Resonancias y vaivenes del orgullo

Opinion LGBTI DAN HERNANDEZ

DANIELA HERNÁNDEZ | @DanHdezSa

Para mí, el 29 de junio tiene el sabor de una taza de café. Los preparativos y la experiencia misma me embotan los sentidos, me aceleran el corazón y me procuran energía. Pero después, después del último trago contenido, después de los últimos pasos dados en la Marcha del Orgullo LGBT+, no puedo evitar paladear cierto dejo de amargura, de nostalgia y de incertidumbre. Porque mientras camino de vuelta por esas calles que horas antes recorrí junto a otras y otros que de manera valiente pronuncian lo que son y defienden su forma de amar, me pregunto por qué tenemos que esperar por 364 días para recibir de manera pública y abierta el respeto, la tolerancia y la inclusión que merecemos todo el tiempo. 

Después de los carros alegóricos, la fiesta y las risas, la noche me cae encima y me inunda la nostalgia. Porque a partir del 30 de junio ya no existe la certeza de que los aplausos, las sonrisas y las miradas que recibimos desde las banquetas que flanquean Insurgentes y desde los balcones de los edificios de la avenida Madero, vayan a seguir retumbando a favor de nosotras y nosotros. Porque no sé si esas manifestaciones son sinceras y permanentes o si forman parte más bien de la escenografía y la banda sonora de un espectáculo que se nos permite una vez al año a quienes somos diferentes. 

Reflexiono esto mientras subo al metro, mientras me desplazo a través de esas líneas que como arterias irrigan a toda la ciudad. Tengo tres estaciones por delante, un transbordo y otras diez paradas más. Pienso. Pienso que tampoco tengo la garantía de que esas marcas que durante el Pride repartieron globos, condones y stickers vayan a dejar de despedir a sus empleadas lesbianas por ser lesbianas. Ni tampoco sé si esos policías que hacían vallas a lo largo de Reforma van a defender a las mujeres trans que corren el riesgo todos los días de ser asesinadas y de quedar en el olvido bajo la sombra de la impunidad institucional que las amenaza.

Bajo en Balderas, y cambio de dirección para llegar a la estación Miguel A. de Quevedo. 

También noto que mientras más me acerco a mi destino, mientras más me alejo del Centro Histórico, las personas que comparten el vagón conmigo están más y más ajenas a la celebración que horas antes nos reunió a miles en la plancha del Zócalo, y otra vez vuelvo a sentirme como minoría.

Las dudas me revuelven la cabeza, el metro se detiene y abre sus puertas y entonces los veo: dos hombres jóvenes que aun no se han despintado el arcoíris con el que sellaron sus mejillas, que no han escondido la bandera colorida y que, sobre todo, no se han soltado de la mano. Aquel sabor amargo se dulcifica, mientras revivo la dicha que sentí tan solo unas horas antes al saberme tan acompañada y tan protegida. Al recordar lo gratificante que es el encontrarme con tantas personas que reivindican junto conmigo y que con sonrisas orgullosas también gritan “aquí estoy y aquí me quedo”. 

Concluyo: sí, el proceder de una sociedad como la nuestra que sigue discriminando a la otredad es siempre impredecible. Sí, toca esperar otras 364 noches para que el reencuentro y la conmemoración de aquella histórica noche en Stonewall se repita, sí, sí y sí. Pero también es cierto que sin importar el rechazo o la resistencia que recibimos en contra, las disidencias sexuales estamos cada vez menos dispuestas a ocultarnos, a bajar la mirada, a esconder a nuestros amores y a guardar silencio.

Yo me bajo del vagón y ellos, los novios, se suben. Se besan, nuestras miradas coinciden y sonreímos, porque sabemos que, aunque no estemos hombro con hombro en el mismo sitio, dentro de nuestra cotidianidad vamos a seguir siendo y resistiendo.

Las puertas se cierran, el metro se pierde a la distancia y yo suspiro. Ya estoy lista para otra taza de café. 

Los textos publicados en la sección “Opinión” son responsabilidad del autor/a y no necesariamente reflejan la línea editorial de Manatí.

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Julian S

Que belleza de texto, me hizo llorar pues me identifiqué

Nat Barragán

Eres grande Dan!!! Me da gusto poderte leer en otro lado más. Sigue haciendo de este mundo un lugar mejor y felicidades por ser tú.

Karla

Increíble, tu forma de pensar y ver las cosas son impresionantes, los mejores éxitos, sigue así… Un gusto leerte 🙂

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