Montañismo en México: otra actividad impactada por la delincuencia. Conoce los nuevos riesgos que implica visitar estos lugares.
Emiliano Rivera | Ibero Puebla
Elena Cortés, guía de alta montaña con cimas internacionales, busca que su equipo logre completar las 10 montañas más altas de México, que van desde el monte Tláloc hasta el Pico de Orizaba o Citlaltépetl. Para ello, siempre está investigando, preguntando, entrenando y preparándose para que todas las personas lleguen a la cima y puedan completar ese objetivo.
Sin embargo, como muchas actividades, no se puede realizar sin antes hacer una valoración de riesgos, que incluye desde la revisión del equipo técnico, cuestiones climáticas, habilidades de contención de emociones, y un aspecto que no debería ser propio de la montaña, pero en México existe: la prevención de actos delictivos contra la agrupación.
Si bien la alpinista originaria de Celaya, Guanajuato no ha presenciado violencia en las montañas, sí ha tenido que postergar o cancelar alguna excursión debido a la inseguridad que se presenta en la zona por recorrer. Y no se trata de casos aislados: la delincuencia en México ha alcanzado grandes alturas a nivel del mar, tanto que ha llegado a ser parte del paisaje en la cumbre.
Tras la pandemia de COVID-19, esta actividad experimentó un incremento en su recurrencia el país. Diversos testimonios de montañistas y guías relatan que muchas personas buscaron en la naturaleza una forma de reconectar consigo mismas y con el entorno tras meses de encierro. Esto supuso nuevos retos en seguridad y preservación ambiental.
No existen estadísticas oficiales en México que desglosen específicamente los casos de delincuencia (robos, asaltos, acoso, etc.) ocurridos en zonas de alta montaña. Las fuentes oficiales, como el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) y las encuestas nacionales del INEGI, reportan datos de incidencia delictiva a nivel estatal, municipal o por tipo de delito, pero no distinguen el contexto geográfico de “alta montaña” en sus registros.
Resistencia social
Los casos de delincuencia se remontan hasta 2015, cuando una docena de senderistas sufrieron un asalto en el Refugio de los 100, ubicado a 4,780 metros sobre el nivel del mar en el volcán Iztaccíhuatl. La periodista Mónica Garza lo ilustra en una columna:
“¿Quién se podría imaginar que va a ser víctima de un asalto a casi 5,000 metros de altura sobre el nivel del mar? Pues ahí donde algunos difícilmente alcanzan a respirar, ya varios han sido víctimas de este y otros delitos, cerquita de las nubes”.

Este suceso, junto con otros robos en la zona, llevó a la creación de la Policía de Alta Montaña y Agreste del Estado de México. La labor de dicho cuerpo de seguridad ha sido clave para la protección, auxilio y rescate de visitantes en zonas de montaña, pero su impacto directo en la reducción de actos delicuenciales sigue siendo limitado.
En el caso de la Malinche, son elementos de seguridad pública los que llegan hasta el arenal en cuatrimoto, para posteriormente realizar el ascenso a la cumbre a las 14:00 horas. Llegando ahí, solicitan a los montañistas que comiencen su descenso, y a aquellos que aún no habían llegado a la cima también se les solicita que desciendan por cuestiones de horario, pues es probable que los agarre la noche.
De igual manera, han aumentado los reportes de robos y asaltos a senderistas no solo en el Ajusco, sino también en otros cerros y volcanes como el Telapón y el Tláloc. Desde la organización Montañistas Unidos se han denunciado casos de personas despojadas de todo, y hasta alguien que recibió un disparo con arma de fuego.
Rubén Gracia, guía de montaña del grupo de interés de la IBERO Puebla y de Adventuresclimbing, comenta también que tuvo que detener las expediciones que realizaba al monte Tláloc por la delincuencia que se presentaba en la zona.

Y en el techo de México, el Pico de Orizaba, la cosa no es distinta. Según el montañista César Silva Reyes, en 2023 grupos delictivos habían tomado control de estas rutas, imponiendo “cuotas” obligatorias a los visitantes y perpetrando asaltos. Esta situación ha llevado a que los excursionistas busquen alternativas por la cara norte, a través de Tlalchichuca, Puebla, aunque también se han reportado incidentes allí.
Otros testimonios también han dado cuenta de cómo los mismos grupos que anteriormente se dedicaban a la tala clandestina ahora están perpetrando asaltos a turistas y excursionistas en la zona. Estos individuos, familiarizados con las rutas y caminos del volcán, aprovechan su conocimiento del terreno para emboscar a los visitantes y escapar fácilmente por brechas y caminos de terracería.

¿Cómo se prepara un montañista?
Ante esta situación, Elena comparte su checklist para practicar el montañismo de forma segura.

Esto tiene implicaciones para el correcto desenvolvimiento de su trabajo. Elena comparte experiencias propias y de colegas montañistas.
El miedo ha reemplazado al silencio natural, y la incertidumbre ha comenzado a trazar rutas alternas donde antes solo importaban el clima, el equipo y la altitud. Hoy más que nunca, practicar senderismo o montañismo implica no solo preparación física, sino también una estrategia de seguridad. La sierra, que antes era refugio, se ha vuelto frontera. Y aunque muchos se niegan a dejar de escalar, el ascenso ya no es solo hacia la cima: también es hacia la recuperación de un espacio que, por derecho, debería pertenecer a todos.
Al final, después de un año de haber parado, Elena pudo caminar nuevamente el monte Tláloc, aunque con medidas de seguridad distintas para asegurar el éxito en la actividad, y esperando no tener que utilizarlas más, para poder disfrutar de lo bello y espontáneo de la montaña.
Montañismo en México: otra actividad impactada por la delincuencia