El artista Luis Andrade protestó por la condiciones precarias que viven creadores de Puebla que trabajan para las instituciones públicas
Josué Cantorán | Revista Lumbreras
“Esto no iba a suceder, sin embargo, aquí estamos”.
El artista visual Luis Andrade escribe esta frase con una brocha gruesa y pintura roja sobre un bastidor de madera recargado en uno de los extremos del salón del Centro Cultural San Roque donde se llevaría a cabo la inauguración de su exposición “Transiciones del territorio”.
Ante unas quince personas que se congregan para el acto, el artista cuenta su relato: en febrero, un mediador de la Secretaría de Cultura del estado de Puebla, de la que depende San Roque, lo contactó para ofrecerle un espacio para exponer su obra. Luis aceptó e inicialmente pensó en exhibir una continuación de “Cenizas del bosque”, el proyecto artístico que presentó un año antes en las instalaciones de la Alianza Francesa de Puebla, que consiste en acercamientos multidisciplinares a la devastación ambiental de Flor del Bosque, una de las pocas reservas naturales que aún rodean la mancha metropolitana de Puebla.
El artista cuestionó al mediador sobre los apoyos que recibiría de parte de la institución; necesitaba una remuneración económica para terminar algunas piezas, transportarlas, realizar impresiones fotográficas y costear un servicio de catering para la apertura de la muestra. Días más tarde, el funcionario le informó que el único beneficio que recibiría de la Secretaría de Cultura sería el salón que albergaría su obra por tres semanas. El resto de los costos debían correr de su bolsillo.
—No van a apoyarte en nada más que con el espacio y el apoyo que se te pueda brindar en capital humano —recuerda el artista que le dijo aquel funcionario, cuyo nombre prefiere reservarse—. Conforme pasaron los días, me di cuenta de que no me convenía esta exposición, porque no me daba ninguna ventaja: no me estaban ofreciendo nada.
El 24 de abril, durante una videollamada de seguimiento, Luis Andrade informó al funcionario estatal que había decidido cancelar la exposición porque le implicaba más pérdidas que beneficios. El trabajador institucional se mostró comprensivo y le sugirió redactar una carta dirigida a la titular de la Secretaría de Cultura, la joven abogada Alejandra Pacheco Mex, para informar oficialmente de su decisión, pero el artista ignoró la indicación.
El martes 6 de mayo, Andrade revisaba las redes sociales en su teléfono celular cuando se encontró con un cartel, en el perfil de la dependencia estatal, que invitaba a la inauguración de una exposición con su nombre y que, según la información ahí vertida, se llevaría a cabo dos días después, el 8 de mayo a las cinco de la tarde. Desconcertado, el artista llamó al funcionario que había coordinado su participación y pidió explicaciones.
—Por favor, retiren el cartel —exigió Luis Andrade.
El funcionario replicó que no podía hacer eso; justificó que el cartel ya había sido turnado al área de programación de la secretaría y que su retiro de las redes sociales sería una misión imposible. Luis no lo sabía, pero los trabajadores del Centro Cultural San Roque no solicitaron la eliminación de la postal al equipo de difusión de la institución por temor a reprimendas de sus superiores por la cancelación de un evento a su cargo que ya había sido confirmado.
—Me vi en una situación muy delicada en la cual mi nombre estaba comprometido —dice Luis—, porque se podía pensar que yo no había cumplido.
El artista visual consultó con sus amigos y barajeó las posibles salidas a la encrucijada en que la Secretaría de Cultura lo había encerrado. Pasó una noche sin dormir, agobiado por la duda, y finalmente decidió que la solución más acorde a su quehacer creativo sería justamente apersonarse en el centro cultural en el día y la hora señalados en la postal y presentar una acción artística, un performance con el que expondría lo ocurrido y criticaría la precarización en que los artistas y gestores de Puebla desarrollan proyectos para instituciones gubernamentales que después los presumen como propios y los incluyen en sus métricas de cumplimiento e informes oficiales.
—Al final decidí que quería cumplir, ser profesional y hacer una crítica a esta situación —dice Luis frente a los invitados a su inauguración. Después, el artista da media vuelta, busca el frasco de pintura roja y da inicio al performance.
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La joven abogada Alejandra Pacheco Mex se convirtió en la titular de la Secretaría de Cultura de Puebla en circunstancias poco comunes.
Su hermana menor, Gloria Pacheco Mex, fue inicialmente nombrada para el cargo en septiembre de 2024, cuando el entonces gobernador electo Alejandro Armenta Mier comenzaba a presentar públicamente al que sería su gabinete.
Gloria estaba por terminar una licenciatura en arte digital y había participado en la organización de un par de exposiciones artísticas aún como estudiante universitaria. Su limitada experiencia prendió alertas en la comunidad cultural de Puebla, cuyos integrantes se preguntaban quién sería esa joven y por qué se le estaba entregando la cartera cultural más importante del estado.
Los periódicos especularon que el motivo de su nombramiento se debía a la trayectoria política de su padre, el exlíder sindical del ayuntamiento Israel Pacheco, y que su eventual derrumbe ocurrió porque no cumplía con la edad reglamentada en las leyes estatales para convertirse en titular de una secretaría. Lo cierto es que Gloria nunca rindió protesta como secretaria y cedió aquel lugar a su hermana Alejandra, quien tenía aún menos experiencia que ella en asuntos relacionados con el arte y la cultura.
La comunidad cultural, que había protestado de diversas maneras por el nombramiento de Gloria, apenas tuvo tiempo de enterarse de que la joven había sido reemplazada por su hermana: Alejandra rindió protesta el 1 de enero de 2025, pero Alejandro Armenta, ya como gobernador constitucional en funciones, informó del cambio de perfil solo hasta el 13 de ese mes, de manera apresurada, cuando el enroque ya se había filtrado a los medios de comunicación y una reportera pidió explicaciones durante una de las conferencias de prensa matutinas del mandatario.
Para la artista, académica y promotora cultural Claudia Castelán, esta serie de eventos tendría que ser leída por la sociedad poblana como algo “súper grave” que devela que en el sistema político actual siguen efectuándose prácticas como el llamado “chapulineo”, como se conoce a la acción de saltar de un partido político a otro o bien de un puesto gubernamental a otro, así como la designación de personas en espacios institucionales como pago de facturas políticas, sin importar si estas tienen o no experiencia previa en el encargo que deben ejercer.
—Podemos recurrir a las diferentes fuentes, y se sabe que hay intereses muy particulares para que las hermanas estén ahí —advierte la artista y promotora cultural mejor conocida en el mundo artístico de Puebla como Chispilla Tronik—. Se volvió algo intercambiable. La hermana más pequeña no puede, entonces que venga la otra. ¿Eso qué nos quiere decir? Es un claro síntoma de que hay una serie de intereses muy particulares que no tienen que ver con lo que estamos necesitando como sociedad.
Luego de ser designada como titular de la Secretaría de Cultura, Alejandra Pacheco Mex mantuvo un perfil bajo por semanas enteras. Los espacios culturales a su cargo, como la Casa de la Cultura “Profesor Pedro Ángel Palou Pérez” y el Centro Cultural San Roque, que suelen albergar presentaciones de artes escénicas, proyecciones de cine y exposiciones de arte, estuvieron cerrados por semanas y prácticamente inactivos hasta finales de febrero. La primera aparición pública de la abogada como titular de la secretaría ocurrió el día 21 de aquel mes, cuando se presentó a la Casa de la Cultura para inaugurar los eventos conmemorativos por el Día Internacional de las Lenguas Maternas.

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Ávidos de conocer e informar los planes y proyectos culturales que traería consigo el gobierno entrante, los reporteros de la fuente acudieron al evento y, como es costumbre, esperaron al final del acto protocolar para entrevistar a la funcionaria. Increpada con reiterados “secretaria, secretaria”, Alejandra subió las escaleras de la Casa de la Cultura, cruzó el pasillo a toda prisa, entró a un salón y cerró la puerta tras de sí mientras los trabajadores de los medios informativos la seguían, sin responder una palabra.
En apariciones subsecuentes de la funcionaria, los reporteros insistieron con preguntas sobre los proyectos que se desarrollarían en el presente sexenio, sin que en las respuestas de Alejandra Pacheco se mencionara uno solo. Una solicitud de información realizada por medio de la Plataforma Nacional de Transparencia en que se pidió conocer el plan de trabajo anual y sexenal de la secretaría fue respondida con una lista de responsabilidades genéricas entre las que se incluyen “Realización de actividades de divulgación de patrimonio cultural y biocultural”, “Realización de boletines de promoción y difusión de las actividades artístico y culturales” y “Actividades de promoción y formación literaria”.
A cinco meses de haber iniciado la administración armentista, la Secretaría de Cultura estatal solo ha informado de un proyecto a su cargo: el cortometraje animado titulado Canas al aire, al que le ha dedicado un presupuesto de treinta millones de pesos.
Para algunos especialistas, dejar las instituciones culturales en manos de personas que carecen de conocimientos sobre el ecosistema artístico y cultural local no es inocuo.
Claudia Castelán advierte que el conocimiento y los diagnósticos profundos sobre las prácticas culturales ya existentes, sobre quiénes las ejecutan y cuáles son sus necesidades específicas, sobre quiénes las consumen o participan de ellas y en qué contextos, deben ser la base de una política cultural que pretenda tener sentido. Solo partiendo de esta base, el actuar institucional puede pretender dar respuesta a las necesidades específicas de las comunidades para las que trabaja. De lo contrario, añade la académica, quien ha estudiado y participado de cerca en diversas movidas contraculturales de Puebla y otras ciudades, las instituciones solo estarían diseñando “ocurrencias”, como parece estar pasando ahora.
—No estamos viendo políticas claras —lamenta Claudia Castelán en una extensa videollamada—, y lo que ahora necesitamos en las instituciones es gente que pueda tener diagnósticos de qué situación está viviendo esta ciudad, que ya no es ninguna ciudad pequeña, sino que ya necesita tener una serie de acciones para una sociedad tan compleja y competitiva como es la de Puebla. Pero no hay diagnósticos; se llega a gobernar y entonces hacen lo que creen y consideran. No hay un diagnóstico ni una forma de confrontarlo, y entonces empiezan a suceder estas ocurrencias, como eso de la película que vienen y vitorean.
Así, sin estudios claros de los proyectos y prácticas culturales y artísticas que ya existen y necesitan respaldos institucionales para avanzar, fortalecerse y arribar a públicos más amplios, según considera Chispilla Tronik, instituciones como la Secretaría de Cultura estatal y los espacios operados por ella están perdiendo, además, la oportunidad de generar diálogos entre diversos agentes, lo que permitiría robustecer las prácticas culturales y ensanchar sus públicos.
—Hoy, más que en otros momentos, hay más gente que tiene talleres, que tiene espacios de encuentro cultural, que tiene diferentes proyectos y actividades que están dándole forma a esta ciudad de Puebla —dice Castelán—, pero esa gente no está figurando, no está dialogando con otros lugares, no está teniendo representatividad, porque eso no está entre los intereses de la agenda mal hecha de las instituciones y sus cero diagnósticos. Es triste también para ellos, porque podría ser un lugar de diálogo muy interesante, y no lo hacen.
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Mientras Luis Andrade realiza un performance para criticar las condiciones de precarización en que los artistas y gestores culturales de Puebla desarrollan proyectos que las instituciones terminan por apropiarse, en la planta alta del mismo edificio, el Centro Cultural San Roque, la artista plástica Rak Unánue se prepara para su propia inauguración.
La artista presentará una serie titulada “Transmutación del infierno a la luz: grabados de Dalí, La Divina Comedia”, que tiene algo en común con la pieza de Andrade que ahora yace abajo: ambas consisten en intervenciones con pigmentos sobre soportes previamente existentes. Mientras Luis Andrade trabajó con un bastidor que antes había sido usado e intervenido por varios artistas en el evento “El salón de las batallas”, Rak Unánue hizo algo análogo sobre páginas y recortes de un ejemplar de La divina comedia que perteneció a un hermano suyo fallecido diecisiete años antes. Con semejante palimpsesto, la artista buscó construir una polifonía de tres participantes: Dante, Dalí y su propia voz estética.
—La exposición habla de duelo y de cómo ese duelo se va transformando de oscuridad a luz —explica Rak Unánue.
Por lo demás, las situaciones arriba y abajo de San Roque lucen discordantes. Rak Unánue cubrió por sí misma el costo de la renta de mesas y periqueras que han sido colocadas en el pasillo del centro cultural, el generoso servicio de vino y bocadillos y la presencia de meseros que se encargan de atender a los asistentes a la inauguración de su muestra dantesca. La Secretaría de Cultura coloca un equipo de sonido, textos de sala y pendones. Poco después de la acción artística de Luis Andrade, la secretaria de Cultura de Puebla, Alejandra Pacheco Mex, arriba al centro cultural y, sin saber lo que media hora antes ha ocurrido en el salón de la planta baja, sube las escaleras para cortar el listón inaugural a un costado de Rak Unánue.

Los periodistas que habían asistido al acto de protesta de Andrade increpan a Alejandra sobre esta evidente disparidad.
—¿Qué decir entonces —pregunta Paula Carrizosa, la reportera más experimentada de la fuente cultural en Puebla—, cuando ahora mismo abre esta exposición con todo este aparato institucional, con este acompañamiento, que nada tiene que ver con lo que pasó hace unos momentos?
—Al respecto no tenía conocimiento del tema —responde Alejandra Pacheco—. Sin embargo, el acompañamiento institucional está en todo momento, desde que llegan las propuestas o peticiones por parte de los ciudadanos hacia esta secretaría. Sin embargo, no tenía conocimiento de ello, pero vamos a tomar cartas en el asunto, porque todos los artistas son importantes para la secretaría, y el acompañamiento institucional tiene que estar en todo momento. Entonces, haremos lo respectivo para que se haga este acompañamiento.
—¿Para la secretaría hay artistas de primera y de segunda? —insiste el reportero Jaime López.
—No, claro que no —ataja en automático la funcionaria estatal, con tono de voz estudiado—. Todos los artistas son muy importantes, tan es así que se abren espacios para los artistas locales, para jóvenes, niños incluso, hasta personas de la tercera edad.
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Poco después del proceso electoral de 2024, artistas, escritores, gestores y promotores culturales del estado de Puebla se organizaron de diversas maneras para manifestar su desacuerdo ante el nombramiento de Gloria Pacheco Mex como secretaria de Cultura de Puebla. Más de doscientas personas firmaron una carta pública en la que expresaban el rechazo a esta y otras designaciones.
“No es momento para tener una secretaria de Cultura sin experiencia”, espetaron los firmantes de la misiva. “Las políticas de cultura deben ser realizadas por las personas que activamente participan en sus territorios, no limitarse a oficinas ni a espacios academicistas. Rechazamos seguir encasillando y enmarcando a la cultura dentro de las élites o el sector burócrata de Puebla”.
Otro grupo de agentes culturales, encabezados por el antropólogo Julio Glockner Rossainz, quien fue titular de la Secretaría de Cultura durante poco más de un año, entre 2019 y 2020, organizó mesas de trabajo en espacios universitarios para discutir y proponer alternativas de solución en temas como patrimonio cultural tangible e intangible, artesanías y cultura popular, artes visuales y escénicas, museos, bibliotecas y publicaciones, administración de recursos financieros y espacios culturales autogestivos.
Por algunas semanas, estos ciudadanos, entre los que había gestores culturales, académicos, historiadores del arte, periodistas culturales, exfuncionarios de instituciones culturales y artistas, se reunieron en mesas de diálogo, realizaron sesiones plenarias y eventualmente redactaron un documento, al que intitularon “Manifiesto por la cultura”, en el que incluyeron propuestas de carácter urgente para mejorar las prácticas de las instituciones públicas dedicadas a la cultura.
El 1 de abril, una comisión de ese grupo acudió a las oficinas de la Secretaría de Cultura de Puebla y entregó el documento en su oficialía de partes.
—Estamos, de algún modo, ofreciéndole un plan de trabajo a la secretaría —explica el antropólogo Julio Glockner en una conversación telefónica— así como la labor y la colaboración de estas decenas de personas que están interesadas en participar, de buena fe, con buena voluntad, para mejorar el nivel de la cultura en Puebla. Hay mucha improvisación, y podemos encontrar soluciones conjuntas entre ciudadanos y autoridades.
Según la experiencia del propio Julio Glockner, quien se retiró de la dependencia cuando el finado gobernador Luis Miguel Barbosa le pidió que se encargara del traslado de la rueda de la fortuna monumental a una zona protegida del centro histórico de Puebla, la Secretaría de Cultura estatal ha estado sometida, no solo ahora, sino desde su origen, a los caprichos del gobernador en turno.
—Efectivamente, la Secretaría de Cultura ha venido teniendo un ejercicio deficiente —considera el antropólogo—. No se trata aquí de responsabilizar o de culpar a nadie, pero la clase política, por su propia naturaleza, está ocupada en temas que no competen directamente a la cultura. Yo me atrevo a decir que la clase política, en términos generales, en Puebla sobre todo, no tiene una comprensión clara de la importancia que tiene la cultura. Muy desafortunadamente, la Secretaría de Cultura está atenida a las ocurrencias o a las necesidades del gobernador en turno. Lo digo con la mejor voluntad, pero lo tengo que decir con toda claridad.
De acuerdo con el académico, quien se ha especializado en el estudio de las prácticas culturales que ocurren en torno al volcán Popocatépetl, esto ha derivado en múltiples deficiencias o francos errores y perjuicios, como la folklorización de algunas prácticas, especialmente las emanadas de los pueblos indígenas, o bien la desaparición del patrimonio cultural tangible e intangible.
Por un lado, ahonda Glockner Rossainz, los gobiernos banalizan prácticas rituales que cargan sentidos profundos, como la danza de los voladores, cuando la utilizan como mero acto acrobático para amenizar eventos políticos; por el otro, permiten que el patrimonio edificado se destruya y que el inmaterial desaparezca. Todo lo anterior, insiste el también autor del libro Los volcanes sagrados: mitos y realidades en el Popocatépetl y la Iztlaccíhuatl, constituye clara evidencia de la falta de capacitación de muchos funcionarios culturales.
—El personal de la Secretaría de Cultura necesita capacitación —reitera Julio Glockner Rossainz— y son los propios artistas, los propios gestores culturales, quienes los pueden capacitar, porque tú te encuentras con una burocracia que cumple con su trabajo de una manera medio a regañadientes, bostezando. Desde luego, por suerte, esto no es generalizado, hay gente muy competente, con muchas iniciativas y energía para hacer su trabajo, pero te encuentras también con este ambiente al que le están saliendo telarañas. Eso se puede convertir en que los propios empleados se interesen en su trabajo, que entiendan lo que están desempeñando, que están colaborando en actividades que son muy importantes para los ciudadanos, en términos estéticos y en términos de organización comunitaria.
Cuando se le pregunta cómo debe atenderse la falta de experiencia de Alejandra Pacheco Mex en la gestión y promoción de proyectos culturales, Julio Glockner Rossainz no titubea al responder que justamente esa es la razón por la que es necesario que la comunidad cultural le brinde su apoyo.
—Mira —dice—, por eso precisamente nos estamos acercando a ella y a su equipo, porque por parte nuestra tiene que haber un gesto de generosidad y de comprensión. Si la secretaria no tiene la experiencia suficiente en estos temas, pues hay que acercarse y ser generoso y compartirle los conocimientos, las estrategias, la sensibilidad, para que pueda operar de la mejor manera en beneficio de Puebla, en beneficio de los públicos de la ciudad y del estado de Puebla.
—Es un deber de nosotros, como autoridad, contestar esas peticiones que hacen los ciudadanos —responde Alejandra Pacheco Mex cuando se le pregunta sobre esta iniciativa—. Es una petición que se está atendiendo. Sin embargo, estábamos esperando incluso a que se terminara de crear el Plan Estatal de Desarrollo, porque, al final del día, debemos ajustarnos a estas líneas de acción que se van a instaurar por el gobierno del estado.
—Ellos decían incluso que podían ayudarte a ti como secretaria a elaborar el plan de trabajo de la secretaría —se le recuerda—. ¿Tú tomarías esa propuesta?
—Claro que sí —dice—. Nuestra visión, que traemos con el gobernador constitucional, claro, siguiendo las líneas de la presidenta Claudia Sheinbaum, es escuchar a la ciudanía. Toda aquella idea que pudiera beneficiar a la sociedad poblana es bienvenida, siempre y cuando esté alineada a las políticas que seguimos en esta administración.
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En un inicio, Luis Andrade y la Secretaría de Cultura de Puebla pactaron que la exposición “Transiciones del territorio” estaría disponible tres semanas en el Centro Cultural San Roque. El artista espera que la institución mantenga ahí el bastidor con la leyenda roja “Esto no iba a suceder, sin embargo, aquí estamos” esas mismas tres semanas, como señal de apertura a discursos que advierten sobre problemas estructurales y prácticas de precarización que se han normalizado en nuestra sociedad y en las instituciones.
Esto no iba a suceder. Sin embargo, aquí estamos.
Donde “esto” es una exposición que un artista se negó a montar porque la institución no le ofrecía remuneración ni condiciones dignas. Donde “esto” es la designación de una persona sin conocimientos previos en gestión de proyectos culturales como responsable de la cartera cultural más importante del estado. Donde “esto” es un grupo de burócratas que suponen que abrir un salón o un auditorio es suficiente apoyo para los artistas de la ciudad donde trabajan. Donde “esto” es una práctica transexenal que ha obligado a artistas y gestores de la cultura a trabajar sin cobrar durante décadas. Donde “esto” es una sociedad que no considera el tiempo y el esfuerzo vertidos en producir una obra de arte como trabajo.
Nada de esto debió suceder.
Sin embargo, aquí estamos.
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