No podemos aspirar a un México libre del flagelo de la corrupción mientras no asumamos el papel que nos toca a todos nosotros.
México se sitúa en el lugar 95 de 167 países, según el Índice 2015 de Percepción de la Corrupción que elabora cada año Transparencia Internacional.
El año pasado nuestro país ocupaba la posición número 103 de 175 naciones evaluadas, este año avanza 8 posiciones pero mantiene la misma puntuación en la percepción de la corrupción que la registrada el año 2014.
¿Pero que es y como se mide este índice?
Se realiza año con año por la Organización de Transparencia Internacional, donde un grupo interdisciplinario de expertos miden distintos aspectos de cada una de las naciones que participa para determinar en una escala donde 0 es altamente corrupto y 100 implica niveles mínimos de corrupción, la calificación de cada uno de los países.
Este año, nuestra nación obtiene según este índice una calificación de 35 puntos, exactamente igual a la obtenida el año pasado, quedando solamente por encima de otras naciones del continente como Bolivia, Ecuador, Argentina, Honduras, Guatemala, Nicaragua, Paraguay y Venezuela que es la nación latinoamericana peor evaluada de todas, ubicándose en el lugar 158 de 167 obteniendo solo 17 puntos de 100 en la escala.
Pero, ¿qué tanto se ha empeorado o mejorado en este aspecto en nuestro país? Midiendo los periodos similares de los dos gobiernos anteriores, el índice refleja que México mantiene niveles similares en la percepción de la corrupción desde hace mas de 10 años.
En el Gobierno de Felipe Calderón a la mitad de su administración en el año 2006, se obtuvo un puntaje de 33 de 100 menor a la calificación actual, y en el mismo periodo durante el mandato de Vicente Fox el índice arrojó una calificación de 36 de 100 apenas superior a la obtenida en 2015 por el Gobierno de Enrique Peña Nieto.
Esto es sin duda un indicativo importante de que sin importar las siglas del partido que despache desde los Pinos, la corrupción es un problema endémico del sistema político mexicano y no se han generado las verdaderas condiciones para combatirlo en términos reales.
Transparencia Internacional señala que en su conjunto los países en vías de desarrollo pierden al año más de un trillón de dólares como consecuencia de la corrupción.
En México un sector cada vez más numeroso de la población está poniendo mayor interés en los casos de corrupción donde se ven involucrados políticos. Las redes sociales se han vuelto un poderoso instrumento de denuncia ciudadana, pero desgraciadamente siguen sin existir verdaderos instrumentos públicos y legales que permitan llevar ante la ley a quienes han incurrido en estos actos.
Es necesario llevar a la agenda pública este tema y que las personas que aspiran a gobernar nos digan no solamente que planean hacer para combatir este mal que aqueja a México, sino cómo y cuándo lo van a hacer.
Este año habrá 13 elecciones para elegir gobernadores en México, es urgente que se les exija a quienes aspiren a cargos de elección pública que presenten su “tres de tres” que no es otra cosa que su declaración patrimonial, su declaración de intereses y su declaración fiscal.
Pero el trabajo no termina ahí, los ciudadanos estamos obligados a revisar que en sus plataformas políticas se incluyan propuestas en razón del combate a la corrupción, tenemos la obligación de castigar con el voto a quienes en el pasado hayan estado involucrados en temas similares. Resulta increíble que aspirantes a gobernadores vinculados con casos de protección y complicidad en redes de pederastia, malversación de recursos, o que simplemente no puedan explicar el origen de sus bienes, hoy quieran venderse como redentores del sistema político y acusen y señalen los actos que en el pasado ellos mismos han cometido.
Insisto, el combate a la corrupción habrá de empezar con una cruzada ciudadana, donde nos asumamos como electores responsables e investiguemos, exijamos y corroboremos lo que nuestros candidatos nos dicen. No podemos aspirar a un México libre del flagelo de la corrupción mientras no asumamos el papel que nos toca a todos nosotros.