El PAN ha decidido que su candidato a la alcaldía de Puebla será Eduardo Rivera, una decisión que dividió a las dos facciones del partido: los rescoldos del morenovallismo y El Yunque.
MARIO GALEANA | @MarioGaleana_
Eduardo Rivera Pérez será candidato por el PAN a la presidencia municipal de Puebla en las próximas elecciones de junio de 2021. Con ello, será la tercera vez que su partido decide lanzarlo al mismo cargo de elección a lo largo de sus 49 años.
Su definición como candidato estuvo precedida por una serie de disputas entre las facciones que integran el PAN: por un lado, los rescoldos del morenovallismo; y, por el otro, la corriente de ultraderecha de El Yunque, a la que Rivera Pérez pertenece.
Y nada supone que esas diferencias se detendrán aún después de que ya fue elegido.
Por la mañana del miércoles 17 de febrero, sólo unas horas después de que la dirigencia nacional del PAN confirmó la designación de su candidato, dos panistas presentaron una denuncia ante la Fiscalía General del Estado (FGE) en contra de Rivera Pérez por un presunto daño patrimonial de 37.5 millones de pesos durante su primer trienio como alcalde (2011-2014).
Al margen de las disputas internas del PAN, se prevé que el PRI y el PRD se sumen a Rivera Pérez cuando se firmen los convenios de candidaturas en común.
Los primeros años de Eduardo Rivera
Eduardo Rivera nació en Toluca, pero antes de los 20 años se mudó a Puebla para estudiar Ciencias Políticas en la UPAEP, una institución conservadora que ha servido como semillero de cuadros de El Yunque, de acuerdo con el periodista Álvaro Delgado, autor de “El Yunque: La ultraderecha en el poder”.
A esos años se remonta su militancia en el PAN, que lo hizo diputado federal por la vía plurinominal cuando sólo tenía 28 años.
Después se convirtió en uno de los principales líderes panistas a nivel local, y por eso resultó natural que en 2010 el partido lo postulara como candidato a la alcaldía de Puebla, donde resultó electo por poco más de 300 mil votos.
Ese trienio como alcalde no fue precisamente terso, porque ya desde entonces corría entre él y el morenovallismo una rivalidad que precedería a su tercera designación como candidato.
Con Rafael Moreno Valle en el gobierno del estado, fueron varias las ocasiones en las que quedó en evidencia la distancia que existía entre Casa Puebla y el Palacio de Charlie Hall. Tanto por cosas graves —como el retiro de dos mil policías municipales— como por cosas anecdóticas —como impedirle a Rivera Pérez asomarse al balcón en el que se daba el tradicional Grito de Independencia—.
El guiño a Morena y la tregua con el morenovallismo
Tras el fin de su primer periodo como alcalde, Rivera Pérez ocupó otras posiciones políticas en las campañas de candidatos panistas de otros estados del país.
Pero, a partir de 2017, comenzó a buscar una vez más la candidatura a la presidencia municipal de Puebla. El problema radicaba en que el morenovallismo aún detentaba el poder. Y, en consecuencia, se le iniciaron varios procedimientos administrativos desde la Auditoría Superior del Estado (ASE), el “garrote político” del gobierno, a decir de los opositores.
Con el partido controlado por Moreno Valle, Rivera Pérez coqueteó con la posibilidad de brincar a Morena. Fue en ese contexto en el que se dejó fotografiar con el ahora gobernador Miguel Barbosa Huerta, quien entonces era, sencillamente, aspirante a candidato por Morena al gobierno del estado.
Pero hubo un cálculo que hizo que Moreno Valle cejara las hostilidades y Rivera Pérez los saltos. Y, finalmente, el exalcalde permaneció en su partido y apareció codo a codo junto con sería la siguiente candidata al gobierno de Puebla por el PAN: Martha Érika Alonso Hidalgo.
Aunque los morenistas reprocharon a Eduardo Rivera esa decisión —e incluso hubo algunos, como Alejandro Armenta, que criticaron su “falta de dignidad—, hasta hoy persiste la idea de que el panista no es necesariamente un rival de Barbosa Huerta.
Han sido varias las ocasiones en las que el gobernador se refiere a él como un político respetable, y el trato que suele otorgarle, por lo menos en lo público, puede llegar a ser más gentil que el que otorga, por ejemplo, a la presidenta municipal Claudia Rivera Vivanco, que sí milita en Morena.
La caída del 2018
Cuando todo parecía dispuesto para que Eduardo Rivera repitiera como presidente municipal en 2018, en el país comenzó a surgir una crepitación, una ola de la que se tenían algunas previsiones, pero que resultó más definitiva que cualquiera de éstas. Y el portavoz de esa ola era Andrés Manuel López Obrador.
Las elecciones de 2018 revirtieron toda la configuración política de un estado en el que, hasta entonces, PRI y PAN se repartían los cargos simultáneamente. Y el Congreso local terminó dominado por Morena, y las principales ciudades del estado también, incluida Puebla.
A Eduardo Rivera lo rebasó una mujer que, hasta antes del 2018, era prácticamente desconocida en el círculo rojo. Una mujer que había militado en Morena desde sus orígenes, una mujer impulsada por esa crepitación obradorista.
Claudia Rivera Vivanco resultó electa por 271 mil 531 votos, 70 mil más que Eduardo Rivera, y pronto el panista no tuvo más que reconocer la derrota: el político más disputado, más perseguido y más conocido, vencido por una militante de las bases.
Ahora, tres años después, con Rivera Vivanco a la búsqueda de la reelección, el 2021 se prepara para ser el año de la revancha… o de la derrota final.