Trump cambia el núcleo del poder

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Por Juan Manuel Aguirre / @AguirreQ

“En esta ocasión el poder no pasa de una administración a otra, de un partido a otro, sino de Washington a la gente”

No pude evitar arquear la ceja con estas palabras del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en su discurso de juramento como mandatario de dicho país. Como cualquier otro de sus discursos, la estructura básica consistió en realzar al ciudadano norteamericano promedio, enalteciendo sus valores y la grandeza de su historia, quien ha sido victimizado por “los políticos” y “las anteriores administraciones”, quienes han amenazado el bienestar del pueblo por estar demasiado ocupados en asuntos fuera de su país.

No busco abonar a la crítica, positiva o negativa de las promesas y el tono de sus discursos en general; de eso ya se ha escrito mucho. Sin embargo, en esta ocasión cabe hacer evidente que sus palabras pueden estar confundiendo a sus conciudadanos al prometerles que el poder va a regresar a sus manos cuando en realidad, de sus mismas palabras, podría inferirse lo contrario.

Analizando con detalle el discurso del ahora presidente de los EUA, se nota con claridad que su nuevo “empoderamiento” del ciudadano norteamericano consiste en que ahora su gobierno tome decisiones anteponiendo las necesidades domésticas sobre las cuestiones internacionales (con el correspondiente riesgo de abandonar escenarios clave para la estabilidad de otras regiones del mundo). Eso es devolver el poder al pueblo en su visión política. A pesar de lo esperanzador que esto pudiera sonar para las personas que hayan votado por él, que efectivamente hayan visto su nivel de vida mermado o sus esperanzas incumplidas, el discurso no hace más que mencionar en rasgos muy generales cómo la nueva visión política en el gobierno será quien logrará conseguir los resultados esperados.

Sin embargo, si fuera el caso que Trump verdaderamente busca que el poder del gobierno sea del pueblo, por el pueblo y para el pueblo (es decir democrático) sus palabras habrían tenido que mostrar, al menos, un mínimo interés en favor de que las libertades políticas y cívicas de sus conciudadanos fueran a ser aseguradas con mayor vigor o amplificadas a través de mecanismos más directos de influencia. Nada de esto se mencionó, ni el mínimo esbozo.

El reto de un verdadero empoderamiento del pueblo norteamericano a través de los mecanismos democráticos cobra especial relevancia en un contexto de amplio y activo rechazo del presidente por parte de millones de ciudadanos. EUA necesita un espíritu verdaderamente democrático de apertura al diálogo, donde diferir no implique ser menospreciado, desmentido, descalificado o minimizado, como suele ser el estilo de Donald Trump a través del Twitter o el pódium. Este nuevo gobierno debe además tener un verdadero compromiso con la transparencia y la rendición cuentas de cara a las controvertidas decisiones que se espera sean tomadas los próximos meses.

Ojalá que Trump cumpla con sus palabras de hacer que EUA “brille (como un ejemplo) para que todos lo sigan”. Que sea un ejemplo de auténtica democracia y de empoderamiento de la gente; de los que está de acuerdo y de los que no, de los que detentan poder y riqueza como de quienes viven con grandes carencias.

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