En el 2014 enfrentamos la crisis de migración de niños, niñas y adolescentes; se diseñó una estrategia emanada del Plan Nacional de Desarrollo que no fue suficiente ni para garantizar un tránsito digno, ni para contener la migración de menores. Desde ese entonces, asumimos que migran los hombres, las mujeres, niños, niñas, adolescentes, pero ¿hasta cuándo abriremos los ojos a los migrantes LGBTTI?
Por Renata Bermúdez / @Renbyh
[mks_dropcap style=”square” size=”52″ bg_color=”#009ddc” txt_color=”#ffffff”]C[/mks_dropcap]ontrovertida, así es como se puede definir la iniciativa del matrimonio igualitario propuesta por el presidente de México, Enrique Peña Nieto. Si bien para algunos es imperante salvaguardar la familia natural, no debe olvidarse que también es necesario legislar en materia de derechos para los grupos minoritarios, como lo son los pertenecientes al grupo LGBTTI. Para un grupo que busca igualdad, no basta con que tan sólo uno de sus derechos sea reconocido por la legislación de un país.
En este sentido, pese a que podría ser recocida su unión, no bastará para remediar los problemas a los que se enfrentan. Hasta el cansancio se nos ha repetido que México tiene un papel importante como país de expulsión, recepción y tránsito de migrantes. A pesar de ello, México aún no toma la postura adecuada para que se respeten los derechos de los migrantes en territorio nacional. En el 2014 enfrentamos la crisis de migración de niños, niñas y adolescentes, se diseñó una estrategia emanada del Plan Nacional de Desarrollo que no fue suficiente ni para garantizar un tránsito digno, ni para contener la migración de menores. Desde ese entonces, asumimos que migran los hombres, las mujeres, niños, niñas, adolescentes, pero ¿hasta cuándo abriremos los ojos a los migrantes LGBTTI?
La migración indocumentada en sí representa un estado de vulnerabilidad, y pertenecer al grupo LGBTTI lo incrementa. En 2015, según datos de la Comisión Ciudadana contra los Crímenes de Odio por Homofobia, México ocupaba el segundo lugar a nivel mundial en la realización de estos crímenes.
Cruzar por México, para los migrantes no sólo es enfrentarse a las redes del crimen organizado, también a la homofobia y por supuesto, a la discriminación. En las estaciones del Instituto Nacional de Migración no sólo son despojados de su identidad sexual, sobre todo los transexuales que son obligados a cambiarse de ropa, despintarse las uñas y cortarse el cabello, también se les piden favores sexuales a cambio de mejores condiciones para su estancia.
Salir de Centroamérica para este grupo, no sólo es por una cuestión económica, también es la búsqueda de una vida lejos de las amenazas que representa su diversidad sexual, pues muchos de ellos se enfrentan a la amenazas de muerte, violencia, fanatismos religiosos y un largo etc.
Actualmente existe un vacío conceptual en el tema de la movilidad humana, puesto que a la migración se le quiere entender siempre en variables económicas; dada la complejidad del mundo actual, han quedado cortos los conceptos, ya no se puede hablar sólo de desplazamiento forzado por cuestiones políticas. Hay violencia de género y discriminación por homofobia y tristemente, para estos migrantes, México tampoco es garantía de la plenitud de los derechos, ya que aquí son hostigados acosados, maltratados y coaccionados a no pedir asilo.
Que les sea reconocido el derecho de unirse, no remedia las situaciones de violencia y discriminación que vive la comunidad LGBTTI, mucho menos si de migrantes se trata, parece más bien un acto para recuperar la legitimidad de ejercicio y que pretende ocultar los problemas de fondo que tiene el país, hasta que no se les garantice una vida libre de discriminación en lo más mínimo, las acciones gubernamentales quedaran cortas para garantizar su inclusión.