MARIO GALEANA | @MarioGaleana_
Hay un viejo canto estudiantil que promete que aquellos que fueron asesinados en realidad no morirán nunca y que las balas alcanzarán a aquellos que las dispararon. Ayer, oír aquel canto fue como sentir que algo reptaba desde el vientre hasta la garganta. Era sentir algo parecido a la rabia, a la indecible pesadez del dolor.
Van a volver, van a volver,
las balas que disparaste van a volver…
la sangre que derramaste la pagarás,
los estudiantes que asesinaste no morirán,
¡no morirán, no morirán!
El canto era repetido por cientos y su grito revolvía el aire de la mañana. Y al mediodía serían por lo menos miles. Pero ahora sólo aguardaban a las afueras de la Facultad de Medicina de la BUAP. Habían llegado a las 6:30 horas, cuando el cielo aún no clareaba, pero poco a poco las calles fueron llenándose de una luz nítida.
Lo primero que hicieron fue poner un largo moño negro en la entrada de la Facultad y después engarzaron los brazos haciendo una larga valla humana en torno a las rejas. Otros pusieron una bata sobre el suelo y la rodearon con velas.
Entonces, a ratos, se oía aquel canto. Y luego, en medio del silencio, el pase de lista de aquellos cuatro. Cuatro nombres que no morirán, aunque las balas los hayan alcanzado la madrugada del lunes 24, mientras volvían del Carnaval de Huejotzingo.
—¡Ximena Tirado Hernández!
—¡Presente!
—¡José Antonio Parada Cerpa!
—¡Presente!
—¡Javier Tirado Márquez!
—¡Presente!
—¡José Manuel Vital Castillo!
—¡Presente!
Kevin conocía a Javier porque en los últimos cuatro años habían vivido juntos. Ambos eran estudiantes de Medicina en la BUAP, ambos ansiaban graduarse muy pronto. Deshojó el recuerdo de su amigo frente a las cámaras aquella mañana. Lo hizo con la voz y los ojos rotos.
—¡Él no tenía más aspiraciones que servir a este país! ¡A este país que se está pudriendo! ¡Miren lo que nos hacen! ¡No es posible que todos los días salgamos con el miedo de no regresar a nuestra casa! ¡¿Qué no tenemos derecho a distraernos, a viajar seguros en un Uber, a salir a la calle sin miedo?! Obviamente que duele. Duele al país, a su familia, a mis amigos. ¡No es posible! Por mi amigo, por los que se fueron… ¡justicia por este país!
Una marcha de miles
El grito reverberaba a lo largo del Centro Histórico, repicaba entre las viejas fachadas de las casonas, se filtraba en medio del follaje de los árboles del Zócalo, consumía cualquier otro ruido de una ciudad inmensa.
“¡Justicia, justicia, justicia!”
Era el grito de miles. No hay, hasta ahora, un consenso sobre la cantidad de estudiantes que marcharon al mediodía de ayer por las calles de la ciudad. Los medios han barajado desde 10 mil hasta mil asistentes. El margen entre ambos cálculos ilustra, con precisión, la incapacidad de los medios por cuantificar aquella multitud.
La marcha comenzó desde distintos puntos de la ciudad, pero el contingente más numeroso partió desde la Facultad de Medicina hasta el Paseo Bravo, para después marchar a lo largo de la Avenida Reforma y el Bulevar 5 de Mayo. Su destino era Casa Aguayo, la sede del gobierno del estado.
Era un contingente ataviado, sobre todo, con batas blancas. La bata se convirtió en un símbolo, y por la tarde el hashtag #NiUnaBataMenos era tendencia en todo el país.
La intensa movilización fue facilitada por las autoridades universitarias, que durante la noche del lunes 24 enviaron un memorándum a todos sus alumnos explicándoles que, si decidían ausentarse de sus actividades, no recibirían ningún tipo de castigo.
Hay que decirlo: la marcha se inscribe en la disputa política que sostienen el gobernador Miguel Barbosa Huerta y el rector Alfonso Esparza Ortiz, quien, a través del Consejo Universitario, ha amagado con convocar a protestas multitudinarias en caso de que el mandatario no desista en su intención de crear un órgano de control al interior de la BUAP que responda al Congreso del estado o al mismo gobierno.
De hecho, mientras los estudiantes aún estaban a las afueras de Casa Aguayo, la BUAP publicó en sus redes sociales un video en el que reunían algunas fotografías de la protesta bajo una leyenda: “Si esto no nos conmueve, nada lo hará”.
Pero a los estudiantes que marcharon les era ajeno todo este rifirrafe entre el gobernador y el rector. El motor de la marcha era un genuino reclamo de justicia. No hubo ninguna consigna directa hacia algún funcionario o político, sino acaso un grito: un grito de temor devenido en rabia.
“¡Justicia, justicia, justicia!”
Los acuerdos con Casa Aguayo
Al mediodía, el contingente cooptó la sede de Casa Aguayo, donde cada martes se realiza una jornada de atención ciudadana instaurada por el gobernador del estado. Pese a ello, el gobernador no salió a hacer frente a los ciudadanos y, tras una hora de espera, pidió que una comitiva de universitarios ingresara para exponer su pliego petitorio.
Cerca de las dos de la tarde, los representantes del contingente salieron de vuelta con sus compañeros. El vocero de los acuerdos, un joven de lentes, sudado a causa del sol plomizo, recibió algunos chiflidos cuando hizo hincapié en la disposición del gobernador para hablar con ellos.
Pero continuó narrando el encuentro a través de un micrófono. Entre los acuerdos a los que llegaron con las autoridades, dijo, se enlista la aplicación de rondines policiacos en las principales sedes universitarias de la BUAP y la UPAEP a partir de las 5:30 hasta las 7 de la mañana, y de las 6 de la tarde hasta las 10 de la noche.
El miércoles 26, enlistó, se reunirán los rectores de la BUAP y la UPAEP, los alumnos de ambas escuelas, y las autoridades del estado para presentar un plan de seguridad en los planteles. Y el viernes 28 de febrero, un funcionario les informará con precisión sobre los avances de la investigación del multihomicidio.
—Eso es hasta ahorita lo que hemos logrado, pero sin duda es el comienzo de algo más grande.
Y la multitud estalló en aplausos.