“NADIEN MENOS” o la eterna necesidad de jugar al empate donde no corresponde

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Por Bruno Córdova Manzor de MQLTV

Anda dando vueltas un hashtag en Twitter y es un hashtag molesto. No lo reproduciré textualmente para no alimentar los motores de búsqueda. Prefiero llamarlo de otra forma, para que lo entendamos sin tener que recurrir a su invocación. Mejor lo llamo «naiden menos».

«Naiden menos» es una frase que busca jibarizar la causa #NiUnaMenos. ¿Por qué alguien levanta una frase como «naiden menos»? Porque, en su cabeza, supone que toda violencia es violencia y puede ser ejecutada por cualquiera de nosotros. Sí. Eso es una obviedad. Todos podemos ejercer violencia. Pero eso no corresponde en este caso.

#NiUnaMenos es una forma para protestar contra una forma violencia de género. ¿Qué es la violencia de género? Dicho en simple, la violencia de género es la violencia ejercida desde un paradigma macho (no necesariamente un *sujeto* macho o de una *orientación sexual* macho) hacia todo no macho que este paradigma pueda potencialmente odiar por ser distinto a sí.

La violencia de género podría incorporar el asesinato planificado por Pilar Pérez en contra de su exmarido y la pareja del mismo sexo de éste, por ejemplo. Pero, de nuevo, #NiUnaMenos no habla de todas las violencias de género posibles. Esta vez, se trata de la violencia de género contra la mujer. Solo contra la mujer. Nada más.

Esta vez, nos indigna la violencia contra la mujer. ¿Por qué? Porque es necesario concienciar el componente de odio latente en los actos violentos contra la mujer. El odio de un hombre heterosexual de no poder disponer libremente de una mujer para poder satisfacerse. El odio de un hombre que recibe un «no», de un hombre que quiere sentirse habilitado en sus (digamos) funciones reproductivas. El odio de un hombre que no puede asumir que la mujer es un par en dignidad y se niega a dejar de tratarla como a una subordinada.

Ese hombre no es capaz de entender. Y odia. Y para aliviar su odio agrede, paga menos a las mujeres porque «son menos productivas» o «porque se embarazan» o «porque tienen muchos problemas» o «porque andan con la regla»; trata a las mujeres como objetos, las acosa, las viola, las golpea o, peor aún, las mata.

Pero muchos de esos hombres no pueden ver su propio odio, como tampoco pueden entender el contexto de dichos odios. Esos hombres tuvieron malas experiencias para entender los roles de género. No fueron educados a tratar mejor a sus parejas, a otras mujeres… ni siquiera a las mujeres de sus familias.

Ese hombre incapaz siente que #NiUnaMenos es una consigna demasiado restrictiva. ¿Por qué? Porque no entiende el componente de género. Porque no entiende su posición de privilegio (de hecho, es posible, que se haya enterado que es un privilegiado el mismo día que se lo dijiste en una protesta). Porque no entiende el fundamento de su privilegio: él puede disponer desde su género de otro género completo. No entiende esas cosas básicas y solo ve la violencia como algo equivalente. Entonces, ese hombre incapaz se pregunta si acaso la violencia no es violencia siempre.

Ese hombre incapaz posiblemente no está siendo malo. De hecho, quizá entienda que «la violencia es mala». Pero la relativiza. Banaliza las razones de #NiUnaMenos, es decir, una violencia basada en una asimetría. Prefiere decir que se acabe toda la violencia. Por eso, mejor decir «naiden menos».

Ese hombre incapaz prefiere ver la violencia como resultado, como un producto concreto, desprovisto de contexto y de razones culturales o históricas.

¿De dónde puede haber sacado ese hombre incapaz semejante raciocinio?Pongo mis fichas en las iglesias cristianas. Pienso en el tipo de personas cuyas conciencias no están en la jurisdicción de las leyes de los hombres, sino «allá arriba», donde la gente cree que van sus cuitas con dios.

En el mundo civil, las faltas tienen contextos, razones y reciben una pena proporcional al tipo de falta. En el mundo de la fe, al contrario, el pecado es absoluto y solo tiene dos grandes posibilidades: es un pecado venial o un pecado mortal. Menuda simplificación para algo tan complejo.

Quizá ese hombre que dice «todo es violencia» debe estar convencido de lo bueno que es al decir esa frase. Debe vivir su vida para no fallar pecaminosamente en el seno de la iglesia a la cual adscribe presente o en ausencia, consciente o inconsciente. Cuanto más o cuanto menos cristiano se sienta.

«Todo es violencia» y «toda violencia es pecado»; «como no hay que pecar, no hay que ser violento». Y cualquiera puede pecar. Porque todos nacemos con el pecado original, del cual nos libramos a través del bautismo. Por eso, la gente que dice #NiUnaMenos discrimina y él no. Él quiere ser más bueno y convocante, por eso dice «naiden menos».

Por esta razón, la lucha de #NiUnaMenos no debe ser entendida desde la bondad de adherir a la causa. ¿Por qué? Porque siempre habrá alguien que se sienta más «bueno» y que quiera entrar al debate y quiera entrar a competir. Aunque no le corresponda competir. Aunque la competencia, en este caso, sobre. Buscará competir por el goce de competir. Y buscará confrontar la bondad de la causa #NiUnaMenos con algo más grande, algo que ridiculice en «bondad» a #NiUnaMenos.

La lucha de #NiUnaMenos es, en concreto, para defender a las mujeres de todos los tipos de violencia de los cuales son víctimas. Y, en abstracto, para buscar formas de proteger a las mujeres, para que sus vidas sean más seguras y puedan ejercer abiertamente sus derechos; derechos tan simples como el derecho de caminar por la calle sin sentirse parte del dominio de otro hombre, de alguien que la quiera acosar o la quiera violar.

#NiUnaMenos no se trata de violencia por la violencia ni de jugar a ser buenos llamando a que nadie pelee. Eso dejémoslo para el comercial de un banco.

Bruno es comunicólogo, chileno y diseñador

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