Migrantes LGBTI+ llegaron a la frontera de EE.UU. impulsados por la discriminación

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Por Yariel Valdés / Tremenda Nota

Un grupo de migrantes LGBTI+ espera en Tijuana, México, para alcanzar la frontera estadounidense. Decenas de personas dejaron la caravana de al menos 5 000 centroamericanos para evitar el acoso de sus propios compañeros de viaje.

Hace más de 22 días, Loly Méndez emprendió el viaje más largo de su vida. Cerca de 4 400 kilómetros separan por tierra a El Salvador de Estados Unidos. Aun así, Loly decidió unirse a uno de los grupos de migrantes centroamericanos que huyen de la violencia en sus países natales, y avanzan hacia la frontera de Estados Unidos.

Loly, mujer transgénero, cosmetóloga, no vio solo la meta del “sueño americano”, sino la oportunidad de huir de la violencia y la transfobia. Una pandilla la había asaltado y robado en su propio país.

“Doy gracias a Dios porque no me quitaron la vida, ni me violaron”, dice.

En su adolescencia, Loly ya sabía que era una mujer. Sin embargo, el clima de intolerancia que vive en su país de origen le impidió completar el cambio de imagen que deseaba.

“Nunca sabes si vas a amanecer (viva) ―dice―. Yo no dejo de pensar en mi amiga, cómo la asesinaron, la estrangularon y la tiraron de un puente. Teníamos planes de salir de allá juntas (de El Salvador), pero la gente le puso odio porque ella ya lucía como una mujer”.

Cruz Torres, director de Diversidad Sexual de la Secretaría de Inclusión Social de El Salvador, estima que 600 personas LGBTI+ han sido asesinadas en los últimos 24 años en ese país centroamericano. Al menos 145 de los crímenes ocurrieron en solo tres años, desde 2015 a 2017.

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Dentro de poco se cumplirá un mes desde que Loly Méndez salió de El Salvador. (Foto: Yariel Valdés González).

La frontera, a un paso

“Todas las personas homosexuales que viajamos en esta caravana venimos con el propósito de ser libres, de trabajar, de no ser delincuentes”, explica Loly a Tremenda Nota. “Yo jamás me he prostituido y no voy a otro país a eso”.

La salvadoreña llegó a la localidad Playas de Tijuana el pasado domingo como parte de una avanzada de casi 80 personas de la comunidad LGBTI+, integrantes de la primera caravana de más de 5 000 migrantes centroamericanos.

El grupo llegó escoltado por oficiales del Instituto Nacional de Migración de México y por observadores de varias comisiones de derechos humanos del país azteca. Arribaron a la ciudad fronteriza después de pasar por San Luis Río Colorado (Sonora) y Mexicali, la capital del estado de Baja California.

César Mejías, uno de los migrantes y portavoz no oficial del grupo, declaró que esta primera caravana alcanzó el norte de México antes de lo previsto porque recibieron apoyo de “una organización de Estados Unidos, que también pertenece a la comunidad LGBTI+”. Mejías no mencionó el nombre de sus patrocinadores.

En Tijuana aumentó la incertidumbre de los migrantes. “Duele saber que ahora nos vayan a deportar para nuestros países”, comenta Kecha Cataleya, una transgénero hondureña de 24 años.

“En 2015 me aventaron gas y me prendieron fuego, aún se me miran las marcas”, cuenta. La joven también asegura que las maras (pandillas) obligan a las personas trans a vender drogas y prostituirse.

Según la organización no gubernamental Transgender Europe, Latinoamérica tiene las tasas mundiales más altas de violencia contra la comunidad LGBTI+.

El Salvador, por ejemplo, ha registrado “aterradores crímenes de odio hacia las personas LGBTI” en los últimos años, según un reporte del grupo Comcavis Trans (Comunicando y Capacitando a Mujeres Trans). Se trata de “actos que se producen con mayor crueldad de lo usual: mutilaciones, excesos de violencia llegando al extremo de múltiples disparos, cuerpos atados, desmembramiento de partes genitales y acciones de tortura sistemática”.

La caravana LGBTI+ arribó el pasado domingo 11 de noviembre a Tijuana, México. (Foto: Yariel Valdés González).

Cuando Kecha Cataleya y sus compañeros llegaron a la calle Olas Altas, en la sección Coronado, varios vecinos protestaron. “Gracias a Dios ―cuenta César Mejías― ellos ya comprendieron quiénes somos, qué es lo que vamos a hacer y cuánto tiempo vamos a estar aquí”.

Mejías y el resto del grupo, en el cual viajan varios menores de edad, esperan por sus “apoderados legales” para iniciar el proceso de asilo político en los Estados Unidos. “Queremos hacer las cosas bien”, añadió.

Sin embargo, el presidente norteamericano Donald Trump ha intentado cerrar todas las puertas de Estados Unidos a los migrantes centroamericanos. El pasado 9 de noviembre el mandatario firmó una orden ejecutiva que prohíbe la entrada al país de forma ilegal por la frontera con México. Si los migrantes centroamericanos accedieran a la nación del norte a través puntos de entrada no autorizados, serían arrestados y perderían el derecho de permanecer en el país o solicitar asilo.

A finales de octubre el gobierno norteamericano anunció el despliegue de 5 200 militares en la frontera con México. Aunque Trump no mostró ninguna prueba aseguró en la red social Twitter que las caravanas “también están formadas por algunos matones y pandilleros muy malos”. En otro de sus tweets amenazó a los migrantes: “¡Esta es una invasión de nuestro país y nuestro ejército te está esperando!”

Unos son más iguales que otros

Durante el trayecto, los integrantes LGBTI+ de la caravana caminaron a la par de sus compatriotas hondureños, salvadoreños y guatemaltecos. Cruzaron a nado los mismos ríos, atravesaron las mismas cercas fronterizas, durmieron bajo la intemperie común, padecieron el mismo frío y la misma hambre. Sin embargo, su condición de personas LGBTI+ provocó que fueran discriminados por sus propios compañeros.

“No me esperaba eso de ellos porque todos somos migrantes y veníamos juntos. Pensé que teníamos que apoyarnos”, denunció la salvadoreña Noe Alvarenga.

“Como somos la comunidad más vulnerable ―acota Loly― hemos sufrido la violencia, el machismo que viene dentro de esa caravana. Hemos sido mal vistos, nos gritan cosas”.

La antropóloga social Marta García Ortega, investigadora del Colegio de la Frontera Sur de México, coincide en que dentro del conjunto de migrantes, la comunidad LGBTI+ es particularmente vulnerable, “porque no solo están solicitando un derecho al asilo, también están en mayor riesgo, y requieren atención especial, como las mujeres”.

Varios niños se cuentan en la caravana que alcanzó la localidad Playas de Tijuana, a orillas de la frontera norteamericana. (Foto: Yariel Valdés González).

En efecto, la discriminación, la homofobia, la violencia y los crímenes de odio lanzaron a Loly Méndez, Kecha Cataleya, Noe Alvarenga y César Mejías a un camino de miles de kilómetros, desde sus países natales hasta la frontera norteamericana.

“Vivir como yo deseo vivir, siendo lo que soy, sin que nadie me discrimine, sin necesidad de ocultarme, sin que vengan unos maleantes a la vuelta de la esquina y me golpeen… Eso es lo que quiero”, confiesa Mejías.

El recorrido, sin embargo, no termina en la frontera estadounidense. Ahí deberán emprender otra “caminata” por el sistema legal norteamericano.

Las caravanas que en pocos días tocarán las puertas de Estados Unidos han inaugurado un proceso sin precedentes en la historia reciente de las migraciones forzadas, cree la investigadora Marta García Ortega. “Esto ya no es solo un movimiento de éxodo, es un movimiento por los derechos sociales, por los derechos civiles, por el derecho a migrar.”

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