Nacer mujer en países islámicos se traduce en tener menos derechos que los hombres. En octubre de 2017, Arabia Saudí dio ejemplo al dar vía libre para que ellas puedan entrar a un estadio de fútbol y vivir, de primera mano, la experiencia en las canchas. Ahora en Rusia 2018, las ciudadanas iraníes le están pidiendo al mundo entero que las apoyen para que su gobierno le siga los pasos a los saudíes.
En el debut mundialista de Irán contra Marruecos, en el que el primero se impuso 1-0, Sara, que no quiso ser identificada con su nombre real, sostuvo una pancarta blanca en la que se leía: “apoya a las mujeres iraníes para que asistan a los estadios”. De ser descubierta por las autoridades de su país, tendría que pagar hasta cinco años de cárcel porque allí, a ellas, no se les permite ver un partido de balompié en vivo y en directo.
Por eso, mujeres como esta activista aprovechan certámenes internacionales para poder gozar lo que les es prohibido en su país desde 1979, tras la Revolución Islámica.
Esta decisión fue impulsada por los religiosos ortodoxos que ven como inapropiado que una mujer se mezcle con hombres que no son de su familia, que vean a los jugadores exponer sus piernas y que escuchen un lenguaje vulgar que se reproduce en esos escenarios.
La prohibición no es para todas las mujeres. Es exclusiva para las ciudadanas iraníes que ya no quieren más ver un partido a través de una televisión, por lo que, a veces, se han arriesgado a entrar en un estadio disfrazadas como hombres.
Lo anterior ocurrió en marzo de 2018 en un encuentro entre Persépolis y Esteghlal, en Teherán, en el que el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, estuvo presente y no exhortó al Gobierno para que permitiera ingresar a las mujeres en los estadios nacionales. Las que fueron detenidas, se les liberó con la advertencia de que para una próxima ocasión todo el peso de la ley les caería.
Las manifestaciones contra la prohibición generaron el movimiento activista Open Stadium, conocido también como White Scarves (bufandas blancas), en 2005. A partir de esta plataforma, comenzaron a denunciar la desigualdad de género en los escenarios deportivos,porque no solo ocurre en el fútbol, el deporte nacional, sino también en el volleyball y la lucha libre.
El nombre de White Scarves responde a la estrategia de protesta que optaron las mujeres al prohibirles también los pósters y las pancartas. Por lo tanto, todos los mensajes de denuncian iban escritos en sus bufandas para no sufrir represalias.
Ha habido intentos de eliminar la prohibición, pero no se concreta nada. El hecho de que la FIFA haya permitido la presencia de la pancarta en el partido entre Irán y Marruecos en San Petersburgo es un avance al reconocimiento de los derechos de las mujeres de ese país.
“La FIFA prohíbe los mensajes políticos, pero esto no es una cuestión política, es una cuestión de derechos humanos”, dijo a El País de España Sara, la activista que sostuvo el mensaje en sus manos, esperando recoger el apoyo necesario para que por fin las mujeres de su país puedan vivir de primera mano la magia del fútbol.
Aunque afirma que no se trata de un tema político, no hay nada más político que defender los derechos.