Llamaradas

llamaradas

En esta ocasión les compartimos una prosa poética de uno de nuestros colaboradores invitado. Pasen a disfrutar.

PABLO ARGÜELLES | @Piaa11

En mi pecho se forman llamaradas 

que no alcanzan ni el segundo intento de  permanecer. 

Eso, llamaradas. 

Llamaradas en el interior.

Me digo: escribe, apágalas, pero la voluntad de mi carne es la de un perro sedado: cuando mis manos se ponen a la obra, la llamarada parece haber nunca existido.

Parece haber ardido nunca.

Pero pasa así con todo:

Hace meses que no termino una lista de pendientes. 

O ese poema sobre las canastas de papel

O el cuento de la lagartija en el librero.

Si no es lo urgente, como escribir una diatriba supramoral en defensa del dios en turno (o más bien, en contra de quienes lo detestan solo por ser dios y haber tomado un turno), no llego a media página. 

Pero no es esa sensación del bocado caído entre el tenedor y la boca, o la del amor que dura un verano. 

Porque en principio nunca hubo bocado

 ni hubo amor

 ni hubo verano. 

No hay frustración.

Las llamaradas, más bien, son el principio de algo.

O lo que sea que haya antes del principio.

De algo antes de algo.

El principio de todas las cosas.

Son así, no nacen, se intuyen a sí mismas, como ese momento infinitesimal en que creemos haber visto una luciérnaga.

 O ese en que creemos oler la sal del mar entre los edificios de una ciudad sin costa.

Las llamaradas quieren nacer, pero no pueden. 

Las llamaradas quieren gritar, pero se ahogan en una asquerosa muerte gutural.

Igual que esto, que está en permanente tambaleo entre el pantano de las prosas laxas y  lo que se olvida de inmediato. 

Lo olvidable:

El nombre de un extraño

El número de vuelo

Las llamaradas mismas. 

Vuelve al principio, me digo, al principio de todo. 

Vuelve al principio de todas las cosas. 

Aunque hayas olvidado.

Vuelve.

A eso que nombraste llamaradas, 

A eso que quema sin razón alguna, espontáneamente, como cometa en el yermo de un cielo a medio terminar.

Vuelve al mar, me digo. 

A la Isla de los Sacrificios.

Vuelve, anda:

Regresa y danza en los espejos, aunque sea esto el principio del final. 

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