El día en que Cholula perdió su mejor paisaje

Cholula

Por Aranzazú Ayala Martínez de Lado B

El 19 de septiembre se quedará en la mente de los cholultecas como el día que les cambió el paisaje para siempre.

La tradicional postal de la vista de la ciudad milenaria, con la Iglesia de los Remedios en la cima del cerro que cubre la Pirámide, sus dos torres amarillas cuidándola a los lados, se destruyó: el sismo de 7.1 desgajó las torres de los campanarios del Santuario.

La ciudad milenaria no tuvo pérdidas humanas, pero los daños al patrimonio cultural y religioso aún no se calculan. La Iglesia de los Remedios, el principal símbolo local y el centro que reúne la devoción de todos los barrios de San Pedro y San Andrés, perdió casi la mitad de cada una de sus torres.

Uno de los guías de la zona arqueológica, que un día después hacían guardia en la entrada del lugar, invitando a la gente a visitarla de manera gratuita, cuenta que vio todo.

Las torres se sacudieron y el guía pensó que el Santuario desaparecería por completo. La iglesia estaba llena de gente, una turista peruana se fracturó el hombro cuando le cayó un pedazo de la torre pero fue atendida inmediatamente.

Foto: Martina Žoldoš

La principal preocupación de los cholultecas después del temblor fue salvaguardar la imagen de la Virgen de los Remedios, que después de que todo se calmara pudieron bajar y poner a salvo en la parroquia.

Mientras tanto la pirámide está como abandonada. Los vecinos no saben qué es lo que pasará con el Santuario, ni las consecuencias reales del sismo a la estructura.

Si después del temblor de 1999 se necesitaron cuatro años para rehabilitar la iglesia de los Remedios, los guías no saben cuánto se tardará esta vez en recuperar el recinto sagrado.

La autoridades municipales avisaron que en San Andrés hay al menos once templos con daños mayores: San Luis Tehuiloyocan, Santa María Tonantzintla, San Miguel Tonantzintla, San Francisco Acatepec, Barrio de San Miguel, San Andresito, San Pedrito, San Juan Aquiahuac, La Santísima, Santa María Cuaco y la parroquia principal de San Andrés. Prácticamente todas las iglesias están acordonadas y presentan grietas, fracturas en pilares y caída o fragilidad en campanarios.

En San Pedro la última información del miércoles por la tarde daba cuenta de 34 templos con afectaciones, doce de las cuales son graves con colapso de torres de campanarios, cúpulas y muros. El que quedó más destruido es el de San Cristóbal Tepontla, junta auxiliar a los pies del cerro Zapotecas.

Foto: Martina Žoldoš

Por suerte nadie estaba adentro, pero los señores que cuidan el templo recuerdan los gritos de niños asustados cuando se escuchó cómo caía casi toda la cúpula, el techo y el altar principal. Hasta la imagen sagrada, San Cristóbal, se cayó. La caja de vidrio donde siempre está, ahora sólo tiene una montaña de polvo.

Todas las iglesias de San Pedro y San Andrés están cerradas. Los edificios de piedra y color amarillo que vigilan casi cada esquina de la ciudad prehispánica ahora están mutilados y la gente espera que la tierra no vuelva a querer derribarlos.

Más de 24 horas después del sismo y hasta el momento de la publicación de esta nota, la gente seguía esperando al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y a Protección Civil para que hicieran revisiones minuciosas y dictaminarán la condición de los templos.

Huejotzingo y el suelo que no se abrió

Después del temblor se difundieron imágenes de una gigantesca zanja en el municipio de Huejotzingo, en la comunidad de Santa María Nepopualco. La tierra se sacudió y con una imagen aérea de un surco que dividía la tierra mucha gente entró en pánico y relacionó el sismo a una posible actividad del volcán Popocatépetl.

Foto: Martina Žoldoš

El lugar ya era una barranca antes del temblor, no nació de la actividad sísmica ni surgió algo de las entrañas de la tierra. Lo que sí, es que el hundimiento natural se profundizó y se desgajó, afectando cerca de 200 hectáreas de tierras de cultivo.

La barranca de Santa María es una zona de riesgo y lleva mucho tiempo sin ser atendida. En el resto del municipio los daños fueron menores, pero fue ahí, cerca del volcán, donde la tierra eligió vomitar una cortina de humo que fue vista y fotografiada por decenas de personas que estaban cerca, a pie o viajando por la carretera.

La señora María Emilia vive en la última casa antes de que el terreno se incline, señalando el inicio de la barranca; ella se asoma para saber quién llega porque dice que mucha gente va pero nadie hace nada. Cada periodo de elecciones los políticos prometen que van a atender la barranca, zona clasificada como de riesgo, pero es un lugar demasiado grande y al final nadie lo ha hecho.

Con tanta lluvia y el último temblor, dice ella, el suelo acabó de desgajarse y se desmoronó, abriendo más la grieta.

Este texto fue publicado originalmente en el portal Lado B. Manatí lo reproduce únicamente con fines informativos

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