La configuración de la sociedad y de la persona en el Siglo XXI está cambiando con respecto a la del Siglo XX, el aumento en la oferta de plataformas de información por las nuevas tecnologías, especialmente con las redes sociales, está rompiendo el eje vertical con el que se sustenta el poder de los medios masivos.
Por Noé Ixbalanqué Bautista / @Balamke
La semana pasada la revista Proceso (no. 2048) dedicó la portada y el reportaje especial de su edición a la caída financiera de Televisa, y con ello dejan ver que la empresa misma está sufriendo una notable caída en otros aspectos, especialmente en credibilidad y por lo tanto en poder. Situación que soñaron ver los teóricos mexicanos de la comunicación desde la década de los ochenta, así como los detractores políticos e industriales de la televisora. Sin embargo habría que cuestionar seriamente tales aseveraciones antes de cantar victoria.
Televisa no es la única empresa mediática que está en crisis financiera derivada de las notables bajas en los ratings, indicador creado ex profeso para medir la cantidad de audiencia y con ello establecer los precios de tiempo aire para los anunciantes. El rating garantiza exposición de mercado para un anunciante. Entre mayor sea el raring, mayor será el precio que un anunciante deberá pagar a la televisora. Este parámetro es la base del negocio de la televisión. Desde el arribo de los servicios de televisión restringida y especialmente desde la llegada del internet, los ratings de la televisión abierta en general, no sólo los canales de Televisa, han ido a la baja. ¿Cuál es la verdad de la crisis de la televisión entonces?
La televisión transfiguró la construcción de la realidad en Siglo XX haciendo emerger a las masas y la cultura de masas. La omnipotencia y la paulatina omnipresencia de los mensajes televisivos como los cimientos de las masas y su realidad son la factura esencial del siglo pasado. Sin embargo la configuración de la sociedad y de la persona en el Siglo XXI está cambiando con respecto a la del Siglo XX, el aumento en la oferta de plataformas de información por las nuevas tecnologías, especialmente con las redes sociales, está rompiendo el eje vertical con el que se sustenta el poder de los medios masivos.
El apagón analógico implicó el apagón de la verticalidad de los medios y el apagón del televisor, y con ello, de la televisión tradicional, en especial de la televisión abierta. Ya en la década de los noventa el sociólogo alemán Niklas Luhmann refirió a la fragmentación de la masa a partir de la tecnología que permitió la oferta especializada de contenidos con la llegada de la televisión restringida con canales como MTV y HBO; que aunada al fortalecimiento y magnificación del individuo a partir del neoliberalismo están reconfigurado a la sociedad.
Tanto el sujeto social y como el sujeto personal del Siglo XXI se desarrollan hoy en la interacción de la realidad “real” y en la horizontalidad de la realidad virtual. Hay una, tal vez, dualidad subjetiva y de realidades, ambas válidas y legítimas que modifican al mundo. En esta dualidad la persona elige la plataforma de contenidos, participa de la construcción de tales contenidos, los determina, los crea y los destruye, exige calidad estética y lingüística a partir de su alfabetización audiovisual. El sujeto contemporáneo es un individuo activo desde la pasividad que le permite la tenencia de un dispositivo móvil o una pantalla conectados a internet. La dimensión real del sujeto está fragmentada y es pasiva; pero la dimensión virtual de ese mismo sujeto es activa y ello está cambiando las relaciones entre las fuerzas que estructuran a la sociedad. Fuerzas que ahora se miden en la virtualidad.
Este fenómeno tomó por sorpresa a las televisoras y a Televisa por supuesto, quienes aún siguen fabricando sus productos con el mismo proceso y con los mismos criterios de siempre, como si aún estuviesen en el Siglo XX. La crisis de rating y la consecuente crisis financiera es el primer síntoma visible de esta reconfiguración de los poderes y si bien la televisión como la conocemos y comprendemos está en franca extinción, no necesariamente lo están los intereses empresariales, políticos y manipuladores de Azcárraga y sus chicos. Habrá que esperar la estrategia de respuesta a este fenómeno. Al parecer el dinosaurio está agónico y es cuando más peligrosos son sus coletazos.