JEAN LENIN CORONA | @JeanLeninVsC
La presidenta municipal Claudia Rivera Vivanco llegó minutos después del medio día al espacio comunitario de la junta auxiliar de San Baltazar Campeche. En medio del bullicio de la ciudad, la primera mandataria progresista de la capital poblana —como ella misma se define— ofrece su segundo informe de gobierno en una gira itinerante por las demarcaciones auxiliares.
Ayer, martes 12 de octubre, fue a La Resurrección y San Miguel Canoa, dos manchas urbanas al extremo norte de la ciudad que lindan más bien con lo rural y que poseen una población indígena mayoritaria.
Y hoy, miércoles 13 de octubre, está a unas cuantas calles de las principales arterias de Puebla y de Ciudad Universitaria, es decir, en el corazón de la capital del estado. Se escuchan camiones transitar y el aire de cercanía la mantiene tranquila: está en terreno ampliamente conocido.
Una modesta comitiva la acompaña al evento de este mediodía, donde ofrece un informe con las mismas características que los anteriores: modesto y en compañía de funcionarios, habitantes y pocos invitados.
La mayoría de la comitiva va con libreta en mano y portan chalecos que, con una simple leyenda, dejan pocas dudas sobre su función: Atención Vecinal.
Al momento de entrar al evento, saben su tarea: por cada persona que salude a la presidenta, afinan la pluma y, con oído atento, toman nota de las próximas gestiones a las que se comprometió la mandataria: sillas de ruedas, pagos del predial y hasta apoyos para madres de familia.
La gente se acerca poco a poco, con entusiasmo. Lejos de las quejas que inundan las redes sociales, estas personas muestran gratitud y afecto. No hay asistente con el que no choque su puño como saludo en tiempos de contingencia, otros tantos osados ignoran la sana distancia y la abrazan; ella sin tapujos regresa el afecto.
Toma su lugar en el presídium después de algunos minutos de agradecimientos y saludos. Sillas de ruedas y gastos funerarios se leen en cartulinas. Sólo habrá dos discursos: el del presidente de la junta auxiliar, Javier Maravillas Morales, y el de Rivera Vivanco. El primero reconoce la labor de los regidores y la voluntad de trabajo de la mandataria.
El segundo discurso, pronunciado por la presidenta, es más largo y ordenado, a la usanza común de la labor política. Es una repetición constante de cifras y axiomas relacionados con su labor. Son dogmas de la práctica política mexicana: repite cifras y logros hasta que suenen a algo sustancial.
En su caso, hace referencia al combate a la corrupción. “Somos el gobierno más transparente y vigilado de Puebla”, una frase que dice de 10 maneras distintas. “Combatimos la corrupción”, lo dice también de manera recalcitrante.
Sin embargo, lejos del discurso político de molde, ese que suena vacío, llama la atención un concepto, un par de palabrejas: Justicia social. Después de que el PRI las pervirtiera por tantos años, al justificar las prebendas del poder centralizado como medio único para lograr este objetivo —incumplido— de la revolución mexicana.
Ella, con una jerga propia de la izquierda, busca revitalizarlo, con objetivos más modestos, claro está. Su discurso, por breves minutos, gira del aburrido autoelogio de los últimos gobiernos municipales sin proyecto histórico-político, a uno más robusto.
Durante décadas, las juntas auxiliares han sido marginadas, han sido relegadas, por eso, esta administración se ha comprometido a darle solución a sus demandas, poniéndolas como prioridad. Es un tema de justicia social la obra pública del ayuntamiento que encabezo”, afirma.
Fue un momento de clara lucidez, pienso. Posteriormente, vuelve a la vieja escuela, que realmente es el objetivo de un informe: el 40% de la obra pública es para las juntas auxiliares, afirma dos o tres veces.
Continúa esa aura de la justicia social por algunos minutos más. Sigue justificando su hacer bajo el manto de la poderosa idea, ese concepto que nadie cuestiona en su sano juicio, por que la justicia y lo social no se cuestionan si van juntos.
Al concluir el evento, algunos reporteros la orillamos para hacerle preguntas filosas, con la intención de tomar alguna declaración que diera la nota.
Pero nada. Esa ya la soltó antes, en la junta auxiliar Ignacio Zaragoza: corresponde auditar las gestiones de Luis Banck y de José Antonio Gali, dijo, en respuesta a lo dicho por el gobernador Miguel Barbosa horas antes.
Esta vez, nos conformamos con unas palabras que esquivan la pregunta de la reelección y reafirman su visión de justicia social a través de la obra pública.