Ser niño en Sudán del Sur: Los no derechos y la guerra

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Los gobiernos del mundo y las potencias del mismo se han esforzado por hacernos creer que estamos en una modernidad de progreso y esperanza; en ese sentido no debería haber cabida para ningún tipo de conflicto armado en el que cientos de miles de personas vean mermadas todas sus posibilidades de progreso y donde los niños muchas veces sólo puedan escapar de la guerra y las atrocidades en sus sueños.

Por Eduardo Saavedra / @_ESaavedra

Ni mil días pasaron desde su fundación para que estallara el conflicto armado al interior de Sudán del Sur; el año 2013 marcó el inicio de una etapa sangrienta al interior del país afectando a cientos de miles de personas y dejando otras más en un clima de vulnerabilidad brutal. El diciembre pasado, el Consejo de Seguridad de la ONU renovó la autorización de la misión de intervención de las “Fuerzas de Paz” al interior del país africano. El inicio del conflicto fue un asunto meramente político, así como la gran mayoría de las guerras; un fallido golpe de Estado entre la cúpula gobernante ocasionó que la relativa paz del país cayera por la borda desatándose una guerra civil que al día de hoy provoca el derramamiento de personas inocentes y ajenas al conflicto.

Desde la autonomía de Sudán del Sur en 2005 y hasta su reconocimiento como Estado soberano en 2011, grandes filas de combatientes rebeldes que luchan por la tenencia de la tierra opacaron la ayuda humanitaria proveniente de cientos de lugares del mundo que pretendía hacer menos áspero el acoplamiento de la población al nuevo territorio. Lo que en su momento fueron riñas por el control del poder y del gobierno, pronto se convirtieron en ataques sangrientos y de venganza, incluso contra la población civil, en este caso los niños fueron los más vulnerados y quienes más han sufrido las consecuencias de la guerra, pero también de la falta del reconocimiento de sus derechos, e incluso de los vaivenes culturales que atentan contra su dignidad e integridad física.

La pobreza es el segundo mal después de la guerra que azota al país africano, 90% de la población vive en condiciones de pobreza extrema con ingresos estimados incluso inferiores a $1 USD al día. Los niños se encuentran privados de toda oportunidad de acceso a la educación y sobretodo de asistencia humanitaria que permita su desarrollo. Las escuelas y los centros de educación que existen en Sudán del Sur son objetivos constantes de ataques y agresiones, muchas veces la tradición cultural y la ideología extrema hacen de cualquier intento por alfabetizar una tarea imposible e incluso mortal para aquél que se aventure a ejercerla, aun sabiendo que es un derecho del individuo. Cifras confirman lo aquí expuesto, sólo 1 de cada 5 niños asiste a la escuela y menos de 1% de ellos terminará el primer periodo de educación primaria.

Sudán del Sur mantiene una de las tasas de mortalidad infantil más grandes del mundo, esto concuerda sobre todo cuando en todo el país apenas existen 120 médicos y 150 enfermeras que en teoría debieran velar por la salud de los 8 millones de sursudaneses; es por ello que estimaciones oficiales de la propia ONU aseguran que el 90% de la población no tiene acceso a los servicios sanitarios más básicos y elementales. Una muy lamentable estimación asegura que un niño tiene mayores probabilidades de morir durante el parto que de asistir a la escuela en toda su vida.

La situación de insalubridad al interior del país ha provocado que más de medio millón de los niños del país africano sean portadores del virus del VIH, lo cual los deja a merced de infecciones incontrolables que terminan por arrebatarles la vida a corta edad; la situación de calle es otro de los graves males que afectan a la niñez, no existe una estimación real que permita conocer cuántos niños viven en situación de calle, muchos de ellos ahora adultos aseguran que el problema se agravó cuando miles de familias huyeron los conflictos y ataques armados que se libraron desde que únicamente existía Sudán y éste no había sido dividido geopolíticamente.

Desgarradores son los testimonios y la gran evidencia que existe del uso de niños como soldados por parte de los combatientes rebeldes, el conflicto en Sudán es considerado como uno de los más sangrientos de los que se tenga registro en la edad moderna, poco más de 4 millones y medio de desplazados y 2 millones más de muertos han sido el resultado de un conflicto que aún no tiene tregua, los niños están expuestos a lo que la ONU ha denominado reclutamiento forzoso lo cual implica la separación obligada del niño de su familia para ser enlistado en las filas de la guerrilla o del paramilitarismo, situación que el país comparte con su vecino Sudán del Norte y Kenia.

Personalmente considero que el término de “conflicto moderno” como se le ha categorizado al movimiento bélico de Sudán del Sur es una mera contradicción, los gobiernos del mundo y las potencias del mismo se han esforzado por hacernos creer que estamos en una modernidad de progreso y esperanza; en ese sentido no debería haber cabida para ningún tipo de conflicto armado en el que cientos de miles de personas vean mermadas todas sus posibilidades de progreso y donde los niños muchas veces sólo puedan escapar de la guerra y las atrocidades en sus sueños.

Ninguna guerra tiene fin, los únicos que logran ver el término de una guerra son quienes perecen en ella.

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