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Fernando Manzanilla Prieto y Miguel Barbosa Huerta parecían haber forjado una alianza a prueba de todo. Su pacto surgió a mediados de 2017. Por aquel entonces ambos compartían una cosa: habían sido dos de las personas más cercanas a Rafael Moreno Valle, pero ahora eran dos de sus enemigos declarados.
Codo a codo, la tarde del 28 de agosto de 2017, Manzanilla y Barbosa ofrecieron desde el Senado de la República una conferencia de prensa en la que acusaron a su antiguo socio político de operar una red de espionaje que había atisbado las conversaciones telefónicas de hasta el entonces presidente Enrique Peña Nieto.
Por eso, cuando Barbosa ganó las elecciones extraordinarias de 2019 no hubo quien se sorprendiera por el hecho de que eligiera a Manzanilla como secretario de Gobernación, uno de los puestos más importantes dentro del gabinete.
Aquella tersa relación fue desgastándose con el paso de los meses y la mañana de este martes 14 de enero ha llegado a su quiebre definitivo: Manzanilla ha renunciado al cargo, aunque no ha declaraciones en contra de Barbosa.
En un video publicado en sus redes sociales, el ex secretario de Gobernación anunció que regresará a su curul en la Cámara de Diputados —es diputado plurinominal en la bancada del PES—, pero también deslizó la idea de que competirá en las próximas elecciones.
“En días próximos estaré anunciando los distintos proyectos que trabajaré de la mano de colectivos, partidos políticos y organizaciones civiles, me queda claro que todas las voces son necesarias para lograr el bienestar que Puebla necesita”, dijo.
Más allá del rifirrafe entre Manzanilla y Barbosa, su salida del gabinete estatal evidencia que el gobernador no ha logrado de inicio un equipo de trabajo cohesionado.
El de Manzanilla es el quinto cambio que el gobierno estatal atraviesa desde el 1 de agosto de 2019, día en el que Barbosa rindió protesta al cargo. Los cambios se han realizado en la Secretaría de Infraestructura, en la Secretaría de Administración y la Secretaría de Finanzas.
