A finales de la década de los 90, el científico del Museo de Canterbury, Paul Scofield, y el ornitólogo de Wellington, Christopher Robertson, recogieron miles de trozos de plástico en los lugares de anidación de los albatros real del norte (Diomedea sanfordi) en las islas Chatham, Campbell Island y Taiaroa Head en la región de Otago en Nueva Zelanda.
Las aves se habían tragado la mayor parte de estos compuestos mientras buscaban alimento en el mar y luego lo regurgitieron en los sitios de anidación mientras intentaban alimentar a sus polluelos.
Entre 2003 y 2004, los investigadores también examinaron el plástico de los estómagos de las pardelas hollín (Puffinus griseus) muertas en las operaciones de pesca alrededor de la elevación de Chatham en Nueva Zelanda y la costa sureste de la Isla Sur. Ahora publican su análisis en la revista Aquatic Conservation: Marine and Freshwater Ecosystems.
La contaminación plástica es una gran amenaza para las especies de aves marinas, no solo aquí en Nueva Zeland, sino en todo el mundo (…) Saber más sobre cómo las aves marinas interactúan con el plástico podría ayudarnos a resolver este problema en el futuro. Por el momento, solo está empeorando”, advierte.
El estudio permitió comparar estos plásticos con muestras similares de otros lugares del Pacífico, incluida la costa de Chile y de la isla de Rapa Nui. Los investigadores examinaron los tipos de plástico encontrados junto con su forma, color y densidad.
¿Por qué comen plásticos?
Los resultados mostraron que los albatros son más propensos a comer plástico de colores brillantes, en particular rojo, verde y azul, confundiéndolo probablemente con presas. El estudio sugiere que los artes de pesca de colores brillantes de las operaciones de pesca comercial alrededor de estas islas podrían ser la fuente de parte del plástico que se encuentra en los nidos.
En el caso de las aves marinas buceadoras como la pardela hollín, los plásticos que se encuentran en sus estómagos eran sobre todo artículos de plástico duro, blanco/gris y redondo. Los investigadores creen que la mayoría de estos objetos se ingieren accidentalmente cuando las aves comen pescado u otras presas que han consumido plástico.
“Una de las conclusiones interesantes de este estudio es que muestra lo lejos que puede viajar el plástico en el océano. Algunas de las áreas donde recogimos el plástico son muy remotas. Para mí, eso demuestra que es un problema global; no es algo que un solo país pueda resolver por sí solo”, recalca Christopher Robertson, coautor del estudio.
Al evaluar lo patrones de interacciones entre aves marinas y plástico a un mayor escala, es decir en todo el océano Pacífico Sur, el equipo, liderado por la autora principal del estudio, Valeria Hidalgo-Ruz, del Millenium Nucleus Center de Chile, confirmó que incluso las aves marinas en una de las áreas más remotas del mundo, la ecorregión de Rapa Nui (Isla de Pascua), están fuertemente afectadas por este problema global, “lo que resalta la necesidad de soluciones urgentes”, dice Hidalgo-Ruz.
La ingestión de plásticos marinos es un problema importante para la conservación de las aves marinas y afectará a la mayoría de las especies de aves marinas para 2050, según las estimaciones.
Fotografía de portada Diego Miranda