Un perro romántico

perroroman

Por Roberto Longoni / @Galleta27

Después de años de padecimiento debido a una enfermedad hepática, la cual lo impulsó y obsesionó con la idea de una obra literaria de trascendencia, el escritor chileno Roberto Bolaño moría un martes 15 de Julio de 2003 en Cataluña, lugar que eligió como residencia después de los varios exilios y aventuras que marcaron su vida.

Todos lo han contado, y como se sabe, Bolaño decidió, apenas a los quince años, que quería ser escritor. Con empeño y ahínco comenzó con su hilarante vocación en México,
donde viajó con su familia en 1968. Entonces publicó algunos artículos menores. (¿?)

Cercano a las tensiones políticas de su país y ansioso de poder formar parte de la resistencia, Bolaño regresó a Chile próximo a los días del Golpe de 1973. Entonces cayó preso. Su cautiverio duró diez días, hasta que por alguno de eso azares que también marcaron su vida, pudo salir libre.

Regresó a México donde su carrera literaria plantó sus cimientos y comenzó a despegar. Algunas obras suyas fueron publicadas. Se adentró también en los círculos artísticos del momento y fundó junto con otros el “infrarrealismo”, corriente que en su primer manifiesto, escrito por el propio Bolaño en 1976, dictaba: “Déjenlo todo, nuevamente láncense a los caminos.” Estos caminos a los que se refiere, Juan Villoro los define como los caminos del “México nocturno, el México de las calles, del habla cotidiana, de un destino quebrado y a veces trágico.”  

En todo este embrollo “real visceralista” (como llamó la crítica a los “infrarrealistas” y de la que el propio Bolaño ironiza en su novela “Los detectives salvajes”) se encontraba hasta que decidió, un poco harto, probar nuevos caminos, nuevas formas y nuevas locuras. Dejó México y comenzó una etapa de aventura por Europa y África. Entonces hizo de todo para sobrevivir, lo cual también iba dando vida a sus propias ficciones. Finalmente decidió asentarse en Barcelona, y más tarde en Blanes, justo en la Costa Brava de Cataluña. Entonces daría vida a una obra marcada por la autobiografía, la locura genial y la cotidianidad llevada a un extremo maravilloso.

Bolaño anduvo los caminos de la vida entrelazándola con la ficción. Es solo una línea tenue la que divide su escritura de su propia experiencia. Como si una vida sin guión posible ya estuviera escrita en alguna parte, en alguna obra póstuma, en algún poema. Pero a la vez descreyera del destino y fuera decidiendo, escribiendo y tejiendo su propia historia.

El misterio empieza desde aquella decisión tomada a los quince años, y se va develando (o enredando) a lo largo de una vida marcada por el encanto y la fascinación que las letras y las palabras pueden ir creando en un mundo plagado de tan poca fantasía (¿o realidad?).

Perro romántico, que a los veinte años, a la distancia y con su patria sufriendo, describe así las transmutaciones que sufría su alma:

En aquel tiempo yo tenía veinte años

y estaba loco.

Había perdido un país

pero había ganado un sueño.

Y si tenía ese sueño

lo demás no importaba.

Ni trabajar ni rezar

ni estudiar en la madrugada

junto a los perros románticos.

Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.

Una habitación de madera,

en penumbras,

en uno de los pulmones del trópico.

Y a veces me volvía dentro de mí

y visitaba el sueño: estatua eternizada

en pensamientos líquidos,

un gusano blanco retorciéndose

en el amor.

Un amor desbocado.

Un sueño dentro de otro sueño.

Y la pesadilla me decía: crecerás.

Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto

y olvidarás.

Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.

Estoy aquí, dije, con los perros románticos

y aquí me voy a quedar.

 

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