Ocho parejas celebraron su matrimonio este sábado 4 de septiembre en el Palacio Municipal de Puebla en una boda colectiva, gratuita y pro LGBT.
MARIO GALEANA | @MarioGaleana_
Fotografías: BRENDA PALACIOS | @bgpalacioss
El Palacio Municipal de Puebla había sido testigo de vaivenes políticos, proclamas solemnes que fueron olvidadas, pero nunca de una boda. Y mucho menos de ocho. Y sin embargo ahí estaban las ocho parejas: sentadas en primera fila, tomadas de la mano, en el centro del poder político de la ciudad.
Entre esas ocho parejas estaban Luz y Lucía, y Óscar y Juan Manuel. Su presencia era la más simbólica, porque durante muchos años en palacios de gobierno como ese y en otros edificios igual de suntuosos, sus vidas —sus sentires, sus amores— fueron invalidadas, no reconocidas, hechas a un lado.
Quizá por eso, ambas parejas eran un imán para los fotógrafos e incluso para las funcionarias que encabezaron la primera boda colectiva, gratuita y diversa de la capital de Puebla. Todos querían tener una imagen con ellas y con ellos: todos querían dejar testimonio de lo que allí había ocurrido.
Eran —qué obviedad— parejas distintas. Luz y Lucía llevaban tenis negros, jeans, playeras con la imagen de ‘Bella’ y ‘Bestia’ impresas al frente. Óscar y Juan Manuel iban con zapatos, rigurosos trajes, un par de lentes y un pequeño chihuahua en brazos.
Ambas parejas habían dicho, poco antes de la celebración, que estaban emocionadas. Llevaban años compartiendo sus vidas, y también durante años habían pensado en cómo sería si. Y ahora, ese sábado 4 de septiembre, al mediodía, el cómo sería había dado paso al cómo ha sido.
También puedes leer: Tras lucha histórica, avalan matrimonio igualitario en Puebla
Y ese palacio de piedra gris, de columnas inamovibles, se había convertido en un inmueble un tanto más afable, adornado con rosas blancas al centro y a las esquinas.
Por lo demás, la boda colectiva fue bastante similar al resto de las bodas: la jueza María Guadalupe Gil —como cualquier otro juez— iba con retraso, los asistentes estaban ansiosos, un par de niños jugueteaban en las orillas de la celebración, y las parejas parecían nerviosas o encandiladas o expectantes.
Hasta que la jueza civil llegó y los discursos comenzaron, y fue hora de hacer oficial esa unión. Toma sólo un par de minutos firmar dos hojas, decir sí, darse un beso, unir la vida a la de alguien más.
Y, no obstante, cuántos años le tomó al poder político