Las fotomultas en el Centro Histórico son un “mal” necesario

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Por Yassin Radilla / @yasslego

Desde luego, dichas noticias generaron gran cantidad de críticas negativas, la mayoría en redes sociales y sitios web de noticias, con las que muchos ciudadanos argumentaban que “semejante barbaridad” no iba a prosperar debido a que en el Centro Histórico, según ellos desde siempre, ya es prácticamente imposible superar los 30 kilómetros por hora –la velocidad máxima permitida en esta medida-.Recientemente se anunció la puesta en marcha del esquema de movilidad Zona 30 en el Centro Histórico de Puebla. A su vez, la aplicación de fotomultas para reforzar dicha iniciativa, con la que autoridades municipales esperan fomentar en el área una disminución radical del número y gravedad de incidentes viales e incrementar sustancialmente la calidad de vida de sus habitantes.

El estacionarse en doble fila y en lugares no permitidos, y el necio esfuerzo de acceder a todos sus lugares siempre en auto, son dos de las razones que los ciudadanos reconocen como las principales causas del caos vial que vive diariamente el centro. Muchos de ellos se asumieron como conductores asiduos que aunque se consideran responsables, aceptan que en más de una ocasión incurrieron en este tipo de acciones, algunas motivo de infracción.

También auguraron el fracaso de la Zona 30 en el primer polígono de la ciudad; además calificaron de exagerada y absurda la aplicación de fotomultas para los violadores de este esquema de movilidad.

Dada esta ola de ataques, cuyo propósito pareciera contravenir sus propios derechos relacionados con una mejor calidad de vida, es necesario recalcar varios beneficios adicionales a los temas de seguridad, y que con frecuencia son desconocidos por los detractores, pero que son importantes para evaluar al menos este tipo de proyectos urbanos. En primera, y pese a que se maúlla lo contrario, transitar a velocidades más bajas genera menos contaminantes, pues el flujo de vehículos es más constante, situación probada que beneficia de modo directo la salud de los citadinos.

Otra ventaja es que con velocidades mínimas se reduce de forma sustancial el ruido ocasionado por los vehículos. Imaginar un Centro Histórico embellecido con la calma que genera la ausencia del bullicioso tránsito es ahora posible.

Desafortunadamente, y pese a que ya se han comprobado estos beneficios , el malestar perdura, y el tema que causa escozor, como casi siempre, tiene que ver con el dinero. Las fotomultas aparecen como el enemigo de cualquier conductor, cuando éstas son tan fáciles de evitar, con tan sólo no rebasar los límites de velocidad, la principal razón de su existencia. Pese a tal simple solución, pareciera que los conductores no están dispuestos a cumplir con tal disposición y prefieren optar por pagar y vomitar un cúmulo de reclamos, como ciudadanos conscientes.

Si los conductores desconsiderados cumplieran como se debe los reglamentos de tránsito, nadie pudiera haber propuesto semejante salvajada. Si a partir de ahora todos hicieran lo propio, el negocio fracasaría. Sin embargo sabemos cómo está la cosa y, dado que este esquema de sanción ha funcionado en su propósito, al menos por el miedo a perder dinero, las fotomultas son un bien más que necesario.

Sírvase este espacio para invitar a las autoridades responsables a realizar ejercicios efectivos de transparencia en los que se exponga claramente al público las cualidades de los procesos y el destino de los recursos obtenidos mediante este esquema punitivo, los cuales deberían ser invertidos –por obvias razones- a mejoras del sistema vial o mejoras específicas de la infraestructura para la movilidad sustentable, si es que el sector público en verdad desea garantizar el éxito de estas medidas.

Así es que, aunque hablemos de una medida molesta y engorrosa, llena de asegunes, las fotomultas son fundamentales en el objetivo de disfrutar los beneficios que la Zona 30 posee para quienes tienen el gusto de transitar, trabajar, vivir o existir por un rato en el Centro Histórico de Puebla.

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