El sueño americano que es pesadilla.

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Entre guatemaltecos, ecuatorianos y hondureños, que con la mochila cargada de necesidades, sueños, aspiraciones de una vida mejor para sus familias, o reunificación familiar encontraron la muerte, su sangre del mismo color que la sangre de sus asesinos, fue derramada sobre la tierra.

Por Renata Bermúdez / @Renbyh

“Escucho la sangre de tu hermano clamar a mí desde la tierra” son las palabras con las que interpela Dios en el relato bíblico a Caín después de la muerte de su hermano Abel.  El pasado 22 de agosto se cumplió un año más de la masacre en San Fernando, Tamaulipas, nadie los recordó; al parecer sólo aquellos que comparten la pesadilla de buscar el “sueño americano” en territorio mexicano.

Aquella noche del 22 al 23 de agosto, el grupo criminal Los Zetas, secuestraron un camión con migrantes, los narcopolleros, querían obligarlos a trabajar para ellos, ante la negativa de los migrantes, la misión era aniquilarlos. Entre guatemaltecos, ecuatorianos y hondureños, que con la mochila cargada de necesidades, sueños, aspiraciones de una vida mejor para sus familias, o reunificación familiar encontraron la muerte, su sangre del mismo color que la sangre de sus asesinos, fue derramada sobre la tierra.

En las declaraciones ante la SEIDO de Edgar Huerta Montiel alías “El Wache”, lugarteniente de Los Zetas, relata que la orden de la masacre fue dada desde las autoridades de la organización, porque según eran gente del cártel del Golfo. La orden había sido investigarlos, desde sus números de teléfono, sus mensajes y luego matarlos, del mismo modo que lo hacían con la gente de otros cárteles.

Casi nadie gritó “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, porque migraban de manera ilegal. Ese fue uno de los eventos más sanguinarios del sexenio de Felipe Calderón, pero con Peña Nieto, la situación no cambió; sino que sólo no es parte de la agenda de los medios, ni del propio presidente, sus acciones de contención sólo se han basado en evitar que los migrantes aborden el tren de carga “la Bestia”, sólo haciendo que los caminos sean mucho más inhóspitos, que impliquen mucho más riesgo, como la cooptación de los migrantes en las redes de crimen organizado.

No se necesita ser Dios, para interpelar del mismo modo a nuestras autoridades, sólo se necesita tener un poco de humanidad para que nos duela hasta los huesos la situación de precariedad que viven miles de personas en su tránsito por México, tanto nuestros connacionales como aquellos que vienen de Centroamérica y otros tantos países.

Un sistema que se hace llamar democrático no puede permitir que el crimen organizado tenga áreas que parecieran su propiedad exclusiva, como lo es san Fernando, donde sigue prevaleciendo el toque de queda tácito entre sus habitantes y los Zetas, donde hay campamentos que si te acercas, vivo no sales.

¿Hasta cuándo el gobierno mexicano seguirá olvidando que sobre él recae el uso exclusivo de la fuerza y que los narcotraficantes se han hecho de éste por las vías de la ilegalidad? ¿Hasta cuándo permitiremos que sean los narcos quienes lleven las riendas de la seguridad de nuestro país? ¿Hasta cuándo seguiremos rechazando a la otredad que representan los migrantes?

¿Hasta cuándo? 

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