El vacío y la violencia en la mirada del fotógrafo Yael Martínez

Fotografía Yael Martínez

LUIS CONDE | @Luis_cond

Hay presencias imposibles de ignorar. El vacío de aquellos que dejan de estar en un lugar se impregna en las paredes de los sitios que habitaron, en la voz de quienes hablaron con ellos y en la piel de los que alguna vez estrecharon sus manos.

Así es como se construye el trabajo de Yael Martínez, quien este jueves presentó La Casa que Sangra en el Museo Amparo, un proyecto que lo llevó a obtener el segundo lugar del World Press Photo 2019 en la categoría Proyectos a largo plazo.

Este fotolibro, ilustrado por fotografías tomadas entre 2013 y 2018, retrata al estado de Guerrero sumido en la violencia. Sin embargo, estas imágenes pudieron haber sido tomadas en Oaxaca, en Sinaloa, en Tamaulipas o en cualquier rincón de México en donde a diario el vacío que dejan los desaparecidos y víctimas de la violencia entra por la puerta de las casas y se convierte en un habitante silencioso al que es imposible ignorar.

Los efectos de la presencia del crimen organizado, el dolor, la ausencia y la omisión de las autoridades caben entre las páginas del proyecto del fotógrafo nacido en Taxco, Guerrero, en 1984, y cuyo trabajo le abrió las puertas ante gigantes de la industria fotográfica y documental como la Asociación Magnum, en Nueva York, World Press, y de diarios como el New York Times.

La ausencia, la presencia más fuerte en La Casa que Sangra, tuvo su origen en 2013, cuando el autor del libro experimentó en carne propia el dolor que a diario sufren cientos de familias en México: el asesinato de uno de sus miembros. Para Martínez, el homicidio de su cuñado fue un hecho que cimbró todo a su alrededor, a su familia, a su entorno y a la manera de entender su trabajo como fotógrafo.

En aquel tiempo, Martínez era becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), donde trabajaba un proyecto relacionado con artesanos plateros y las implicaciones de una nueva minería en su natal Guerrero. Tras enterarse de la muerte de su cuñado, comprendió que debía modificar su proyecto y tratar de darle voz a los sentimientos que lo invadieron junto con su familia.

Así inició la travesía del fotógrafo. Pero fue acaso una travesía del duelo, porque cruzó la frontera de lo personal una y otra vez buscando las imágenes que pudieran ayudarlo a entender el asesinato de su cuñado.

Yael Martínez (al centro), en la presentación de La Casa que Sangra. Lo acompañan Mario Patrón (izquierda), rector de la Ibero en Puebla, y Miguel Ángel Andrade (derecha), director de IMACP.

Fue entonces cuando se le reveló que su dolor, algo íntimo, era un sentimiento colectivo en un lugar donde las personas tenían que buscar entre la maleza y hurgar las entrañas de la tierra para encontrar huesos, restos que les dieran certeza del destino de sus seres queridos.

Según el relato del autor, este trabajo reconocido internacionalmente es producto de un proceso de duelo prolongado indefinidamente, algo interminable. Es, también, un proyecto donde tuvo que leer los momentos, ser preciso y cuidadoso sobre lo que retrataba con su lente para poder expresar y entender no sólo una casa que sangraba, su casa, sino a un cuerpo, a una familia, a un país que se tiñe de rojo entre la violencia. 

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