Por Gino Longoni/@GinoLongoni27
La década de los treintas se caracterizó por ser un tiempo oscuro para nuestro mundo. Años donde nacieron ideologías radicales, fascistas y racistas. Una época donde el fútbol y el deporte fueron usados como propaganda para enaltecer a las grandes potencias europeas y para justificar sus intenciones bélicas.
Pero también en esa época existieron seres humanos que pateaban un balón. Y existió un héroe, de nacionalidad húngara, vestido de futbolista, colocado debajo de los tres palos, con las manos rojas de tanto pelotazo debido a que en esa época los arqueros no ocupaban guantes.
Era el mundial de Francia 1938, un torneo marcado por la tensión que se vivía en Europa, un año antes de que estallara la segunda guerra mundial. Hungría llegaba a la final como una de las mejores selecciones de fútbol de la época, tras vencer en semifinales a Suecia por 5-1. Por otro lado Italia llegaba a la final como el vigente campeón del mundo, después de vencer en la semifinal 2-1 a Brasil.
La final se realizó el 19 de junio de 1938 en París, en el “Stade Olympique de Colombes”. En la víspera del partido los jugadores italianos recibieron un telegrama de Benito Mussolini que decía: “Vencer o Morir”. Mensaje del que el portero Húngaro se enteró antes de que comenzara el juego. Nadie está seguro de lo que pasó en ese partido, pero algunos espectadores comentaron seguros que Antal Szabó se dejó meter los cuatro goles con los que Italia ganó la copa del mundo.
“Nunca en mi vida me sentí más feliz después de un partido. Con los cuatro goles que me hicieron, le salvé la vida a once seres humanos. Me contaron antes de empezar el partido que los italianos habían recibido un telegrama de Mussolini que decía: Vencer o Morir. Ganaron” mencionó Szabó años después.
Alguna vez existieron futbolistas que entendieron que la ética, la vida, la paz, el amor y el bienestar siempre estarían por encima de ganar un partido o una copa del mundo.