¿La calle es de todos?

¿La calle es de todos?

Por Yassin Radilla de A Pata

[mks_dropcap style=”square” size=”52″ bg_color=”#418d43″ txt_color=”#ffffff”]L[/mks_dropcap]a falta de elementos en las calles, callejones y avenidas que formaron parte de los recorridos del Mapatón fue la constante en cada una de las conclusiones de quienes tuvimos oportunidad de participar en dicha actividad, una caminata que sirvió para constatar las deficiencias de la infraestructura vial de la colonia La Paz y alrededores, en la Ciudad de Puebla, para el tránsito digno de los peatones.

Equipadas con su teléfono inteligente –con la aplicación Mapillary descargada– y sus sentidos bien atentos a su entorno, el pasado primero de abril decenas de personas mapearon puntos que consideraban inadecuados a partir de los indicadores básicos de caminabilidad.

MandaLabHub, OpenStreetMap y A Pata Puebla unieron esfuerzos para socializar con ellos cómo se hace un mapeo libre de datos abiertos con la ayuda de smartphones, que para este fin, convierte a sus portadores en mapeadores caminantes: reporteros de las condiciones del espacio y la vida pública en tiempo real. Cabe decir que los datos abiertos permiten visibilizar problemáticas del territorio y plantear sus soluciones debido a que cualquiera puede indicarlos en un mapa desde su teléfono.

Tras los recorridos, los participantes llegaron a la conclusión que las calles de Puebla no ofrecen seguridad ni vial, ni personal-, conectividad, accesibilidad, legibilidad y mucho menos confort o aspectos estéticos que les permita identificarse con su ciudad. Es decir, la calle, que supuestamente es de todos, es un espacio que segrega, condiciona y dificulta nuestras vidas, aseveración que podría parecer exagerada, pero hay que pensar más allá.

La calle no es sólo el lugar que nos permite llegar de un punto a otro: es, como ya he dicho antes, un espacio donde es posible construir ciudadanía y de la forma más efectiva. Además, es fundamental para la construcción del tejido social, aspecto tan inherente a la especie humana.

Entonces ¿por qué nos esforzamos en creer que su papel sólo se reduce al tránsito? Aun así, si ésta fuera su única función, sus condiciones se quedan muy por debajo de las expectativas técnicas y, sobre todo, de los ciudadanos que fuimos a valorarla.

Creo que hace falta reflexionar más en el tema, una cuestión que trasciende incluso en cómo vivimos nuestras vidas. La calle no sólo es asfalto. Pensemos más allá. No caigamos en la ridiculización o simplificación del problema. La mitad de la población mundial me dará la razón.

En Mapatón, las mujeres participantes coincidieron en que las calles condicionan sus horarios para salir y transitar por determinados sitios, su vestimenta, así como su medio de transporte. No es posible que ellas tengan que caminar cuatro cuadras más para evitar un punto oscuro o inseguro en su ruta más directa. Si como hombres no nos arriesgamos a andar en determinadas zonas por ser consideradas inseguras, para el caso de una mujer el problema es aún más grave, ya que la violencia de género aún permea, y parece que hoy en día más.

Imaginemos vivir con miedo constante de salir sólo porque las características físicas de espacio público favorecen actos delictivos -que ya es otro grave problema en el país-. Pues en Puebla, como seguro sucede en otras ciudades de México, este temor es asunto diario, y para las mujeres es peor.

Al respecto tuve dos conclusiones que quisiera compartir. La primera, hace falta más solidaridad y empatía. Como ciudadanos es menester asumir nuestro papel en la exigencia de mejores elementos de infraestructura que hagan del espacio público un sitio más seguro, accesible e incluyente, y por qué no, cómodo y estético. Desde luego, pensando en la pluralidad de las personas.

No todos andamos en vehículo propio. Algunos necesitan de una andadera o silla de ruedas. Hay personas con discapacidad visual y otros que no saben leer y escribir o su idioma es distinto al oficial. Todos necesitamos salir del confinamiento para vivir en sociedad, para vivir con humanidad.

La segunda: es necesario pasar más tiempo en nuestros espacios comunes para reapropiarlos. Sobre esto, desafortunadamente, he escuchado que la principal razón del aislamiento es justo la inseguridad, un mal que, paradójicamente, se resuelve con más personas en la calle. Este dilema, que pone en aprietos a muchos buenos intencionados, podría encontrar su salida en la construcción lenta, muy lenta, de tejidos sociales pequeños pero muy organizados, sólo así, y no de forma simbólica, la calle finalmente será de todos.

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