Así es un día en la Fiesta del Libro en Puebla

FIESTA DEL LIBRO PUEBLA

Por Mario Galeana / @MarioGaleana_ 

Nueve veces tañen las campanas y nueve veces su eco recorre los anaqueles y las largas mesas repletas de libros. La mañana ya clarea y su luz nítida revuelve el día: uno de los cinco que componen la Fiesta del Libro 2019 en Puebla.

Por donde se mire hay solapas, portadas y lomos. Grandes camionetas convertidas provisionalmente en bibliotecas y librerías móviles a las cuales los niños entran no sin cierto pasmo, asombrados de que aquellas grandes máquinas de metal puedan ser capaces de albergar historias.

Fotografía: Luis Conde

Hay libros desparramados a lo largo de bloques y bloques, montones en donde lo mismo figuran consejos de autoayuda que obras de escritores como José Agustín, Haruki Murakami o José Revueltas. Y hay otras mesas en donde los libreros como los de la Brigada para Leer en Libertad, han optado por organizar los tomos entre autor, editorial y tema.

Mientras esto ocurre en el Zócalo de la capital, a varias decenas de kilómetros de distancia, el trajín de una camioneta recorre el corazón de las colonias y las juntas auxiliares: no es más que el paso de otro de los librobúses, que ya se apresura para la siguiente función del cuentacuentos.

Fotografía: Luis Conde

Esto es la Fiesta del Libro 2019 en Puebla, la primera y más compleja actividad cultural del gobierno municipal de Claudia Rivera Vivanco: un mosaico de 65 sellos editoriales y libreros, conferencias, conciertos, presentaciones de libros y, sobre todo, un sinfín de historias.

***

Cuando el Ayuntamiento de Puebla anunció el arranque de su primera feria del libro, no hubo pocos que alzaron las cejas y cuestionaron el gasto que implicaría: un total de 950 mil pesos por más de 75 actividades planeadas a lo largo de cinco días, entre el 13 y el 17 de marzo.

Las críticas llegaron a algunas estaciones radiofónicas en donde sus conductores, quizá con una indignación simulada, preguntaban al aire cómo era posible que esos recursos no se destinaran a tareas de seguridad pública, por ejemplo.

Esta clase de críticas parecen obviar que, de antemano, hay presupuesto etiquetado para todo tipo de rubros: para seguridad, para salud, para educación, para servicios y —por supuesto— para cultura.

Fotografía: Luis Conde

Quien pasee por los estantes de la Fiesta Internacional del Libro en Puebla notará que sus creadores la concibieron como una feria popular, asequible para todo tipo de personas. Un largo ensayo de Mark Twain puede ser adquirido por 25 pesos y, en general, todos los libros parecen venderse a la mitad del costo que pueden llegar a alcanzar en librerías establecidas.

Este parangón de precios parece replicarse en el gasto total de toda la feria en sí. Un ejemplo: la Feria del Libro de Texcoco, un municipio con 253 mil 151 habitantes, se realiza con un gasto de 1 millón 500 mil pesos; es decir, una inversión per cápita de 6.37 pesos.

Otro ejemplo: la Feria del Libro de Azcapotzalco, alcaldía en la que habitan 400 mil 161 personas, tiene una inversión de 3 millones de pesos; y, por tanto, un gasto per cápita de 7.49 pesos.

Frente a éstas, uno puede concluir que, en realidad, la inversión para la próxima feria del libro Puebla —en donde habitan más de 1.6 millones de personas— debería duplicar su presupuesto.

Lejos del análisis de las cifras y de las inversiones y de los beneficios per cápita, podrían perderse de vista imágenes como ésta: la de una niña que, refugiada en el corazón de unas cuantas páginas, se prepara para atisbar —con incertidumbre y sigilo— el inicio de un mundo extraordinario.

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Fotografía: @Piaa11

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Nueve veces tañen las campanas y nueve veces su eco recorre los anaqueles y las largas mesas repletas de libros. Pero, a diferencia del principio, este sonido anuncia el despliegue de la noche. El cielo purpúreo cae sobre la ciudad, pero la algaraza no cesa.

En uno de los escenarios dos personas discuten la poética del tango, su cadencia y su fatalidad, y hablan de Gardel como quien habla de dios. Los asistentes asienten la cabeza y toman selfies o graban historias que más tarde publicarán en Instagram.

Hasta ellos llega el rumor del jazz de una banda que ocupa el escenario principal y que mantiene a todos bamboleándose sobre la plancha del Zócalo, o bien, sentados mientras siguen el ritmo de la batería y del sax con la planta de los pies.

Y sobre todos caen las luces de neón de los escenarios y el barullo de gente que está riendo, de gente que está escudriñando libros, de gente que no se decide si el Tomo I de la Obra Reunida de José Revueltas o si el último libro de Haruki Murakami, o si mejor el jazz o si mejor el tango.

Porque sí: al final, todo parece una gran fiesta.

Vox Populi

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