Del sufragio femenino a la paridad electoral: un viaje de 67 años

elecciones en puebla

PALOMA FERNÁNDEZ | @PalomaPEN

Entre el sufragio femenino y la paridad total en todos los cargos de elección media un hiato marcado por la lucha y la defensa de los derechos de las mujeres.

La historiadora feminista Miriam Olivares presentó recientemente una ponencia de forma virtual para conmemorar los 67 años del derecho de las mujeres a votar y ser votadas.

En principio, explicó, las mujeres no fueron incluidas en la vida política del país ya que lo hombres argüían que podría provocar que se desafanaran de las labores domésticas y maternales para incursionar en un ámbito político en el que sólo participaban ellos.

Eso dejaba a las mujeres en una situación equiparable a la de los menores de edad y las personas con discapacidades mentales.

El movimiento sufragista tiene sus orígenes en la Revolución Mexicana, entre enero y noviembre del año de 1916, durante los dos primeros Congresos Feministas celebrados en Yucatán y convocados por el exgobernador Salvador Alvarado.

A dicho Congreso asistieron principalmente profesionistas y maestras, ya que un requisito era leer y escribir para abrir el diálogo de temas educativos, como la educación primaria y el papel de las mujeres en el mismo, el estado como integrador de la mujer en el progreso nacional y las funciones públicas.

Esta propuesta dio pie a que se exigiera la garantía del derecho a la educación para las mujeres. Sin embargo, la historiadora feminista asegura que existía un doble rasero, ya que el analfabetismo en el que se encontraba un gran porcentaje de los hombres de la época no fue impedimento para que ejercieran su voto.

El sufragio femenino dividió opiniones: un bloque se oponía a otorgar este derecho ya que consideraba que la mujer no contaba con la educación suficiente para ello. Y otro bloque, en el que se encontraba Hermila Galindo, una de las pioneras del voto femenino, demandaba un voto restrictivo que comenzaría por el voto municipal y que progresivamente escalaría al federal, para lo cual se requería saber leer y escribir.

Hermila Galindo fue pionera en la búsqueda de los derechos y la igualdad para las mujeres en todos los ámbitos de la vida. En 1917, propuso al Congreso Constituyente el reconocimiento de los derechos políticos electorales de las mujeres. Foto: Wikipedia.

Terminada la Revolución Mexicana se llamó a un grupo para que redactara la Constitución de 1917, que terminó siendo un dique para el sufragio femenino. Su artículo 34 se redactó en masculino y cerró el paso hacia las urnas.

La Constitución dictaba:
“Son ciudadanos de la República todos los que en calidad de mexicanos reúnan, además de los siguientes requisitos:
1-. Tener 18 años siendo casados, y 21 si no lo son.
2-. Tener un modo honesto de vivir.”

Aunque las mujeres trataron de revertir la ley, los miembros del Congreso alegaron que la participación de las mujeres sólo correspondía al ámbito privado —específicamente al doméstico— y que incluso su presencia en el ámbito político podía corromperlas por encontrarse “lleno de corrupción e inmoralidad”.

Otro argumento de esa cúpula era que las mujeres dependían enteramente de los hombres y que las mujeres serían altamente influenciadas por el clérigo, lo que afectaría su poder de decisión.

“Como si los hombres no lo hubiesen sido también”, deslizó Myriam Olivares, quien cuenta con una formación especializada en género y sexualidades por instituciones como la UNAM, la Ibero y el Colegio de México.

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La influencia desde Estados Unidos

Es así como en 1920 llega a México el movimiento sufragista en favor de los derechos de las mujeres, que también fue fuertemente influenciado por el sufragio femenino estadounidense conseguido en el mismo año.

El Consejo Nacional de Mujeres vio la luz en ese momento, y meses después evolucionó a ser el Consejo Feminista Mexicano, que se conformaba por intelectuales, obreras, empleadas y demás mujeres trabajadoras que buscaban un bien económico y social para las mexicanas de la época.

Hasta entonces, sin embargo, su principal demanda no radicó en la obtención del sufragio femenino sino hasta 1923, cuando llegó su disolución.

El Consejo mantuvo contacto con la llamada Liga Nacional de Mujeres Votantes de Estados Unidos que patrocinó la Primera Conferencia Panamericana de la Mujer en 1922, un suceso importante para esta lucha debido a que impulsó el voto a nivel internacional y fue un ejemplo de la construcción de una red transnacional que promociona el voto femenino y la creación de diversos grupos en favor de esta causa.

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En 1930, esta demanda se hizo presente en los Congresos de Obreras y Campesinas, organizados principalmente para atender la compleja situación económica que atañía a estos sectores.

En estos cónclaves sí se exigió el derecho al voto para las mujeres, pero también la obtención de tierras para campesinas y mejores condiciones laborales para obreras.

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Lázaro Cárdenas y la promesa del sufragio

La llegada de Lázaro Cárdenas a la presidencia de México supuso, en principio, la aprobación del voto para las mujeres, porque ésta había sido una de sus promesas de campaña.

En 1937, envió una iniciativa de ley al Congreso de la Unión para reformar el artículo 34 constitucional y garantizar la participación de las mujeres en las elecciones.

Sin embargo, la propuesta tuvo distintos obstáculos y en el último filtro antes de ser publicada en el Diario Oficial de la Federación, la propuesta fue cancelada bajo el argumento de que las mujeres votarían a favor de candidatos de derecha en lugar de respaldar el proyecto político postrevolucionario que fue llevado por Manuel Ávila Camacho.

Para entonces se encontraba una organización llamada Frente Único Pro Derechos de la Mujer, que se conformó en 1935 con una perspectiva marxista con la participación de 50 mil mujeres.

En 1937, el Frente Único Pro Derechos de la Mujer buscó el sufragio a través de una reforma al artículo 34 constitucional. La reforma, sin embargo, fue rechazada por el Congreso de la Unión. Fuente: Secretaría de Cultura.

En 1936, el Frente se mantuvo en torno a la lucha por el voto femenino y presentó una fuerte actividad política en la que a través de manifestaciones, talleres, mítines, huelgas de hambre y otras expresiones exigieron la atención adecuada al tema.

Cuando el poder se negó a aprobar la iniciativa de Cárdenas, el Frente Único Pro Derechos de la Mujer no ejerció mayor presión y optó por integrarse al partido que estaba en el poder, perdiendo autonomía y fuerza en la lucha por el sufragio femenino

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Un nuevo sexenio, una nueva oportunidad

Para la historiadora Myriam Olivares, en los años cuarenta el discurso público se cubrió de una sombra “maternalista”, que fundaba sus bases en la ciudadanía diferenciada por género, y que relegó a la mujer debido a un efecto moralizador de la política.

Sin embargo, en la segunda mitad de la década de los años 40 arribó al poder el primer presidente civil de México, Miguel Alemán Valdez. Durante su campaña prometió garantizar el derecho de las mujeres a votar, pero sólo a nivel municipal.

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Era, en realidad, un discurso que representaba parte de la modernidad de la época, que buscaba igualar a hombres y mujeres. Era, sin embargo, una igualdad simulada, porque se creía que el voto municipal no alejaría a las mujeres de sus roles domésticos.

La promesa tocó tierra en 1947, pero no generó un aplauso unánime entre las mujeres: por un lado, algunas agradecían la reforma constitucional; pero otras tantas criticaban a Alemán por no haber dotado este derecho a nivel federal.

Esto motivó la conformación de nuevos organismos y eventos para ejercer presión —como la Alianza Nacional Femenina y al Confederación de Mujeres de México—, aunque se trató de esfuerzos infructuosos.

A la entrada de Adolfo Ruiz Cortines, la figura de Amalia González Caballero de Castillo Ledón se hizo notable al convertirse en ser la primera mujer en formar parte del gabinete presidencial.

Amalia González Caballero de Castillo Ledón fue la primera mujer en formar parte de un gabinete presidencial. Fue fundadora de varias organizaciones e impulsó el derecho al voto. Fotografía: La Jornada

Sin embargo, Amalia González representaba los roles tradicionales de la mujer y, de algún modo, había optado por no enfrentarse con hombres en el terreno de la política, de acuerdo con la relatoría de Myriam Olivares.

González fue fundadora de la Alianza de Mujeres de México en 1952, una agrupación que junto a otras organizaciones priistas de acción femenil consiguieron la aprobación del derecho al voto para las mujeres en 1953.

Este proceso, concluyó la historiadora, fue una larga lucha de casi cuatro décadas basada en el igualitarismo y una mirada tradicional maternalista, que no pudo haber sido posible sin la participación e insistencia de miles de mujeres.

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