“Caminar para vivir”

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Es interesante conocer el interés de los integrantes de A Pata en mejorar la ciudad, así como fascinante el escuchar conversaciones en la que se anteponen ideas de lo que es y de lo que debe ser la ciudad para mejorar la calidad de vida de las personas.

Por Yassin Radilla / @yasslego

“Caminar para vivir” dice uno de los carteles que cuelgan en su habitación. Refleja su vocación arraigada, una visión que ni siquiera ella, su portadora, es capaz de dimensionar; creo ni se imagina lo que ha llegado a inspirar. A la fecha, no ha concebido la magnitud de sus actos, pero está consciente de que debe continuar con lo que hasta ahora, afanadamente, ha hecho: volver a lo fundamental, ser para caminar, caminar para prosperar.

Con esta máxima motivó a colegas y amigos para formar el colectivo peatonal A Pata; muchos que compartían este sentimiento se unieron después. Con pequeñas actividades de promoción y concientización en un primer momento, luego con acciones de intervención, poco a poco, más y más urbanistas, más y más ciudadanos motivados, se han venido moviendo en distintos sectores, el civil, básicamente, y otros como el académico y el gubernamental, para incidir en políticas y en la opinión pública, para tratar con ello de convertir paulatinamente a la ciudad de Puebla en una urbe más humana, a la talla y justas dimensiones de sus habitantes.

Es interesante conocer el interés de los integrantes de A Pata en mejorar la ciudad, así como fascinante el escuchar conversaciones en la que se anteponen ideas de lo que es y de lo que debe ser la ciudad para mejorar la calidad de vida de las personas. Mientras en mi reproductor escucho un par de canciones de Hercvles & Love Affair, ella y su persona favorita conversan sobre por dónde debe desplazarse un patineto, cuando es un sujeto que transita a velocidades superiores a las de un peatón, pero sin los excesos de los automovilistas, que además ocupan más espacio y poseen muchas más defensas contra accidentes. ¿Valdrá la pena exponerlo en el arroyo vehicular, cuando no tendría oportunidad de salir bien librado de un accidente con algún automóvil? Entonces resulta obvio optar por otorgarles un espacio en la ya mermada banqueta, con la posibilidad de que laceren al peatón, como suele ocurrir casi siempre. Todo un caso.

Su servidor, aprovechándose de este pequeño espacio de expresión opina lo siguiente:

Manifiesto mi anhelo en contar con una vocación lo suficientemente fuerte como para hablar horas sobre cuestiones de la ciudad, como la razón de ser de los semáforos, y continuar reflexionando el tiempo suficiente para llegar a la conclusión de que son, en efecto y sin novedad, exclusivos para automovilistas, pues fueron diseñados para ser vistos por sujetos que viajan a velocidades extremadamente altas y desde distancias muy lejanas; aunque últimamente pretendan ser incluyentes, con simbología destinada al transeúnte. Sabrán ellos si estoy en lo correcto.

Sobre ella, su persona favorita y otros individuos, reflexiones e iniciativas en torno a la construcción de una ciudad más sustentable y democrática tratará esta columna. Porque reflexionar es vital, así como caminar es indispensable para la vida.

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