Movimiento Ciudadano o el arte de la política chatarra

Movimiento Ciudadano Chatarra

¿Movimiento Ciudadano tiene únicamente propuestas “chatarra”? En esta columna el autor reflexiona sobre el tema.

ALEJANDRO BADILLO | @Alebadilloc

La brújula política del siglo XX ahora es un mero recuerdo. Si antes los aspirantes a un puesto de elección popular intentaban, al menos, ceñirse a una ideología partidista, ahora no tenerla es motivo de orgullo. Todo cabe en un partido si se sabe acomodar y, sobre todo, si se es miembro del grupo en el poder. En esta debacle propia de la posdemocracia, Movimiento Ciudadano brilla con luz propia. Hay que decirlo: supo explotar, antes que otros partidos, el descrédito de la política tradicional para apropiarse del mote de “ciudadano” y, de esta manera, disfrazar a sus integrantes de personas ajenas a la burocracia y al aparato de poder. Por supuesto, el disfraz no resiste la realidad de la élite que controla ese partido, migrantes y expulsados del statu quo partidista que siempre encuentra, mágicamente, acomodo entre los que denuestan la “vieja política”.

Movimiento Ciudadano ha llevado a la perfección el arte de la política chatarra. El partido, fundado por Dante Delgado, expriista que estuvo en la cárcel en 1996 acusado de corrupción, convierte las críticas en propaganda. En una época de pasmosa superficialidad, el partido naranja convierte una frase banal dicha en un video “fosfo fosfo” ––gracias a una de sus principales figuras, Mariana Rodríguez, ahora candidata a la alcaldía de Monterrey– en una suerte de mantra que sirve de estribillo de batalla para los candidatos “ciudadanos” que recorren el país vestidos de color naranja. Cualquier desliz, error o muestra de ignorancia se transforma, gracias a la magia del spot, en un activo que se repite en un jingle, una suerte de arma de penetración masiva que controla las mentes de los votantes. Si todas las promesas electorales se parecen, el jingle es la marca que hace la diferencia para los también llamados emecistas. 

¿Qué defiende Movimiento Ciudadano? Imposible saberlo. Como en una tómbola, uno puede meter la mano para sacar un candidato para las próximas elecciones y encontrar a un político que busque disminuir la jornada laboral como Rodrigo Cordera –aspirante a la alcaldía de Benito Juárez en la CDMX– y Sandra Cuevas –expanista y aspirante al Senado– famosa por sus acciones de mano dura propias de los políticos de ultraderecha. En medio cohabitan todas las ideologías e intereses posibles. Quizá, el pegamento que intenta unir este rompecabezas es el tono aspiracional –propio de la clase media-media alta– que da forma a la publicidad que llega a nuestras vidas, aunque no queramos. Uno de los spots más representativos del partido naranja presenta su utopía, una fiesta en una alberca amenizada por el personaje fetiche del partido: Yuawi, un adolescente wixárika quien, vestido con su atuendo tradicional, toca una pequeña guitarra mientras los demás festejan, cantan y se la pasan bien. Es, de muchas maneras, el claro reflejo de la visión de la élite que se precia de ser incluyente. Yuawi sólo sirve como escenografía para que la gente bonita crea que el partido naranja se conecta al México ancestral sin que, por supuesto, tenga que saber algo más como, por ejemplo, las necesidades y la pobreza de los indígenas. Si dejamos a un lado la idea de que estamos viendo un spot de un partido político, podríamos pensar que Yuawi está promocionando una nueva marca de refresco. En la era de la política chatarra, potenciada por la banalidad de la democracia electoral, los algoritmos y las redes sociales, la fórmula mercadotécnica de Movimiento Ciudadano parece conectar con los más jóvenes, los futuros votantes que respaldarán al partido, aunque no puedan enlistar alguna promesa de campaña. Es lógico, si el partido naranja se promociona como un refresco, lo que menos se espera es que el consumidor conozca o se interese por los ingredientes de la bebida chatarra. 

Hay que apuntar un último factor que explota Movimiento Ciudadano para posicionarse entre el electorado, particularmente con su candidato presidencial quien llegó, de rebote, a la misión: la política-queda-bien. Como es imposible que Jorge Álvarez Máynez –personaje quien, a la postre, ya representó electoralmente al PRD, PRI, Verde Ecologista y Panal– llegue a la presidencia, se compromete con la agenda que todos quieren oír, una agenda que funciona muy bien para el elector consumidor en la democracia de mercado que muchos consideran la única democracia posible. Así como una marca de refresco o comida chatarra tiene diferentes versiones para clientes diferentes, Movimiento Ciudadano no se compromete con grandes cambios sino responde al abanico de preocupaciones del elector de las ciudades y centros urbanos dominados por las clases medias: educación financiera en los planes de estudio; la implementación de la famosa Agenda 2030 de desarrollo sostenible (que, por supuesto, ningún país va a cumplir); energía eléctrica renovable y todo aquello que termine con la palabra “verde”. Las propuestas que podrían parecer valiosas –como la de pensiones– se financiarían con “impuestos generales”, es decir, parejos. No podía faltar la varita mágica de la derecha liberal en México y en el mundo: disminuir los engorrosos trámites e impuestos para los emprendedores. En general, como está en sus mismos documentos, la agenda de los naranjas es “socialdemócrata” (más allá de lo que opinen muchos de sus candidatos en el país que, quizás, no conozcan los documentos y lo que implica este concepto), aunque las promesas de esa aparente tercera vía –una especie de capitalismo buena onda para hacerlo menos depredador– haya colapsado en las naciones que antes lo presumían como ideario de gobierno. Por eso sólo queda la escenografía de un producto chatarra: un niño indígena divirtiendo a la élite del país que quiere pasarla bien; candidatos regalando frituras color naranja en los cruceros de las ciudades y el baile como mantra de evasión que se vincula muy bien con una juventud que prefiere un presente interminable a un futuro inexistente. ¿Para qué preocuparnos si podemos divertirnos en una alberca mientras un jingle repetido ad nauseam nos dice que “todo estará mejor”?

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Los materiales publicados en la sección “Opinión” son responsabilidad del autor/a y no necesariamente reflejan la línea editorial de Manatí.

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