En esta columna la equipa de Mundo en Corto reflexiona sobre algunos comentarios que provocó la película más reciente de Barbie sobre feminismo, masculinidad y mercadotecnia.
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En cumpleaños, navidades o cualquier ocasión especial no podía faltar al menos una Barbie como el regalo predilecto. Creo que hablo por varias cuando digo que de niña nunca me identifiqué con esas muñecas, pero paradójicamente cuando fui creciendo también fue aumentando mi obsesión por convertirme en la Barbie esperada por la sociedad.
En los primeros cortos de la película se percibía como una película infantil dominguera, sin necesidad de reflexiones o emociones fuertes. Sin embargo, una vez que salió al mercado, iniciaron los comentarios por parte de la corriente más conservadora, acusándola de misándrica, hembrista y hasta de abortera. Pues resultó ser una película orientada a un público mayormente millennial y centennial que invitó a la introspección y discusión.
Greta Gerwig ironiza el machismo de nuestra sociedad con el contraste que enmarca entre Barbieland y el mundo real. Para cierto público feminista la exageración no fue suficiente ni necesaria, pues no develó el hilo negro del sistema patriarcal y por el contrario, retrató un feminismo blanco. En contrasentido, para la línea más conservadora fue insultante, principalmente para los hombres por la burla que hace a la masculinidad frágil y a los machos amantes de los rodeos y el poder. Pero no todo es blanco o negro, hay matices. El matiz en esta escala fueron aquellas personas a las que la película sacudió, haciendo evidente las estructuras patriarcales que reproducimos en la sociedad.
¿Barbie estereotípica salvó al mundo? Por supuesto que no. A Barbie se le ha pedido que tenga piernas esbeltas, cintura delgada y boobies grandes. Luego se le pidió que fuera pilota, maestra, doctora, presidenta, sirena, bailarina, científica y abogada. Ahora también queremos que sea feminista, pero todo con cabello y cutis perfecto. Barbie no es un documental sobre las olas de feminismo. Es una película de entretenimiento que conecta y expone de manera superficial algunos problemas que nos han afectado en las últimas décadas. La directora utiliza varios recursos para nombrar los actos de machismo y empodera el diálogo de la autonomía de las mujeres.
Por otro lado, no hay que perder de vista que Barbie, además de sus múltiples profesiones, también es excelente vendedora, pues solamente en su primer fin de semana de exhibición recaudó más de 356 millones de dólares alrededor del mundo. Quizás estamos ante el mejor caso de estudio para las futuras generaciones de mercadotecnia. Pues si bien, en los diálogos se realizan acusaciones fuertes a la marca multimillonaria, también fueron dos horas de advertising apologies.
Ricard Dickson, presidente y director de la marca, señala que a partir de 2014 comenzó el camino para reflexionar sobre la pérdida de relevancia de Barbie, y generaron un plan de transformación de la marca. Lo cuál empata muy bien con este intento por reconciliarse con la generación de las mujeres que se identificaron durante su infancia y adolescencia con Barbie, pero también un intento de ganarse a las nuevas generaciones que como bien dice Sasha: desde los 5 años que no juegan con una barbie.
No imaginábamos que Barbie pudiera pasar del ícono de la superficialidad a un ícono disruptivo en las conversaciones de la mesa. Pero el paso hacia la reflexión y crítica sobre el sistema patriarcal, los estereotipos de género y el machismo en las relaciones no provendrá de un juguete. Es necesario que como sociedad dejemos de imaginar mundos ideales, y en cambio construyamos una sociedad diversa e incluyente. Para que entonces sí, cada individuo pueda ser quien quiera ser.
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