Guadalupe Juárez | @LupJMendez
Fotografías de Guadalupe Bravo | @GuadalupeVBravo
La fotografía del rostro de Ingrid Escamilla, acomodada a un costado de la fuente de San Miguel, en el Zócalo de Puebla, estaba rodeada de flores blancas y de mujeres enfundadas en ropa negra: era un acto casi luctuoso, un homenaje a la memoria, pero también —y sobre todo— un reclamo de justicia.
Aquel silencio de la ofrenda a la joven poblana contrastaba con el aire festivo de las parejas que celebraban el Día del Amor y la Amistad, tomados de la mano, asidos a regalos vistosos. Algunas de esas parejas que pasaban por el Zócalo se unieron al reclamo y otras siguieron de largo, indiferentes a ese coro silencioso de voces de indignación.
Durante un momento, las asistentes alzaron el puño: un puño bien cerrado en el aire, un símbolo con el que, desde Puebla, se exigía frenar la violencia feminicida. Por Ingrid, asesinada por su expareja en la Ciudad de México, y por las 10 mujeres que asesinan a diario en el país por razones de género.
Ese puño, acompañado de un silencio prolongado, también era una exigencia para poner un alto a la violencia en pareja, para que no se vuelva a juzgar a una mujer que la sufre, para que no se difunda otra vez las fotografías sangrientas de una víctima hasta olvidar quién era.
Poco a poco, a esa exigencia convertida en un puño en alto y un cúmulo de manos unidas entre los presentes se comenzaron a unir más mujeres, niños y familias que cruzaban el corazón de la ciudad.
En el homenaje, los grupos de feministas y activistas enlistaron los tipos de violencia en pareja, montaron un performance y cantaron contra el machismo y se pronunciaron a favor de la interrupción legal del embarazo. El feminicidio de Ingrid, podría decirse, condensó todos esos reclamos.
¿Quién era Ingrid?
Ingrid Escamilla tenía 25 años de edad, era originaria del municipio de Juan Galindo, ubicado en la Sierra Norte de Puebla.
Su nombre se dio a conocer cuando los titulares de nota roja informaron de la forma más cruel sobre su asesinato a menos de su esposo Erik Francisco N., con la imagen de su cuerpo desollado y la difusión en redes de la confesión de su asesino, que parecía justificar que la mató supuestamente después de una pelea entre la pareja.
Los comentarios en redes sociales se polarizaron por la filtración de las imágenes a la prensa, que se compartieron un sinfín de ocasiones en redes sociales, lo cual provocó el morbo de los internautas que terminaron por juzga la vida personal de la víctima.
Para anegar aquellas fotografías, por las cuales las autoridades de la Ciudad de México ya investigan a seis funcionarios responsables de haberlas filtrado, desde redes sociales se subieron fotos de paisajes con el nombre de Ingrid. De esta forma, cuando se hiciera una búsqueda en la red, aparecerían las imágenes de volcanes, mascotas y hasta postres, y no de la mujer mutilada.
De igual forma, el asesinato de Ingrid reabrió el debate de la filtración de las imágenes por parte de los policías que atendieron el caso, el tratamiento de los medios de comunicación a los asesinatos por razón de género y a la violencia contra las mujeres en el país.