Cuando crees que estar a favor de la vida únicamente tiene que ver con oponerte al aborto

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Por Hernán Quezada / @Hernan_Quezada

He leído en los últimos días, con frecuente remoción de mis entrañas y con sentimientos de tristeza, preocupación y decepción, muchos post de buenas personas que a propósito de las elecciones en los Estados Unidos,  enuncian una militancia “pro life, que les hace alinearse inmediatamente con el señor Trump, pues éste afirma estar en contra del aborto, mientras que “Hilaria” Clinton es una mujer anti-life pues promueve la legalización del aborto y por eso es la enemiga. Con ese criterio se adhieren orgullosamente a Trump, sin importar su discurso violento y xenófobo. Ver estas afirmaciones públicas me inspiraron a escribir estas letras.

Comienzo afirmando que estoy en contra del aborto; éste es uno de los acontecimientos que  me indignan y con los que no estoy de acuerdo. Pero también estoy en contra de todo lo que quita la vida en cualquier etapa de ésta.  Tampoco soy un fan de la Sra. Clinton. No es mi tema la discusión sobre el aborto y la política de los Estados Unidos.

Una vez claro que no soy pro-abortista, quiero decir, que me parece nuevamente que nuestra moral del ombligo a las rodillas nos hace creer que ser “pro-vida”, consiste en decir SÓLO que estamos en contra del aborto. Esa postura nos hace eso, ser personas en contra del aborto, pero no a favor de la vida, de la vida toda.  Estar a favor de la vida implica alzar la mirada, proyectar el corazón, extender las manos y mover los píes para enfrentar todo aquello que amenaza la vida de los seres humanos, desde la concepción hasta la vejez. No podemos ser cristianos y promover abortos (llevar mujeres a abortar, obligar a mujeres a abortar, abortar), pero tampoco podemos ser cristianos y juzgar sin misericordia a aquella o aquél que ha abortado y se arrepiente; tampoco podemos no hacer nada ante el problema de los embarazos no deseados; tampoco podemos ser cristianos y proponer muros, promover exclusiones, resucitar discursos de odios raciales, atacar con palabras a personas de otras expresiones de fe. Esto mata y mata en serio. Así que calificar pro y anti life, por su postura frente al aborto, a estos dos personajes me parece de lo más subjetivo y poco reflexivo.

Quien oprime, arrebata, excluye, explota, enferma y siembra el odio: mata. Sí, con nuestra omisión y la practica de la injusticia matamos, y matamos de verdad, ser “Pro-life”, constructores de la vida, implica comprometernos, salir de nuestro propio querer e interés, implica tener un corazón misericordioso, implica tender las manos y encaminar los pies hacia los que sufren y se sienten solos, implica una moral social, una moral de la cabeza a los píes.

Estar a favor de la vida no se trata de una afiliación a una causa, creo que se trata de un compromiso de cuidado y promoción de la vida. Lo anterior implica una postura ante los migrantes centroamericanos cruzando México, una postura y acciones para construir la paz, nos implica el desafío de atender a los niños huérfanos a consecuencia de la guerra en México, los niños reclutados por el crimen organizado, etc.

Me alegra que no soy estadounidense y no tendré que elegir entre esos candidatos. Me pone en guardia el panorama político de México (espero también no tener que elegir el menos peor). Me llena de esperanza saber que muchos hombres y mujeres en los Estados Unidos saben discernir sus acciones, y serán consecuentes  con su compromiso por la vida, la vida en todas sus etapas, para todas las personas, en todos los contextos. Desgraciadamente ahora, desde mi punto de vista, tendrán que elegir la opción “menos peor”.

Unas buenas preguntas para este día: ¿tu qué has hecho por las mujeres en México? ¿cómo las respetas? ¿cómo tratas a las madres solteras? ¿qué sabes de los sistemas para adopción en México? ¿Cómo estás comprometido con lo sí nacidos? ¿en dónde prestas servicios a los más pobres? ¿cómo promueves la dignidad de todas las personas? Si nuestro compromiso pro-vida se queda en pura palabrería, será bueno escuchar las palabras de Ignacio de Loyola: El amor más en las obras que en las palabras.

Oremos y callemos, pongamos la mirada en Jesús y que en él encontremos referencia para nuestras vidas y nuestras acciones. Que nos veamos realmente comprometidos con toda vida amenazada.

Hernán Quezada es Médico, sacerdote jesuita, maestro en filosofía social, licenciado en ciencias religiosas y Director de Vocaciones en México.

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