La Ley Agnes, que reconoce el derecho del reconocimiento de la identidad autopercibida entre las personas trans, fue aprobada por el Congreso de Puebla este jueves 25 de febrero.
GUADALUPE JUÁREZ | @LupJMendez
MARIO GALEANA | @MarioGaleana_
Han permanecido afuera del Congreso de Puebla durante más de cinco horas, pero la espera ha durado mucho más, por lo menos una década. Diez años en los que diputados han salido y entrado y han vuelto a salir, y la Ley Agnes ha permanecido intacta, es decir, olvidada, postergada, oculta.
Pero de pronto la calle se llena de silencio. Ni ellas ni ellos dan crédito. Ellas son mujeres trans, mujeres. Ellos son hombres trans, hombres. Ellas, ellos, disidentes desde siempre. Y todos han seguido la sesión legislativa desde una pantalla instalada en la calle, pero de todos modos no pueden creerlo.
Alguien recibe una llamada telefónica. Alguien le dice a ese alguien lo que en el fondo ya sabe: que lo han logrado. Que la Ley Agnes ha sido aprobada. Que la ley que reconoce el derecho de la identidad adoptada por las personas trans ha sido aprobada. Que la ley que lleva el nombre de Agnes Torres Hernández, pionera en la búsqueda del reconocimiento de este derecho, víctima de un crimen de odio en 2012, ha sido aprobada.
Y sólo entonces se convencen. Gabriela Chumacero, activista trans, comienza a llorar. Y otras también lloran. Y otros brincan y otras aplauden y se abrazan y gritan.
?️⚧️| Tras varios años de lucha, colectividades trans festejan la aprobación de la #LeyAgnesEnPuebla.
— Manatí (@Manatimx) February 25, 2021
La activista Gaby Chumacero agradece a todas las personas que apoyaron la iniciativa: “¡QUÉ VIVA AGNES TORRES”, exclama frente al @CongresoPue
? @lupjmendez pic.twitter.com/l9zRhcBVIl
“¡Agnes vive y vive!”, “¡Agnes, vive y vive!”, se oye. Las banderas trans ondean en sus manos, en la fachada del Congreso, en las ventanas. Una bocina escupe una canción de Thalía, y todo se convierte en una gran algarabía.
Lejos del Congreso local, en una sesión de zoom que cada diputado sigue desde su teléfono o su computadora, la LX Legislatura aprueba la Ley Agnes con 34 votos a favor, cero en contra y seis abstenciones.
La discusión no ha sido tersa y a ratos llega a ser confusa incluso para los diputados. Se proponen reservas, reformas, modificaciones a la letra pequeña de toda la ley. Y algunos votan sin saber a bien qué están votando, pero votan. Y la ley se aprueba.
Antes, en el comienzo de la sesión, la presidenta de la Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales, la morenista Vianey García Romero, promotora de la iniciativa junto con la diputada Estefanía Rodríguez Sandoval, ha pedido al pleno que los “caprichos partidistas” o el “protagonismo” no los haga retardar o deslegitimar la Ley Agnes.
Y lo dice por Rocío García Olmedo, presidenta de la Comisión de Igualdad de Género, quien ha advertido días antes —y lo repite durante la sesión— que la reforma tiene errores, que invade facultades de las autoridades locales, que puede ser inconstitucional.
Pero la crítica de los “caprichos partidistas” y del “protagonismo” también se aplica a la bancada de Morena, que sólo llevó la discusión al pleno después de que un grupo de mujeres agrupadas en dos colectivas, Coatlicue Siempre Viva y la Coordinadora Feminista de Puebla, consiguiera tomar el Congreso y obligara a los coordinadores de las bancadas a firmar un acuerdo para aprobar la Ley Agnes.
Desde el principio de la sesión y hasta su final, la discusión corre en dos bandas. Por una, la discusión real en la que se analiza su viabilidad, su constitucionalidad, los 60 días que se establecen para que las autoridades estatales hagan las adecuaciones para empezar a expedir nuevos documentos de identidad.
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Por la otra, una cacofonía, puro ruido blanco: la voz atipada de Héctor Alonso Granados —expulsado de la bancada de Morena, repelido por la bancada del PAN, renegado de una y de otra esquina— que cada tanto interrumpe en la discusión para decir que hay que proteger a las “familias heterosexuales”, que no es homofóbico sino analítico, que, que, que, que.
Y la sesión avanza así, a trompicones, hasta que la Ley Agnes se aprueba. Y la sesión no termina, pero afuera del Congreso, donde una veintena de hombres y mujeres festejan, ya ha terminado.
Fotografía de portada: Marlene Martínez / Lado B