¿Quién tiene la culpa de lo que pasó en Ciudad Juárez?

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En esta columna invitada, Ana Paula Carrillo Meza reflexiona sobre las políticas migratorias que derivaron en el incendio que provocó la muerte de 39 hombres guatemaltecos, venezolanos, salvadoreños, hondureños y colombianos en una estación migratoria en México.

ANA PAULA CARRILO MEZA | @paulaestodo*

Las fronteras se marcan en la piel de quienes las caminan y las atraviesan. Aquellos que cargan con las cicatrices del camino en la piel, ellos, esas personas que buscan trabajo y comida, ellos que son muchos. Nosotros, los mexicanos, de nuestro lado de la frontera los cazamos porque sus vidas aquí no importan.

          Mi familia siempre ha estado dividida por dos fronteras: Ciudad Juárez y Guatemala, la tierra de mi madre y la de mi padre. Yo nací y crecí en México, pero con raíces profundas y con las dos caras de la moneda. Por un lado, la familia de mi mamá tiene toda la cultura fronteriza de quienes viven en Ciudad Juárez, pero hacen su vida en El Paso, una de las ciudades más seguras de Estados Unidos de frente con una de las más inseguras de México. Y en Guatemala, la dificultad de reuniones familiares en México porque hace años que no les dan la visa mexicana a mi hermana y su esposo, no vaya ser que se les antoje abandonar su casa, pizzería y perros, por el sueño mexicano.

          La frontera con Guatemala y México se nombró en el 2014 con el programa Frontera Sur, así se terminó de formar una región como un eje de lo que sería la geopolítica en México. ¿Quién domina esta frontera? Narcotraficantes, criminales y autoridades migratorias como la policía, la Guardia Nacional y los militares; algunos por pura omisión y otros por acciones directas como secuestros, abusos y acoso de cualquier tipo.

Recuerdo la primera vez que cobré conciencia del sufrimiento que significaba nuestro país para los centroamericanos, fue con una de las lecturas obligatorias del siglo XXI: Los migrantes que no importan de Óscar Martínez. Después leí Una historia de violencia y escribí mi tesis de licenciatura sobre el libro. Una de las crónicas trata sobre una chica de nombre Grecia. Ella se separa de su pollero en Tabasco después de que intenta violarla. Antes de que se escapara, él le recordó que ya estaba México y que conocería el infierno en la tierra. Una advertencia que los migrantes tienen muy clara. Hace poco me encontré a un hombre guatemalteco en el aeropuerto de Guadalajara, él viajaba desde Estados Unidos para cruzar por Tapachula a Guatemala, nos sentamos juntos a desayunar y yo reconocí su acento, le platiqué de mi familia y él me contó de la suya. Francisco, como se llama, me lo dijo: “Yo crucé hace treinta años, pero hoy no lo haría porque ya está muy peligroso”.

          El 28 de marzo del 2023 murieron 39 hombres a causa de un incendio en una estación migratoria. Murieron asfixiados, calcinados, pidiendo ayuda. Murieron 39 hombres porque la vida de los hombres morenos y centroamericanos en México no importan. Murieron hombres guatemaltecos, venezolanos, salvadoreños, hondureños y colombianos. Y de repente a políticos y autoridades parece importarles, pero no se siente auténtico porque en el 2024 se cumplirán diez años del endurecimiento de las políticas migratorias. Hace cinco años nos horrorizamos porque había niños en jaulas en Estados Unidos, pero no nos horroriza pensar que en México existen centros de detenciones para migrantes, mejor llamadas estaciones migratorias.

          Estados Unidos lleva años prometiéndole a su pueblo una cosa: menos migrantes. Obama deportó más personas que Trump, Trump prometió un muro dentro de México y aunque Enrique Peña Nieto defendió la soberanía nacional con uno de sus videos más exitosos en redes sociales, ese muro se construyó. ¿Cómo se construyó? A partir del fortalecimiento del Instituto Nacional de Migración, de la atribución a la Guardia Nacional como autoridad migratoria. Uno de los resultados de las políticas establecidas en el 2014 fueron las detenciones generalizas y la deportación inmediata. No se puso un ladrillo, pero se intensificó la criminalización de los migrantes.

          La situación en Ciudad Juárez lleva un tiempo calentándose, ahí se encuentran tanto los migrantes que buscan cruzar como aquellos que ya fueron deportados por Estados Unidos, como los que esperan la resolución del algún trámite. Para buscar soluciones y responsabilidades hay que mirar arriba, muy arriba. La Secretaría de Gobernación, por ejemplo, a los presidentes de Estados Unidos que llevan promoviendo la deportación de centroamericanos y latinos como la respuesta al descontento del estadounidense que se identifica primero como americano. Sin embargo, también hay responsabilidad en la ignorancia y por eso Óscar Martínez sostiene que es distinto saber a no saber. Si nosotros como ciudadanos no comenzamos a reconocer el sufrimiento que infligimos en quienes solo ejercen su derecho al libre tránsito. Todos migramos, buscando librarnos de las garras del dios de la miseria y su violencia, escribió Balam Rodrigo en su poemario Libro centroamericano de los muertos.

*Ana Paula Carrillo meza nació en Aguascalientes, pero lleva marcadas en la piel dos fronteras. Ha publicado ensayo, cuento y poesía. Le gustaría vivir en la playa porque no soporta el frío, escribir acompañada del vaivén del mar y dar clases.

Los materiales publicados en la sección “Opinión” son responsabilidad del autor/a y no necesariamente reflejan la línea editorial de Manatí.

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