MARIO GALEANA | @MarioGaleana_
Desde mediados de noviembre del año pasado, la icónica vista frontal de la Catedral de Puebla —un golpe súbito de piedra gris— quedó sumida en medio del amasijo de carpas blancas, varillas y un material similar al cartón que compone la réplica de la Capilla Sixtina.
Aquella extraña construcción —cuya imagen desentona con cualquier otro elemento a su alrededor— carecía de permisos cuando fue edificada por iniciativa del gobierno del estado, bajo solicitud de la Arquidiócesis de Puebla.
Al construirse en las inmediaciones de la Catedral, un inmueble histórico protegido por la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, la Capilla Sixtina debió contar con un permiso del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Sin embargo, el gobierno del estado solicitó esta autorización el 22 de noviembre, es decir, una semana después de que los trabajos ya habían comenzado. En ese lapso, habitantes de la capital divulgaron en redes sociales fotografías sobre daños provocados a las lajas de la explanada de la Capital.
Un día antes, el 21 de noviembre, el INAH suspendió los trabajos de la obra. Pero la suspensión duró un solo día. La administración estatal reconoció, a través de un comunicado, que “no se completó el expediente del montaje por parte de las instituciones involucradas”, pero que la construcción se había retomado por “comprensión” del INAH.
La réplica se inauguró el 30 de noviembre —y se mantendrá abierta hasta el 31 de enero— aún sin autorización del INAH.
En la solicitud de información 111510011301, el director del Centro INAH en Puebla, Ambrosio Guzmán Álvarez, reconoció el pasado 3 de diciembre que la construcción carecía de permiso, puesto que la solicitud se encontraba en análisis.
Desde entonces, el INAH no ha informado si la obra ya cuenta con autorización, ni ha efectuado un informe sobre los presuntos daños a las lajas de la Catedral que provocó su edificación.
El primer atisbo cultural del nuevo régimen
La réplica de la Capilla Sixtina es un proyecto del arquitecto Pablo Manuel Calles y del empresario Antonio Berumen que consiste en la reproducción de 2 millones 700 mil fotografías de los frescos de la capilla ubicada en la Ciudad del Vaticano.
Se trata de una exposición itinerante que, antes de llegar a Puebla, se montó en Ciudad de México, Estado de México, Nuevo León e Hidalgo. Su costo ha sido distinto en cada lugar: en los primeros dos tuvo una inversión de 45 millones de pesos, en Nuevo León costó 29 millones de pesos y en Hidalgo 16 millones de pesos.
En Puebla su costo fue absorbido mayoritariamente con el erario. Según el gobernador Miguel Barbosa, se le invirtieron 16 millones de pesos, de los cuales 14 millones fueron subsidiados por el estado y el resto por Banorte, patrocinador de la obra.
Pero los detalles del contrato no han quedado clarificados. A través de las solicitudes de información 02017819, 02017519 y 02017919, las secretarías de Turismo, Planeación y Finanzas y Gobernación respondieron a Manatí MX que no firmaron ningún contrato para la instalación de la réplica.
La Gerencia del Centro Histórico, a través de la solicitud 02017419, tampoco signó ninguna clase de convenio para su instalación.
No deja de ser paradójico que el primer asomo de la política cultural del gobierno del estado se haya cumplido por solicitud de la Arquidiócesis de Puebla.
Cuando se suspendió temporalmente la construcción de la réplica, el gobernador del estado dijo que el arzobispo Víctor Sánchez Espinosa había definido el lugar de instalación, y él había aceptado la petición por “facilote”.
Hoy la réplica pasó de ser atracción turística a sede eclesiástica alterna, pues este domingo 12 de enero el arzobispo la utilizó para bautizar a 23 niños.
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Fotografía de portada: @escajos.
