Desintoxicando narrativas: Mujeres y cannabis en México

Ilustración: Gogo | LADO B
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La despenalización de la marihuana en México no es una lucha ajena a las mujeres. Desde 2006 ha sido patente no sólo su participación sino también su liderazgo,

ARANZAZÚ AYALA, MELY ARELLANO, GOGO | LADO B
SARA MAKOWSKU, ULISES CHÁVEZ, TANIA MATADAMAS, SELENE VERA | RADIO ABIERTA

La despenalización de la marihuana en México no es una lucha ajena a las mujeres. Desde 2006 ha sido patente no sólo su participación sino también su liderazgo, y de manera más visible desde el 2015, cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) otorgó el primer amparo para el consumo lúdico de cannabis a cuatro personas, una de ellas, mujer.

El motor de la lucha han sido, sin duda, madres que cultivan para mejorar la calidad de vida de sus hijos e hijas con alguna enfermedad o discapacidad; mujeres y madres consumidoras que defienden el derecho sobre su cuerpo, el derecho al placer y al libre desarrollo de la personalidad.

Pero también están las que defienden a otras mujeres, las que están en prisión, las famosas “mulas”, que cometen delitos contra la salud obligadas por la necesidad, la pobreza o las relaciones inequitativas de poder.

Desde el Congreso de la Unión, son diputadas y senadoras que se atreven a llevar plantas de marihuana al recinto, que se reconocen feministas y consumidoras, que alzan la voz contra el prohibicionismo, las que están dando la batalla legislativa.

Mujeres que luchan contra los prejuicios y estigmas que hay hacia la planta y hacia ellas. Mujeres que le apuestan a un país donde el Estado legalice y regule el cultivo y el consumo de la cannabis, en beneficio de la salud pública y la justicia social.

Si la construcción de la historia y sus narrativas dependen también de las relaciones de poder, en un sistema patriarcal no es raro la invisibilización de las mujeres en las luchas sociales, pero ahí han estado siempre. Y estarán.

Mamás que cultivan

“Esta no solamente es mi lucha —aclara Margarita Garfias, mamá de Carlos, un joven con discapacidad múltiple—, es la lucha de miles de madres en la República Mexicana”. Una lucha a la que las familias se enfrentan solas y que, en la mayoría de los casos, termina convirtiéndose en una batalla sólo de las mamás con hijos o hijas que tienen algún tipo de padecimiento como epilepsia refractaria, o enfermedades poco comunes.  

Margarita Garfias es una madre cultivadora, pero esa no fue su primera opción. Antes usó un aceite aprobado para uso médico, un suplemento alimenticio alto en Cannabidiol (CBD), un componente no psicoactivo de la marihuana, que ella importaba. “Nos salía en 6 mil 500 pesos cada frasco, Carlos tomaba dos frascos y medio al mes, y no nos lo cubría el seguro, teníamos que pagar un agente aduanal, sin embargo comenzó a disminuir sus crisis epilépticas”.

Por desgracia, no fue suficiente. El organismo de Carlos llevaba 12 años de medicamento y a los ocho meses creó resistencia al aceite, “entonces nosotros tuvimos que buscar en Estados Unidos otro aceite o suplemento de cáñamo o de cannabis alto en CBD, pero con .3 por ciento de THC (que tiene la particularidad de regular el sistema inmunológico), sin que fuera legal en México el THC”.

El CBD, de acuerdo con la investigadora Mara Islas, es un componente no psicotrópico del cannabis (marihuana), “que posee una gran gama de oportunidades para el tratamiento de diferentes padecimientos”. 

El THC es el componente del cannabis que está asociado con el efecto psicodélico de la planta, por lo cual es el más estigmatizado y el que ha tenido una prohibición histórica.

El nuevo aceite le ayudó a Carlos más o menos un año, hasta que volvió a presentar tolerancia. Pero fue tiempo suficiente para que Margarita Garfias aprendiera “a través de tutoriales y de otras mamás que ya estaban cultivando: cómo cultivar, dónde comprar las semillas. Me veías atenta a todos los tutoriales que había de médicos en YouTube”, y ya tenía su primera cosecha.

Antes del uso de cannabis, a Carlos debían internarlo en el hospital dos veces al año por un estado epiléptico, “[que es] cuando una convulsión dura más de cinco minutos y ya no para, entonces hay que inducir un coma barbitúrico para desconectar el cerebro y que el sistema nervioso se vuelva a reiniciar”. 

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A partir de que Margarita comenzó a producir y administrarle a Carlos sus propios aceites, disminuyeron las crisis epilépticas: “cuando comenzamos a utilizar el THC el sistema inmunológico se reguló, entonces Carlos se olvidó de las hospitalizaciones”. 

“Ahorita ya llevamos cuatro años sin que pise un hospital para quedarse internado, entonces eso representa calidad de vida, para la familia representa calidad económica, porque el servicio público no tiene todos los servicios que necesitan niños o niñas como Carlos, los padres tenemos que pagar”.

“El Estado —lamenta— nunca nos ha puesto atención, ni nos había volteado a ver para dar realmente un esquema terapéutico, para al menos dar calidad de vida”. 

En 2015 inició la lucha de Margarita Garfias y otras mamás para lograr una reforma que les permitiera cultivar con fines médicos, aun cuando había quienes, ante la desesperación de ayudar a sus hijos o hijas, lo comenzaron a hacer desde antes.  

En medio de la tranquilidad, tanto en términos de salud como económicos, que trajo el uso de cannabis para ella y su hijo, llegó también “mucha inseguridad, por la certeza legal, porque estamos haciendo algo que es ilegal”. 

“Como no había un reglamento, los médicos no podían extender recetas [para usar cannabis]. Los médicos solo pueden extender recetas de medicamentos conocidos, que por cierto son pocos y carísimos, como el epidiolex, que es un fármaco desarrollado para niños con epilepsia refractaria, pero el frasco anda como en 28 mil pesos mensuales, y creo que aunque tuviera la receta no tendría el dinero para comprarlo; eso es lo único a lo que Carlos podría acceder con una receta médica”.

De hecho, en la experiencia de Margarita Garfias y otras mamás que se enfrentan a los mismos retos, la mayoría de los médicos le cierran las puertas a las familias en el momento en que saben que están usando cannabis, “es algo muy frustrante, no sólo nos dejan en el exilio legal, también en el exilio médico”.

Danaé Ochoa, otra mamá que cultiva cannabis para el tratamiento de su hija Maya, refiere incluso que su médico llegó a sugerir que ella además fumaba la planta, “y yo así de: si yo hiciera eso sería algo que a usted no le incumbe, porque la paciente es la niña, no yo.” 

Incluso en algún punto, al ver los avances en la salud de su hija, a raíz del consumo de cannabis, ella optó por ocultarle al médico que le había retirado algunos medicamentos. 

Danaé Ochoa está certificada como cuidadora cannábica. “Tengo una certificación en Estados Unidos y tengo una certificación en Chile. La de Estados Unidos la pude hacer en línea, pero la de Chile sí tuve que viajar a certificarme, para que la gente y, sobre todo, los médicos vean que una no está haciendo esto inconscientemente”. 

De fondo, el temor tiene que ver con la criminalización, porque “todo era ilegal en ese entonces, de hecho sigue siendo ilegal, porque a pesar de que el reglamento (para el uso medicinal de la marihuana) entró hace una semana, aunque tenía que entrar en 2017, a pesar de que ya haya un poquito más de apertura en el consumo lúdico, lo que yo sigo haciendo, que es cultivar, transformar y administrar en una menor de edad con una discapacidad, sigue siendo totalmente ilegal”, reconoce Danaé Ochoa.

El 18 de mayo de 2018 nació formalmente la Asociación Civil Familias y Retos Extraordinarios, desde donde Margarita Garfias, Danaé Ochoa y otras mamás se han organizado para impulsar el avance legal de la regulación y consumo de cannabis. 

“(…) Pero nuestra carrera ya viene de más atrás. Nosotras como mamás, cuando se convocó para la creación de la Constitución de la Ciudad de México, metimos tres iniciativas y las tres quedaron”. Garfias se refiere a cuando el Distrito Federal pasó a ser Ciudad de México y hubo un convocatoria pública para redactar su Constitución.

Esas tres iniciativas permitieron que se reconocieran el trabajo de cuidados no remunerados, la existencia de las personas con discapacidad múltiple, “porque antes de esta constitución, en México no se hablaba de la discapacidad múltiple, nuestros hijos e hijas eran un cero a la izquierda”, y el uso terapéutico de cannabis. 

Ahora buscan llevar ese reconocimiento al nivel federal. En 2017 lograron que se aprobara el uso medicinal de la marihuana, aunque recién en enero de este año se publicó su reglamento. En el tema del trabajo de cuidados, apenas en noviembre del 2020 pasó a la Cámara de Diputados la iniciativa que modifica el artículo 4º Constitucional, para reconocer el derecho al cuidado y al tiempo propio de las mujeres, así como la creación de un Sistema Nacional de Cuidados.

Esto “pondrá en el centro las necesidades de las personas con discapacidad múltiple, que son las que requieren mayor intensidad de cuidados y apoyo, para tener vida digna y autónoma, y también nos ayudará a las mujeres a liberar tiempo para dar calidad de vida, calidad económica a nuestros seres queridos”. 

Desde Familias y Retos Extraordinarios, además de hacer cabildeo legislativo, dan acompañamiento a otras mamás que empiezan en el uso médico de cannabis, tienen un banco de medicamentos, apoyan con despensas, organizan charlas y conversatorios con especialistas en nutrición y neuropediatras “que, por desgracia, no están al alcance del bolsillo de muchas mamás”.

También dan talleres sobre corresponsabilidad de cuidados a otras mamás del grupo, empoderan a las líderes en los estados para que comiencen a alzar su voz y han establecido contacto con la Comisión Nacional de Derechos Humanos, pues “es importante que las mamás se reconozcan como sujetas de derechos y que reconozcan a sus [hijas e] hijos como sujetos de derecho, no como sujetos de buena voluntad”.

Marihuana con m de mujer

Mariana Sevilla, activista e integrante de México Regula, otra de las organizaciones que se han vinculado con la lucha por la regulación, no duda cuando afirma que el movimiento por la despenalización de cannabis ha sido liderado por mujeres. 

“Patricia Mercado fue la primer candidata en poner en la plataforma electoral el tema de la regulación; la primera diputada en presentar una iniciativa de marihuana fue Elsa Conde; la senadora que nos convocó y quien debería tener crédito por impulsar el movimiento cannábico fue Martha Tagle, las mamás como Margarita Garfias han sido indispensables en esta lucha”.

Y en su lista suma a Amaya Ordorika, de ReverdeSer; Zara Snapp, del Instituto RIA y Lisa Sánchez, directora de México Unido contra la Delincuencia (MUCD), desde donde se impulsaron los amparos a favor de la regulación. 

Pero Mariana Sevilla mira hacia el norte y advierte lo que sucedió en Estados Unidos, donde primero se pensó que la industria cannábica le abriría las puertas a las mujeres, y poco a poco las han ido relegando a espacios más limitados. 

Por ello “estamos haciendo nuestro esfuerzo para que eso no ocurra en el modelo mexicano, pero sí preocupa lo que pueda ocurrir hacia un futuro con la regulación y el lugar que puedan jugar las mujeres, tanto en la industria como en la parte que el gobierno vaya a implementar”. 

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“Mi teoría —concluye Sevilla— es que si sólo fuéramos las mujeres las responsables de regular esto, ya se hubiera hecho hace mucho tiempo y se hubiera hecho mejor de lo que está saliendo”.

Y es que el tema atraviesa a las mujeres desde cualquier ámbito, dice Polita Pepper, de Cannativa AC, e integrante de la Red Latinoamericana de Mujeres Cannábicas: 

“En cualquiera de sus ámbitos, producción, distribución y consumo (…) sea cual sea la forma en la que te vincules, si eres una mujer productora vinculada al campo mexicano, ahí vas a tener particularmente tu relación con la planta de un cultivo ilícito, además de pertenecer a una población que ya de por sí está sistemáticamente vulnerada por el Estado mexicano”.

Lo mismo si se trata de una mujer consumidora en alguna ciudad, “peor si eres madre, pero si no eres madre, también vas a tener un doble estigma que tiene que ver con ese objeto totalizante de la prohibición que tiene que ver con los cuerpos”.

Y es en esa lucha por la autonomía de nuestros cuerpos y de nuestros territorios, donde Polita Pepper encuentra la convergencia de la liberación de la planta de cannabis con el feminismo, porque “nosotras tenemos el derecho legítimo de tomar decisiones sobre nuestros cuerpos, así como sobre nuestros territorios, [pero] el consumo y el derecho legítimo de disfrute de nuestro cuerpo, todo lo que está vinculado a la esfera de sentir placer, particularmente en el mundo de las drogas, está doblemente sancionado para las mujeres”.

Sobre todo si se considera que “el mundo del cannabis es muy masculinizado, y ese mundo mantiene esas prácticas que son de gueto, de reproducir esas prácticas sexistas donde las mujeres no entramos, simplemente porque no estamos consideradas, es como un pequeño bastión donde se reproduce esa lógica del patriarcado, que también sanciona el legítimo derecho al privilegio autogestionado del placer”.

Con Polita Pepper coincide Monse Angulo, joven socióloga consumidora de cannabis, que forma parte de la organización ReverdeSer, y quien también defiende que las mujeres tenemos “derecho a decidir sobre nuestras cuerpas en un sentido amplio, desde nuestra sexualidad, [y lo] que consumimos; lo veo como algo reciente, como una nueva ola de derechos”. 

La discusión y la reflexión, entonces, debe centrarse en lo político, sugiere Monse Angulo, “para decir qué significa esto, qué impacto tiene en nosotras la prohibición, o que se apruebe una ley de cannabis de esta forma, qué impacto tiene en nuestras vidas”.

Cuando consumir es temer

Las mujeres han tenido que romper los esquemas del mundo tradicional del cannabis y han organizado sus propias redes seguras. En el mundo del cannabis, como en casi todos los ámbitos, hay condiciones de inequidad, pero en México es muy evidente que gracias a la organización las cosas han cambiado.

En general los espacios cannábicos son muy masculinizados, pensados para hombres. Mariana Sevilla, de México Regula, una de las organizaciones que se ha sumado a la lucha por la regulación, pone como ejemplo las exposiciones de marihuana, y cuenta que casi siempre las pocas mujeres que había generalmente eran edecanes, chicas con poca ropa: las mujeres no estaban en espacios de toma de decisiones, en espacios para ellas.

En general al ser mujer se está en una condición de mayor vulnerabilidad al consumir, Monse Angulo, integrante de ReverdeSer, dice que la diferencia entre hombres y mujeres al acercamiento es muy grande, empezando por el problema al adquirir marihuana, con quién ir y dónde fumar.

“Me di cuenta de cómo los dealers tienen cierta diferencia de trato con las chicas, por lo regular siempre hay una connotación sexual de intercambiar algo más que la compra-venta, que sería, bueno, que sería con un pago”. 

Tampoco es lo mismo para una mujer consumir y que pueda sentirse mal, darle la famosa “pálida”, en un espacio no seguro. Siempre debe procurar hacerlo con alguien de confianza cerca o pendiente, respondiendo a la misma lógica de ser mujer en México: casi ningún espacio es seguro. 

Ante esto, muchas chicas han optado por crear sus propias redes y sus propios espacios, donde hay desde compra y venta hasta autocultivo, y lugares confiables de consumo.

Para Monse son estas desigualdades, de la mano con el crecimiento de la ola del feminismo en México, lo que ha detonado con más fuerza que se visibilicen las necesidades y derechos de las mujeres usuarias.

“Estamos saliendo a decir que somos usuarias y pues tenemos nuestros derechos al libre desarrollo de la personalidad, a nuestros cuerpos. Creo que era fundamental que esta conversación se detonara entre nosotras”.

Maternidad canábica

“Podría empezar mencionando que es como cualquier consumo de otra sustancia, como otras drogas, sólo que son legales. No he conocido a ninguna persona que no dependa de alguna droga, como el azúcar, el café o el cigarro. Diario lo consume y no se les cuestiona: oye, ¿tú cómo puedes vivir tomando tanto café todos los días?”, cuestiona una madre que consume cannabis y que, junto con otras, defiende su derecho a hacerlo: madres cannábicas.  

Y agrega: “Muchas personas tienen ese pensamiento de una persona que fuma: piensan que está bien volada y viendo elefantes y, la verdad es que no es así. Puedes hacer la mayoría de tus labores después de fumar y no pasa nada, es más, hasta las haces un poco más minuciosas o con más atención en algunas situaciones”. 

El estigma hacia las madres que consumen cannabis se inscribe dentro de lo que Polita Pepper identifica como una doble sanción del patriarcado por el uso y disfrute del cannabis, que induce al placer y al autoconocimiento, debido al “esencialismo binario en el que se mueve nuestra cultura occidental, que es vincular a la mujer única y particularmente con la madre, esa mujer madre, mujer naturaleza, mujer cuidadora, mujer sanadora, mujer como única proveedora de esa atención y de ese cuidado”.

Las madres cannábicas organizadas como colectiva denuncian justamente que se les señale y criminalice por ser usuarias. “La mayoría en algún momento puede llegar a sentir miedo o sienten miedo al considerarse [usuaria]. También [es un riesgo] el que no vivan en un espacio seguro y que hayan estado con una pareja que no esté de acuerdo con que fume cannabis y que a cada rato las esté amenazando, condicionando, chantajeando [respecto de la custodia de sus hijos o hijas], y no solo la pareja, creo que también pueden ser hasta familiares”. 

“Soy usuaria de cannabis, soy madre y también me informo, conozco mis derechos y sé que por usar cannabis no voy a ir a la cárcel, no soy mala madre o no soy mal ejemplo”, concluyen las mamás cannábicas. 

El sistema endocannabinoide

Ilustración: Gogo.

La nutrióloga Ángela Guillermín escuchó por primera vez del sistema endocannabinoide en un seminario de medicina deportiva y nutrición. “La verdad es que cuando yo escuché esto, pues con ya muchos años de uso lúdico me abrió toda una ventana, una alternativa de posibilidades”.

Ángela explica que el sistema endocannabinoide es un sistema de neurocomunicación cuya función es justamente comunicar y dar las señales adecuadas para que nuestros sistemas (neuronal, inmunológico y endócrino) hagan sus funciones, se recuperen y se equilibren. 

Todos los mamíferos tenemos un sistema endocannabinoide, el cual fue descubierto en la década de 1990. Este sistema de neurotransmisión está compuesto por receptores, proteínas receptoras específicas y sustancias que nuestro organismo sintetiza, que son los cannabinoides. La familia de receptores que responden a los cannabinoides en todas sus variantes han sido identificados y clasificados en dos grupos principales: receptores CB1 (RCB1) y CB2 (RCB2).

La participación demostrada por cada una de las estructuras químicas mencionadas (ligandos endógenos, enzimas que los degradan, receptores propios y la demostración de la presencia y ubicación en células, tejidos y órganos) en múltiples procesos fisiológicos permite considerarlo como un sistema, ya reconocido como sistema endocannabinoide (SE), lo cual demuestra su gran importancia para la supervivencia del individuo y la especie humana.

El sistema endocannabinoide o cannabinoide endógeno constituye un nuevo sistema de señalización, modulación y regulación a distintos niveles del organismo, desempeñando un papel modulador de distintos procesos cerebrales, inmunológicos, cardiovasculares y, de forma menos clara, el metabolismo energético y endócrino.

Actualmente se conocen tres tipos de cannabinoides: los fitocannabinoides, que son los que sintetiza la planta de marihuana de manera natural; los endógenos, que produce el organismo humano, y los sintéticos, que son los que se crean en el laboratorio. Esto significa que los cannabinoides, contenidos en la planta de marihuana, hacen interacción directa con algunos de los receptores que tenemos en nuestros cuerpos.

La investigadora Mara Islas de la UNAM explica que la planta de cannabis está compuesta por al menos 120 fitocannabinoides, es decir, cannabinoides de origen vegetal, entre los que destacan el THC y el CBD. El primero es el componente con propiedad psicotrópica, cosa que no tiene el CBD, lo que significa que tienen efectos muy distintos al ser consumidos; sobre todo cuando se utilizan con fines terapéuticos.

Karina Malpica, terapeuta y fundadora del sitio MindSurf, y Allionka Citlali P. Ángeles Moreno, Química Farmacéutica Industrial e integrante y socia fundadora de la Asociación Mexicana de Medicina Cannabinoide, coinciden en que el sistema endocannabinoide está encargado de funciones como el estado de ánimo y el dolor, a través de los neuro-receptores, y por ello sirven para modular a varios neurotransmisores, principalmente la dopamina y la serotonina. 

Por eso, los cannabinoides ayudan para tratar varias enfermedades o padecimientos, por su interacción con los receptores dentro de nuestro organismo. Y apenas en los últimos años ha tomado más interés entre la comunidad médica y científica el reconocimiento e investigación del sistema de los endocannabinoides.

La nutrióloga Melissa Tena, integrante de Sativa Care, clínica de atención integral con cannabis medicinal en México, explica que los seres humanos tenemos cannabinoides identificados como la anandamida y la 2AG, que son muy parecidos al THC y CBD de la planta de marihuana. El sistema endocannabinoide está compuesto por receptores llamados CB1, CB2 y Vaniloides, que están presentes en ciertas células del sistema inmunológico. Los cannabinoides de la marihuana interactúan de manera diferente con cada uno de los receptores que tenemos en nuestro organismo. 

Los endocannabinoides son sintetizados, liberados, recaptados y degradados en las células nerviosas del hipocampo, tálamo, cuerpo estriado, corteza cerebral, puente, cerebelo y médula espinal, todo lo cual confirma su posible función como neuromoduladores donde producen efectos farmacológicos similares a los del CBD, pero con una duración de la acción mucho más corta.

Karina Malpica, quien se ha especializado en terapias usando cannabis crudo, explica que “la principal función de este sistema endocannabinoide es la homeostasis, [que es] mantener todo en equilibrio dentro del organismo y, como tenemos receptores prácticamente en todo el organismo, en todos los sistemas (inmunológico, neurológico y endocrino) el sistema endocannabinoide es como un sistema regulador del resto de los sistemas, por eso tiene tantos beneficios en diferentes padecimientos”.

En esto coincide Citlali Moreno, quien dice que estas interacciones con los neurotransmisores es lo que vuelve a los cannabinoides algo muy atractivo para la farmacología, porque pueden ser empleados para tratar distintos padecimientos. En cuanto a las interacciones farmacológicas, la respuesta que se obtendrá del cannabinoide en particular varía a partir del lugar donde esté cada receptor dentro del organismo.

“Dependiendo de dónde se sitúe el receptor es la respuesta que vamos a tener, y también depende del tipo de cannabinoide que se pegue a ese receptor”.

Cannabis medicinal

Cuando Karina empezó a cultivar sus plantas, en 2017, su papá se enfermó. Tenía fallo renal, estuvo hospitalizado y muy grave; Karina sugirió que fuera tratado con ciertos aceites de cannabis, pero tanto él como los médicos se negaron rotundamente, dijeron que se podía intoxicar, y lo mandaron a dializarse. Pero al señor no le gustó, “dijo que prefería morirse, que lo llevaran a la casa”. 

Y ahí fue cuando su hija insistió otra vez. “Pues, papá, si estás desahuciado, si ya te vas a morir, déjame darte cannabis”. El señor accedió. Karina había estado investigando que en esos casos la mejor forma de administrar los cannabinoides era en su forma ácida, es decir, antes de aumentar su temperatura, o sea crudos, y empezó a darle jugo con las hojas verdes, flores crudas y frutas. Ella cree que gracias a eso salvó su vida.

Otro de los beneficios de la planta es la semilla, que no tiene cannabinoides sino ácidos grasos omega 3 y omega 6 . Los AG Ω-3 son componentes estructurales del cerebro y de la retina durante el desarrollo del feto. Durante el crecimiento y en la adultez, tienen efectos antitrombóticos y antiarrítmicos, aumentan el tiempo de sangrado evitando la adherencia de plaquetas en las arterias, previenen la aterosclerosis al reducir las concentraciones de colesterol en plasma, son esenciales para un adecuado desarrollo y funcionamiento del cerebro y del sistema nervioso. Se concentran en la retina y la corteza cerebral, mejorando las funciones cerebrales durante el aprendizaje, y también son precursores de compuestos hormonales como los prostanoides (prostaglandinas y tromboxanos) que facilitan la transmisión de mensajes en el sistema nervioso central. También se encuentran formando parte de todas las membranas celulares.

Para Citlali Moreno es muy apasionante el estudio de las interacciones de los cannabinoides, porque la planta de marihuana tiene ciertos principios activos que han demostrado tener un gran potencial farmacológico para el tratamiento de distintas enfermedades.

Su colega Mara Islas agrega que tanto en la parte inmunológica como en el sistema nervioso central hay impactos positivos de los cannabinoides, no sólo para padecimientos como la epilepsia, sino, por ejemplo, para la demencia, la ansiedad y el insomnio. “Yo diría que el cannabis tiene que considerarse como un coadyuvante mientras encontramos dosis correctas y los objetivos a los cuales nos vamos a dirigir para poderlo manejar de manera adecuada”.

Las propiedades de la planta pueden ser usadas también en la nutrición. Esto lo han explorado mujeres como Ángela Guillermín y Karina Malpica, la segunda sobre todo con la hoja cruda.

Aunque cada vez hay más estudios y apertura para la investigación y experimentación, sigue habiendo un gran prejuicio. Y no sólo en el área médica y científica, sino en general en cualquier ámbito donde se quiera hablar de cannabis.

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