Es verdad que la familia está en crisis, y esto afecta profundamente a nuestra sociedad. Pero la crisis de las familias, no tiene que ver con la legislación del tema “matrimonio igualitario”, al menos desde mi punto de vista. La crisis de las familias tienen que ver con una sociedad cada vez mas injusta, mísera y con pocas posibilidades.
Por Hernán Quezada SJ / @hernan_quezada
Desde hace unos días, me he dado cuenta la cantidad de voces, acciones, declaraciones, marchas y posicionamientos públicos de muchas y muchos católicos sobre el asunto del llamado “matrimonio igualitario”. Ríos de tinta y publicaciones en redes sociales van circulando sobre este tema. Y esto me ha llamado la atención profundamente, pues parece ser que nuestra moralidad reposa, se gesta y se mueve sólo entre el obligo y las rodillas. Pareciera que tenemos moral sexual pero no moral social.
Es verdad que la familia está en crisis, y esto afecta profundamente a nuestra sociedad. Pero la crisis de las familias, no tiene que ver con la legislación del tema “matrimonio igualitario”, al menos desde mi punto de vista. La crisis de las familias tienen que ver con una sociedad cada vez mas injusta, mísera y con pocas posibilidades. Creo que las legislaciones como la energía, fiscal, “educativa”, etc, tienen que ver más con la crisis de las familias.
Soy testigo que las familias de hoy se ven obligadas a sostenerse en tan precaria situación financiera por el trabajo de Mamá y Papá, mientras los hijos crecen en guarderías. El desempleo, la explotación laboral, la desigualdad social, la migración, son tentáculos que van asfixiando el modelo de familia en el que creemos. Pienso que la cultura hedonista, narcisista, consumista y del descarte está detrás del fracaso de muchos matrimonios. Pero frente a estas realidades pocas voces,poca atención y pocos medios tenemos que ofrecer.
Me hubiera gustado escuchar las voces de nuestros líderes elevarse con la misma pasión que se están elevado hoy, ante las desapariciones de miles de miembros de la Iglesia, reclamar que nos sean devueltos los “arrebatados”, como les ha llamado el Papa Francisco a los desaparecidos. Pareciera pues, que sólo lo que tiene que ver con moral sexual es capaz de encender nuestras pasiones, pero no así lo que tiene que ver con otros aspectos que matan y quitan dignidad a los hombres y mujeres. No hay proporción.
Somos libres de expresar lo que creemos y de TRABAJAR POR ELLO; ¿Más allá de la protesta cómo y en dónde vamos gestando las propuestas?
Ampliemos la mirada, miremos con realismo y vayamos más allá de la moral sexual a la moral social, que también nos atañe. No vaya a ser que vivamos de rodillas mirando abajo de nuestro ombligo y dejemos de mantener la cabeza elevada para mirar lejos, pararnos firmes, caminar para ir al encuentro, para elevar la voz, para ofrecer nuestras manos ante los grandes problemas de nuestra gente.
El autor es Médico, jesuita y director de vocaciones en México.