En este país los políticos tienen tiempo para ser extraordinarios empresarios capaces de acumular riquezas impactantes, pero más allá de eso, es evidente que el diseño institucional mexicano deja mucho que desear.
La fe y la administración pública no se llevan, la fe y la política son antagonistas, apoco San Osorio no sospecha que millones de mexicanos piden con un montón de fe que las cosas cambien en México
¿Cómo realizar la utopía de la dignidad y la justicia en medio de un país donde la corrupción es ley, donde la violencia nos asola y nos penetra hasta el alma?