Oaxaca 2006, a diez años de una insurrección popular

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Porque la vida y dignidad humana no pueden subyugarse a ningún mecanismo impersonal, la invitación está en seguir defendiéndolas aún cuando el actual escenario social no muestre un horizonte esperanzador.

Por  Héctor Noel José Reyes, SJ de Tequio SJ

Los engranajes de la imperante maquinaria política-económica no dejan de triturar el cuerpo de un pueblo cada vez más herido, dejando en muchos casos rostros irreconocibles y desollados cuyo clamor no debe callarse más. La actual fuerza magisterial disidente junto con otros sindicatos y actores sociales aguerridos libran un frente de lucha y resistencia ante la avalancha de las Reformas Estructurales (energética, laboral, educativa, de salud, etc.) aprobadas en este sexenio. En varias latitudes de nuestro país -Guerrero, Chiapas, Michoacán, Tabasco, etc.- la “mano dura” del Estado ha caído sobre algunos sindicatos de maestros que se han manifestado en demanda de sus pliegos petitorios. La expresión social del magisterio ha tenido mayor lugar en los últimos meses, pero la represión hacia los docentes por parte del gobierno se ha agudizado.

En este contexto quisiera rememorar un movimiento social que tuvo lugar en Oaxaca hace diez años. ¿Por qué esta memoria? Junto con el filósofo Walter Benjamin diría que rememorar el pasado, los momentos vividos por aquellos que reclaman su existenciaante la depredación del “progreso”, constituye un tiempo conquistado de una humanidad que tiene hambre y sed de justicia. Además, porque en la “verdad histórica”, en la voz oficial, los excluidos y machacados no cuentan y mucho menos aparecen como una interpelación a nuestro presente acomodaticio. En su lugar aparece una narrativa maquillada y domesticada por los intereses de los poderosos.

Pero el reverso de la historia nos apremia, nos cuestiona, nos descoloca. De ahí este intentoFoto: Frente popular de recuperar una memoria que, haciéndola visible, nos puede llevar a una empatía con los oprimidos y a movilizarnos con sus causas de justicia social. Porque el pasado aguarda una redención, dice Walter Benjamin; redención misma que aparece en nuestras manos para lograr el “tiempo mesiánico”, el momento de la liberación. En lo que sigue, un fragmento de vivencia personal que quiere mostrarse como parte de este cometido.

Todavía el alba no se lograba asomar en aquel amanecer del 14 de junio de 2006 y ya las fuerzas estatales antimotines habían hecho irrupción en el centro histórico de la ciudad de Oaxaca en donde se asentaba el plantón magisterial instalado semanas atrás. Días previos a esa fecha que en lo posterior habría de enarbolarse como el comienzo de una insurrección popular, corrían rumores de una represión por parte del gobierno del Estado contra los maestros del Sindicato de la Sección XXII. Ese día ocurrió lo inesperado; con golpes de tolete, gases lacrimógenos, patrullas y helicópteros, la policía desalojó brutalmente a los mentores que yacían en el lecho de sus campamentos de huelga. En el lugar se encontraban embarazadas y niños a quienes las fuerzas del orden público no les importó en absoluto pues arremetieron a todos por igual.

A media mañana los profesores se reagruparon y volvieron a tomar el Zócalo, mientras tanto estudiantes de la Universidad “Benito Juárez”de Oaxaca (UABJO) comenzaron sus transmisiones de Radio en apoyo a los manifestantes. Por su parte, “Radio liberation-progressif.blogspotPlantón”, asentado en el corazón de la huelga magisterial y que mantenía informada a la población de los sucesos de la represión social, en el desalojo sufrió daños en su equipo técnico. El llamado de auxilio no se hizo esperar pues la gente inmediatamente salió a las calles en una determinante solidaridad con quienes habían sido objeto de la violencia gubernamental. Algunos templos repicaban sus campanas y abrían sus puertas para acoger a los heridos que se contaban por montones. La noche caía y las barricadas se alzaban; el ocaso del día llegaba pero las fogatas encendían los ánimos de una lucha que comenzaba a entretejer la causa de la justicia social.

Pocos días después, en el edificio central de la facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UABJO, junto con los maestros de la XXII se dieron cita una serie de organizaciones civiles (campesinos, obreros, estudiantes, comunidades eclesiales de base, etc.) que habrían de conformar la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). En el recinto universitario podía advertirse un ambiente que hacía recordar las primeras palabras con que inicia el Manifiesto del partido comunista del filósofo Karl Marx; esta vez el «fantasma del comunismo» no recorría Europa, sino las calles de la Verde Antequera. Y aunque ciertamente no podría decirse que se trataba de una Comuna al estilo del viejo continente, lo cierto es que la insurrección de la APPO cimbró las estructuras del poder político y económico que en mucho tiempo no se había visto en Oaxaca.

Llegado el primero de agosto de ese mismo año, cerca de tres mil mujeres integrantes de la APPO -en su mayoría amas de casa- marcharon al centro de la ciudad y tomaron pacíficamente las instalaciones de la Radio y Televisión gubernamentales. Cencos 22Aquella manifestación se le conoce como “la marcha de las cacerolas” porque en su recorrido las valientes participantes llevaban utensilios de cocina con los cuales hicieron ruido en su paso por las calles. El sentido de esta expresión simbólica tenía por objeto protestar contra el machismo y, sobre todo, de expresar una reinvención del ejercicio del poder necesaria para construir nuevas formas de organización social; mediante sartenes, ollas, cucharas, etc., la fuerza femenina dejó sentir su presencia en el espacio público, pero no con la lógica de la imposición y el sometimiento, sino con el arte de quien sabe tejer la convivencia social.

Diferentes acontecimientos siguieron a estas experiencias fundantes de la insurrección popular: megamarchas, toma de radiodifusoras comerciales, manifestaciones artísticas y religiosas en clara denuncia social, la entrada violenta de la entonces Policía Federal Preventiva (PFP) a Ciudad Universitaria y al centro histórico, integrantes de la APPO y civiles que sufrieron detenciones, desapariciones forzadas y asesinatos, así como una larga lista de hechos significativos que marcaron el imaginario colectivo oaxaqueño en el 2006.

Hoy a diez años de estos acontecimientos, la situación social de nuestro país sigue marcada por problemáticas que en su momento gestaron la insurrección oaxaqueña. Los sucesos actuales no pueden pasar desapercibidos, la solidaridad con quienes luchan aparece como un imperativo de quienes queremos y soñamos con un mundo distinto, mejor para todos y todas. Porque la vida y dignidad humana no pueden subyugarse a ningún mecanismo impersonal, la invitación está en seguir defendiéndolas aún cuando el actual escenario social no muestre un horizonte esperanzador.

“Articular el pasado históricamenteno significa reconocerlo «tal y como propiamente ha sido». Significa apoderarse de un recuerdo que relampaguea en el instante de un peligro.” 

W. Benjamin

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