Evangelina Corona es una mujer de Tlaxcala que lucho para que las costureras tuvieran mejores condiciones laborales; a continuación te compartimos su historia.
PAOLA CHAVELY TORRES | Escenario Tlaxcala
En 1938 nació en el rincón de los árboles la mujer que luchó por los derechos de las costureras: Evangelina Corona. Siendo adolescente, migró junto a su hermana a la ciudad de México. Su primer trabajo consistió en la limpieza y mantenimiento de casas; sin embargo pudo ingresar al mundo de la costura, donde peleó porque las mujeres costureras tuvieran mejores condiciones laborales.
En 1959, con 21 años de edad, Evangelina comenzó a integrarse al mundo de la costura. Su primer empleo fue en Casa Gante y desempañaba el trabajo de sastrería en los trajes para «los tamarindos» -así se les decía a los agentes de tránsito pues su uniforme era café con beige-.
Evangelina Corona y la explotación laboral
En el libro «Evangelina Corona Cadena: Contar las cosas como fueron» de la editorial, Evangelina menciona que su trabajo formal como costurera fue en la fábrica «Jenifer Line», empresa judía. No obstante años más tarde la compañía sufrió una escasez de trabajo, por lo que la canalizaron a un taller de costura.
Su trabajo en el taller de Cervantes era maquilar las prendas de la empresa «Jenifer Line», lugar donde había trabajado. Por supuesto en ese momento no tenía noción sobre las condiciones de explotación que estaba viviendo a lado de sus compañeras de trabajo, pues no sólo tenía que responsabilizarse de su trabajo, también tenía que desempeñar otras funciones sin un pago extra.
Evangelina Corona narró en su biografía que cuando trabajaba en el Taller Cervantes pensó que su desempeño laboral había provocado que se ganara la confianza de su empleador, pues dentro de sus labores -además de cocer en máquina over- también se encargaba organizar a sus compañeras y cumplía con la función de abrir y cerrar el taller. Más tarde se dio cuenta que estaba siendo explotada.
Por cuestiones laborales, el Taller Cervantes tuvo que traspasarse a Naucalpan, sin embargo Evangelina decidió dejar el empleo porque le implicaba un gasto extra en pasajes. Como ya contaba con experiencia en la costura, decidió buscar otro trabajo en la misma línea de trabajo y así llegó a la fábrica Elisé, del señor Samuel Bizú.
De acuerdo con los relatos de la misma Evangelina, en la fabrica Elisé, a las costureras se les medía el tiempo que duraban en realizar una prenda con cronómetro, esto con el fin de que los empleadores midieran las prendas que cocían al día.
En el Taller San Antonio Abad, empezó a cocer ropa para Liverpool, Sears, el Palacio de Hierro y Suburbia; y pudo trabajar por más de quince años.
El terremoto de 1985 un antes y después en el trabajo como costurera
Conforme pasó el tiempo, Evangelina pudo darse cuenta de las condiciones de precariedad laboral en la que estaba viviendo junto a sus compañeras costureras, sin embargo fue el terremoto de 1985 lo que hizo que despertara su lucha.
Para ese momento, Evangelina y sus compañeras habían pedido que el horario de entrada se modificara, para que su hora de entrada fuera a las 8 de la mañana, en vez de las 7.
El Taller San Antonio Abad estaba ubicado en un edificio de 11 pisos, y ahí había otros trece talleres de costura más.
A pesar de que el temblor ocurrió cuando estaba en la entrada de la escuela de su hija, decidió presentarse a trabajar -en ese momento no había comprendido la magnitud del terremoto- tomando en cuenta que días anteriores arquitectos e ingenieros habían revisado el edificio y mencionaron que la propiedad estaba en perfectas condiciones.
Para sorpresa de la tlaxcalteca, al llegar al edificio, éste se había derrumbado con la fuerza del terremoto.
<<Me impresionó mucho encontrar que la banderita tricolor que habíamos hecho con pedazos de la tela de la ropa que se cosia y que habíamos puesto en la ventana por las fiestas patrias, estaba ondeando solita entre los montones de escombros, como pidiendo auxilio.>> – Evangelina Corona
Maquinaria más importante que la vida de las costureras
Pasaron días y las costureras sobrevivientes del terremoto no tenían seguridad sobre sus empleos. Por lo que Evangelina Corona decidió acudir con el representante sindical Martín Martínez Roque, quien en ese momento la canalizó a ella y a otras costureras a la Procuraduría de la Defensa del Trabajo para poner una demanda y solicitar la reapertura de la fábrica y la reinstalación de las trabajadoras o su indemnización.
Ante las demandas de las costurera, el 8 de Octubre se llevó a cabo una audiencia en donde el patrón de la empresa propuso que la situación fuera tratada como un caso fortuito, porque la incertidumbre laboral no había sido provocada ni por él, ni por las trabajadoras. Por lo que ofreció el 20% de lo que la ley señala para casos fortuitos.
La respuesta del representante sindical en ese momento fue que aceptaran ese 20%, sin embargo las costureras rechazaron la oferta pues el pago de $75,000 de indemnización -lo que hoy son $7,500mx- se iba a dar a aquellas mujeres que tuvieran al menos 15 años laborando en la fábrica, y aquellas que tuvieran menos tiempo trabajando no se les iba a dar nada.
Con el rechazo de la oferta, Martín Martínez Roque las dejó solas; a excepción de Evangelina Corona, quien en ese momento le ofrecieron trabajar en un taller arriba de la ciudad.
Sin embargo no todas las costureras tuvieron la misma suerte, pues muchas costureras eran obligadas a trabajar en edificios que corrían el riesgo de derrumbarse, mientras que sus empleadores sacaban tela y maquinarias para que no se descompusieran.
Incluso en uno de los relatos de Evangelina Corona, hace hincapié que talleres como Topeka tenían interés en sacar a toda costa sus unidades de trabajo sin importar que incluso algunas costureras seguían bajo los escombros.
Incluso mientras sacaban los rollos de tela se podían ver restos de sangre y piel de compañeras costureras, quienes sus cuerpos nunca fueron encontrados y quedaron en calidad de desaparecidas.
En el documental «No les pedimos un viaje a la Luna» -dirigido por Maricarmen de Lara en 1986 y que hace referencia a la lucha de las costureras y al trabajo de Evangelina Corona- se puede observar cómo madres y familiares de costureras llegaban a las instalaciones de los edificios donde se encontraban los talleres de costura para encontrar el cuerpo de sus hijas bajo los escombros; sin embargo los empleadores solo tenían como objetivo rescatar sus máquinas y materia prima.
Unión de Costureras en Lucha
En ese movimiento mujeres feministas convocaron a una reunión para discutir la situación de desigualdad que estaban viviendo las mujeres en ese momento. Elena Poniatowska, Amalia García, Marta Lamas, Mari Claire, Rosa María Roffiel y Ángeles Mastreta se solidarizaron con las costureras y colaboraron en la creación de un comité para que costureras empezaran la defensa de sus derechos.
En ese momento Evangelina Corona, a lado de otras costureras, pidieron ayuda a los voluntarios que estaban en la zona para tomar las instalaciones donde se encontraban los talleres de costura.
Además se movilizaron y pidieron ayuda en universidades y a otros sindicatos. Costureras hacían guardia para vigilar que los patrones no se llevaran la maquinaria. El objetivo era resguardar todas las pruebas que se tenían de que habían laborado como costureras, pues esa era la única garantía que tenían para exigir que las trabajadores fueran indemnizadas por la ley.
Al ver las acciones de las costureras empleadores respondían: Costureras cuestan más vivas que muertas. Declaraciones que encendieron la sangre de las trabajadoras, por las que decidieron plantarse y gritar: «de aquí no nos mueven».
El trabajo de las costureras también era buscar entre los escombros a sus compañeras y también fueron amenazadas por los dueños de los talleres por si alzaban la voz. Sin embargo continuaron con su organización.
Sindicato de Costureras 19 de septiembre surgió entre los escombros
Ante la falta de respuesta por parte de los empleadores, el 12 de de Octubre de 1985 se realizó la primer gran marcha de las costureras hacia Los Pinos. En ese momento la tlaxcalteca Evangelina Corona ya se había integrado a la Unión de Costureras en Lucha.
Aunque en ese momento aún no existía el sindicato, esa marcha sirvió para conocer activistas y abogados, quienes fungieron como asesoras políticas y asesores jurídicos del Sindicato de Costureras 19 de septiembre.
Al llegar a los Pinos, costureras entregaron un pliego petitorio a la ex-diputada priista Hilda Anderson, sin embargo nunca llegó a manos del presidente Miguel de la Madrid. Sin embargo buscaron la manera de entregar los documentos directamente al presidente.
En el pliego petitorio las costureras solicitaron una audiencia directa con el aquel entonces presidente de México, Miguel de la Madrid.
También solicitaban la reapertura de sus fuentes de trabajo y la reinstalación de las trabajadoras, la indemnización de quienes ya no iban a ser reinstalados y por último pidieron los recursos económicos para la creación de un fondo de reconstrucción que permitiera a los damnificados recuperar sus viviendas.
En el caso específico de las costureras estaba la petición del registro del sindicato que estaba por nacer: un sindicato de mujeres, para mujeres y dirigido por mujeres.
El 18 de Octubre, Evangelina Corona a lado de 70 personas pudieron reunirse con el presidente De la Madrid Hurtado para plantear la problemática a la que se enfrentaban las costureras y las condiciones en las que estaban viviendo, y ese fue un precedente importante para la creación del sindicato.
Este texto fue publicado originalmente en Escenario Tlaxcala, si quieres leerlo completo da clic aquí.