JESSICA BADILLO | @MasQueUnaHincha
A principios de este año sucedió algo sin precedentes en la historia del futbol, una selección nacional demandó a su federación a meses de ir al mundial a defender su título. Pedían pagos y condiciones justas, iguales a las de su contraparte la cual ni siquiera calificó. Nada exagerado, ningún trato especial, simplemente justicia.
Así nació el otro mundial que la selección femenil mayor de Estados Unidos sigue jugando hasta estos días, aquel en el que sus jugadoras tienen que ocupar sus propios recursos y tiempo para ir a juntas de conciliación, reunirse con abogados y utilizar cada plataforma posible para exigir igualdad de condiciones; todo esto sin dejar de jugar partidos y habiendo ganado por segunda vez consecutiva la máxima competencia deportiva de su disciplina.
No es para menos que esto haya llegado a tal punto. Las campeonas del mundo denunciaron haber recibido 38 centavos por cada dólar que los seleccionados varoniles ganaron por partidos amistosos. De 2017 a 2019 las mujeres ganaron 83% de sus juegos mientras que los hombres solo el 48% y no calificaron a su respectivo mundial.
Nada de esto le basta a la federación ya que se tratan de escudar en el hecho de que las mujeres ganaron más dinero en ese tiempo y técnicamente tienen razón, pero ellas jugaron 58 partidos (12 oficiales) y los hombres solo 44 (amistosos).
El Washington Post apunta que Alex Morgan ganó en ese tiempo más de un millón de dólares, pero si se le hubieran pagado los amistosos de la misma forma que a los hombres, ella hubiera ganado más de cuatro.
Lo que está en juego aquí es simple, no se trata de trabajar más para compensar la situación, se trata de trabajar para alguien que ponga las condiciones justas y que entienda que si alguien está siendo el mejor en su posición se debe de reconocer como tal.
La federación estadounidense tiene a la mejor selección del mundo, a un grupo de mujeres que se han mantenido colectivamente en la cima de su profesión sin contar con el apoyo de sus empleadores, poniendo de sus propios recursos para poder realizar su trabajo y protestando en su tiempo libre, luchando contra prejuicios de aquellos a los que representan a nivel mundial.
Tienen en sus manos a las mejores del mundo, algo que pueden explotar deportiva y económicamente, pero sus prejuicios les impiden hacerlo. El machismo institucional que se vive ahí desde hace años los está cegando y esto les va a pasar una factura muy cara.
La semana pasada la selección femenil de EU ganó un nuevo partido, un juez le dio estatus de demanda colectiva a la que ya habían interpuesto. Esto significa que existirá algo llamado daño punitivo que es una suma de dinero que su federación tendrá que pagar aparte de la indemnización y que será interpuesta como una sanción ejemplarizante.
Esta sanción buscará sentar precedente para que las empresas piensen dos veces antes de demeritar el trabajo de las mujeres y hagan lo posible por generar las condiciones salariales y de desarrollo justas.
A la Federación de Futbol de los Estados Unidos le saldría más barato compensar los daños ahora y disculparse públicamente, antes de que un juez les ordene hacerlo y además los sancione con algunos millones extra para que aprendan su lección.
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