La lengua en los tiempos del género o sobre el lenguaje no sexista

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Aunque el debate no está terminado, la tendencia es clara: no se trata de una cuestión gramatical, sino una cuestión de inclusión. Las mujeres no están incluidas en un mundo hecho por los hombres. Si queremos cambiar esa realidad, romper con las reglas gramaticales será la primera ruptura, y la menos dramática.

Por Jesús Guarneros Díaz.

Quién no recuerda al expresidente mexicano Vicente Fox hablando por primera vez con un lenguaje que trataba de incluir a todos los “chiquillos y chiquillas”. En ese momento parecía que nos estaban dando una excusa más para mofarnos del entonces mandatario que ya había hecho de la burla pública hacia el gobierno un deporte olímpico. Lo extraño fue que después de Fox, vinieron más y más políticos, oradores, periodistas casi cualquier persona que se posara frente a un micrófono para decir algo a hablar de esa peculiar forma: “mexicanos y mexicanas”, “hombres y mujeres”, “profesores y profesoras”,” presidentes y presidentas”.

En fecha más recientes, estoy seguro que, en más de una ocasión leyendo algún artículo en un portal electrónico o en las publicaciones de algún amigo en redes sociales se han encontrado con estas palabras: amigxs, compañerxs, ciudadanxs. ¿Qué significan esas x a media palabra? ¿Son un desatino en el teclear del autor? Pues no. Ha comenzado la era del lenguaje de género.

El concepto de género , de uso reciente en los grandes discursos del siglo XXI, ha implicado un reordenamiento de casi todas las realidades sociales y subjetivas. El lenguaje no ha sido la excepción y en los últimos años los debates que analizan los nexos entre género y lengua son numerosos.

El lenguaje juega un papel importante en la naturalización de las relaciones sociales, en general, y muy en particular, en las de género. Durante la infancia es a través del lenguaje que internalizamos nuestro rol como hombres y mujeres. Y es también a través de el que esencializamos las diferencias de género y las despojamos de su carácter cultural y borramos su conformación histórica . Es decir, naturalizamos lo cultural.

El peligro en la naturalización e internalización de los roles de género yace en suponer como previo el contexto social e histórico y resulta en pensar los roles como inamovibles y no transformables. Dicho proceso se sustenta en una operación del lenguaje que intenta significar de modo directo un referente, además del proceso de construcción sociolingüística de la realidad y de las relaciones sociales, así pues, hablar y pensar en una lengua significa construir relaciones de género.

Teniendo en cuenta lo anterior, los estudios de género, buscan desnaturalizar las relaciones entre hombres y mujeres develando el funcionamiento de la esencialización de los roles por medio del lenguaje y que termina construyendo la desigualdad entre sexos.

El lenguaje, por lo tanto, puede ser una herramienta para fomentar la igualdad de género. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la discusión en este tema no está agotada y no es menester de este artículo exponer cada una de las posturas y sus matices sino problematizar la relación género–lenguaje y apuntar que el lenguaje no sexista o lenguaje de género no es un desafío teórico sino uno de carácter político y cultural.

La institucionalización del lenguaje de género.

Parte de las exigencias de los movimientos de mujeres que desde el siglo XX aparecen en México y Latinoamérica comienzan a ser atendidas por los Estados y sus instituciones. A finales de la década de los noventa se inicia la institucionalización de la “perspectiva de género” . La reformación de un sistema que responda a los temas de género incluía inevitablemente la inclusión de un lenguaje apropiado: un lenguaje con perspectiva de género.

El gobierno mexicano en consonancia con los cambios internacionales y regionales reconoce la discriminación de género mediante el lenguaje en la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación (lfped) y la define como:

Toda distinción, exclusión o restricción que, basada en el origen étnico o nacional, sexo, edad, discapacidad, condición social o económica, condiciones de salud, embarazo, lengua, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra, tenga por efecto impedir o anular el reconocimiento o el ejercicio de los derechos y la igualdad real de oportunidades de las personas”. (lfped, 2003. Art 1, III.)

El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) publica a partir del cambio en la legislación mexicana guías para la inclusión del lenguaje de género y obliga a todas las instancias a usar un lenguaje incluyente. A partir de 2003, fecha de promulgación de la ley, no incluir a los chiquillos y chiquillas como lo hacía Fox es discriminar.

“La gramática no es la vida”

Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía Moral y Política en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) hace esta aseveración “La gramática no es la vida” en apoyo al informe Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, presentado por el académico Ignacio Bosque y respaldado por un pleno de la Real Academia de la Lengua.

El informe sorprendió a muchos. La institución que había permanecido renuente al lenguaje no sexista publicaba con un respaldo de académicos un texto en el que aseguraba que es necesario visibilizar a las mujeres y que las reglas gramaticales, sintácticas y morfológicas poco importaban frente a la realidad.

Aún existen personas que argumentan que estos cambios son absurdos, y que no hay necesidad de hacerlos. Que únicamente representan el capricho de una minoría frente a una larga tradición lingüística. ¿Qué pasará con la poesía? ¿Las grandes obras deberán reescribirse con un lenguaje no sexista? ¿Hay que cambiar también todo el diccionario de Moliner y llenarlo de X a la usanza de los nuevos bloggers? ¡Si Cervantes viviera!
Aunque el debate no está terminado, la tendencia es clara: no se trata de una cuestión gramatical, sino una cuestión de inclusión. Las mujeres no están incluidas en un mundo hecho por los hombres. Si queremos cambiar esa realidad, romper con las reglas gramaticales será la primera ruptura, y la menos dramática.

Nota: La imagen es de zizurardoi

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