió para no volver más.

La dirección la sabía de memoria, trató de no pensar, intercambió palabras con un par de personas y empezó a subir escaleras hasta que se encontró en el techo de un edificio. Caminó al borde y esperó…

Sus pies estaban anclados sobre el borde del edificio; apartar los ojos del horizonte lo haría arrepentirse de una decisión que había tomado hace semanas cuando decidió enviar la primera carta. Estaba siendo más difícil de lo que creía, empezó a sudar, su corazón latía con fuerza, cerró los ojos, obligó a su pie  a dar un paso al frente y con la carta aún en su mano, se aventó al vacío…

Abrió los ojos de golpe -Se tardó menos que los otros, a su edad eso es impresionante-le dijo un joven, el mismo que segundos después lo estaba ayudando a levantarse del enorme colchón de aire -puede pasar con mi compañero, mucha suerte- movió su cabeza a modo de agradecimiento y caminó, la cabeza le daba vueltas pero la sensación era indescriptible, en su cara se formó una sonrisa, siempre había querido ser doble en una película de acción.