Por Miguel Alejandro Rivera de Homozapping

Aún recuerdo esa noche de domingo, un dos de julio del año 2000. Mucho ruido en las calles, parecía que la Selección Mexicana había ganado un mundial; pero no, no eran tiempos mundialistas y la euforia no tenía nada que ver con algún triunfo deportivo de nuestro país. En las pantallas de televisión algunas gráficas mostraban como el color azul había derrotado por mucho al verde y al amarillo, los estados del norte y del bajío fueron claves, la gente seguía celebrando… el PRI había perdido la presidencia.

Aquél que logró la gran hazaña de terminar con 71 años de la llamada “dictadura perfecta” fue Vicente Fox, un panista neoliberal que engañó a más de medio México con la idea de que él era un hombre del pueblo, del campo, de rancho, distinto a los demás pero igual a todos. Como nadie lo había hecho hasta ese momento en este país, utilizó las herramientas del marketing político y se vendió como un producto: la gente lo compró.

Desde el primer minuto como presidente electo la debacle de un sexenio perdido comenzó: la laicidad mexicana se veía violentada ante un hombre abiertamente católico, quien denostó la figura de Benito Juárez y engrandeció la de Francisco I. Madero al grado de compararse con él como prócer de la democracia.

Y a la democracia en México, Vicente Fox no abonó nada, porque en cada oportunidad que tuvo golpeteó a nuestro pobre y de por sí enclenque sistema electoral. Su más grande batalla contra el espíritu demócrata fue el proceso de desafuero en 2004 contra Andrés Manuel López Obrador, quien en aquel entonces era Jefe de Gobierno del Distrito Federal y claro favorito para ganar las elecciones de 2006.

Fox orquestó un movimiento incisivo para sacar al tabasqueño de la contienda, pero no lo logró; aún así, violando las leyes electorales, fue un actor clave durante los comicios del 2006; su frase más emblemática en aquel entonces: “quienquiera que esté en la boleta electoral de 2006 habrá de ser derrotado por el candidato de Acción Nacional”.

Y así fue, todos los candidatos fueron derrotados por Felipe Calderón, ante un extraño comportamiento de las tendencias electorales que matemáticos de la UNAM descalificaron luego de varios análisis. El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) fue medular para la victoria del panista, orquestando el fraude a nivel territorial.
Hoy, Vicente Fox vuelve con las amenazas, al decir que personalmente se encargará de que López Obrador no gane la presidencia; para ello, el expresidente asegura “yo tengo mis mañas”.

¿Qué quiere decir esto, que como en 2006 no importa el voto de los mexicanos? Esta declaración es una burla más, ¿no? Recordando viejos tiempos, “lo que el expresidente quiso decir”, es que aquí con que él lo decida, Obrador no tiene posibilidades. El fondo de estas palabras es terrible, porque desnuda claramente el comportamiento de nuestro sistema electoral.

Los mexicanos ya lo sabemos, hemos sido víctimas de elecciones robadas una y otra vez, a nivel local, estatal, nacional, pero ahora el cinismo reina en la nación: la presidencia se gana con “mañas”. Es una pena que expresidentes como Vicente Fox, Carlos Salinas de Gortari y Felipe Calderón se empecinen en mantenerse dentro de la escena política cuando le hicieron tanto daño a nuestro país… Ojalá hubiese una ley para aplicar a estos personajes, una adaptación de lo que un día el propio Fox, destrozando cualquier dejo de diplomacia, le dijera a Fidel Castro: “gobiernas y te vas”.