La generación que dejó de soñar

Soñar

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Estamos tan acostumbrados a buscar la aprobación de los demás que se nos olvida vivir nuestra vida, pienso que, si todas las personas hicieran realmente lo que aman, el mundo sería un lugar diferente, quizás no perfecto, pero las personas pondrían más empeño en lo que hacen, dejarían de quejarse y el resultado sería magnífico.

Por Andrés Benavides Rodríguez de Plumas Progresistas

Cada día me despierto con la esperanza de abrir los ojos en un mundo mejor, de que no existan injusticias, ni maltratos, donde la igualdad prevalezca, donde la justicia no sea solo una fantasía sin sentido, sino una realidad, donde la voz del pueblo sea escuchada y donde la libertad no sea solo una palabra.

México se caracteriza por ser un país que olvida, donde el futbol tiene más importancia que una noticia, donde la novela es “la verdad absoluta”, donde la gente prefiere ir al cine o pasar horas en internet perdiendo el tiempo en vez de tomar un libro y donde se idolatra a los “Lords” y las “Ladys” de la sociedad, pero ¿de dónde viene todo esto? Vivimos en un mundo donde la sociedad nos impone clases, estereotipos, maneras de comportarnos, etc. estamos inmersos en el continuo “qué dirán” y dejamos de lados los sueños y las esperanzas que de niños anhelábamos, vivimos envueltos en placeres banales y caricias frías, permitimos que los demás nos digan hasta lo que es bueno soñar.

El punto es que nos conformamos, con un trabajo mal pagado, con un futuro que no soñamos, con un estilo de vida estereotipado y vacío, adulando a reyes y reinas sin corona, donde el dinero es el único dios al que veneramos, cegados y maltratados viviendo solo por vivir, por conseguir un sueldo solo para “encajar” donde el mundo no perdona a los pobres y engrandece a los ricos, trabajando por un status y no por felicidad y mucho menos por amor.

¿Cuantas veces no soñaste con ser astronauta, bombero o policía? O quizás fuiste un niño o niña como yo que soñaba con ser escritor, dramaturgo o poeta ¿Cuántos sueños no abandonaste por el clásico “te vas a morir de hambre”? estamos acostumbrados a hacer lo que sea más práctico, o más factible para nosotros, acostumbrados a trabajar por un sueldo que a veces es miserable y vivir así, sin ganas, o aún peor, con la mentira sembrada en la cabeza, creyendo que lo que hacemos nos llena del todo cuando la realidad es muy diferente.

¿Por qué no nos cansamos de ser personajes grises? Somos como fieles ovejas de rebaño, siguiendo siempre a la multitud, creando “trending topics” tratando constantemente de encajar en un mundo de colores, donde las opciones brillan en diferentes tonos, texturas, sabores y sensaciones ¿Por qué conformarnos? ¿Por miedo? Nelson Mandela dijo “El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, si no aquel que lo conquista”. Es un sentimiento que nos hace frenarnos por completo, nos obliga a detener nuestra vida, paralizar las esperanzas y desechar las ilusiones, y vivimos así, y lo convertimos en nuestra zona de confort.

Los seres humanos por naturaleza tendemos a ir en contra de nuestros ideales y a favor de lo que la multitud considera que es correcto, aunque no estemos de acuerdo, dejamos que las esperanzas que viven en nosotros se apaguen y olvidamos que estamos en este mundo para ser felices y no ser del montón.

Platicando con un gran amigo músico logré percatarme de la influencia de la sociedad en nuestras decisiones “Tenía miedo de decirle a mi familia que quería ser músico, que no me importaba, ni me interesaba ninguna otra carrera, yo solo quería hacer lo que amo”

Estamos tan acostumbrados a buscar la aprobación de los demás que se nos olvida vivir nuestra vida, pienso que, si todas las personas hicieran realmente lo que aman, el mundo sería un lugar diferente, quizás no perfecto, pero las personas pondrían más empeño en lo que hacen, dejarían de quejarse y el resultado sería magnífico.

Sin lugar a dudas las oportunidades de sobresalir en ámbitos “no comunes” en México son escasos, existe mucho talento no aprovechado en nuestro país, talento que se pierde por el cansancio de esperar oportunidades para demostrar que existe , talento que en ocasiones busca a otros países para distinguirse; aunado a lo anterior la presión social, los prejuicios, la mentalidad retrograda e incluso las clases sociales tiene mucho que ver en la perdida de sueños y en la búsqueda de lo “fácil” lo cual resulta en la creación de una generación llena de personas frustradas y egoístas que se encargan de pisotear a aquellas personas que aún tiene la osadía, de soñar haciendo que continúe el circulo vicioso.

Las escuelas lejos de orientar a los alumnos a desarrollar sus habilidades, nos encierran en un sistema cuadrado haciendo creer a los genios que son tontos; bien dicen que “no puedes juzgar a un pez por su habilidad para trepar árboles”. Pero nuestro sistema educativo no lo permite, estamos tan acostumbrado a lo común que lo extraordinario casi pasa desapercibido, es algo sin importancia y caemos en el “lo dice porque aún es joven, cuando crezca y vea que la realidad es diferente entenderá” tenemos tanto conformismo en nuestra vida que siempre pensamos que la vida es cruel que esperamos que los demás caigan en nuestra propia apatía.

El único punto es aprender a creer, en nosotros y alguien más, seguir los sueños pese a las adversidades debe de ser un reto que tomemos con gusto, hacer lo que más amamos debe de ser nuestra prioridad y no una opción, alentar y no juzgar a los demás también debe de ser un hábito, pero sobre todo no dejar de soñar, porque todos somos capaces de lograr hasta lo imposible.

Muchos no creyeron en los que ahora son grandes músicos, escritores, poetas o dramaturgos, muchos no creyeron en aquellos que pensaron que estábamos compuestos por células, o en aquellos que trataban de explicar a los microorganismos, muchos no creyeron que una maquina pudiera hacernos volar, la diferencia es que ellos tuvieron la osadía de soñar y de creer.

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