Por Mariana Gaona / @Polinombrable
Existen fotografías que han estado olvidadas por mucho tiempo. Cuando por fin alguien las saca del encierro, no se reconocen algunas caras, no hay nombres o fechas que nos digan más de las personas retratadas. ¿Cómo saber quiénes son, cómo decirle a los demás que esos desconocidos importaron?
En una época donde olvidamos fácilmente gracias al scroll infinito, sabemos que un ejercicio de memoria, de recordar a otros, puede ser muy valioso. No olvidarlos es casi una resistencia.
Eso queda claro después de ver la exposición “Se buscan. Retratos inéditos de Manuel Álvarez Bravo”, actualmente en la Galería de Arte del Palacio Municipal, en el centro de la ciudad de Puebla.
Durante el recorrido es posible notar una reconstrucción muy valiosa, pues no sólo rescataron negativos del archivo del fotógrafo, sino que se utilizó una especie de mente colectiva para reconocer a las personas en las imágenes: gracias a diversos investigadores y personajes allegados a la vida cultural mexicana, muchas de esas caras hoy tienen un nombre y una identidad que, de otra manera, hubiera permanecido en las sombras.
Y por eso mismo son privilegiados: esos rostros lograron salir del anonimato porque eran importantes, porque estaban en el archivo de uno de los fotógrafos mexicanos más reconocidos a nivel mundial. Entonces surge la pregunta: ¿alguien, algún día en este país de locos, de desaparecidos y de fosas comunes, se dará a la tarea de identificar fotografías, los nombres o las identidades de las miles de personas que nos son ajenas? No estarán en el archivo de Manuel Álvarez Bravo pero (aunque sea obvio decirlo), seguirán siendo importantes.
Aunque mucho apunta a que las posibilidades de tal ejercicio son muy remotas, podemos tener una certeza: cuando nos juntamos y creamos memoria entre todos, sabemos que cosas buenas pueden pasar.
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