Por Renata Bermúdez / @Renbyh
La noche del 3 al 4 de noviembre llegaron a Puebla más de 900 migrantes para pasar la noche en diversos albergues instalados en parroquias de la ciudad. Un grupo se instaló en la Parroquia de nuestra Señora de la Asunción, docenas de migrantes estaban sentados sobre el pasto lodoso, en las banquetas, rodeados de ambulancias y patrullas, de gente de buena voluntad que quería brindarles un poco de pan y ropa.
Durante décadas los migrantes se han enfrentado a diversos fenómenos sociales que han impulsado el éxodo, pues las razones ya no son únicamente de corte económico.
Muchas de las personas que están instaladas en la iglesia, son de origen hondureño, que migran no sólo por la pobreza, que a decir de ellos es extrema, migran porque han matado dentro de sus casas a personas que son sus vecinos, sus parientes; huyen de la violencia, de las amenazas de grupos de Maras que les piden dinero por uso de suelo; huyen de la carencia de servicios médicos, donde tienen que comprar las inyecciones para los niños porque no hay medicamentos en los hospitales; salen de Honduras por la homofobia, porque los juzgan por sus preferencias sexuales y por la identidad sexual que asumen algunas personas que vienen en la caravana.
Tuve la oportunidad de platicar con algunos de los migrantes de la caravana que están en Puebla, tienen una fe grandísima, la que me recordó la oración que el padre Solalinde les da a los migrantes cuando están en su albergue: Tu Señor, conociste la migrancia y la hiciste presente sobre todo hombre que comprende lo que es vivir y quiere llegar seguro al puerto de vida. Los migrantes tienen fe en que a Trump “se le ablandará el corazón” y los dejará entrar.
Hay quienes dicen que están preparados para lo que sea, que prefieren morir en la frontera a morir en sus países en medio de deudas por el pago de luz, en medio de casas que están derrumbadas, pero también hay quienes sueñan con llegar y México no será la opción para quedarse. México, aunque les gusta, es sólo el país que los conecta con Estados Unidos, pues llegarán, entrarán por la frontera, conseguirán trabajo y podrán mandar dinero para que los alcancen sus hijos, sus padres o tener un negocio para mantenerse en su país.
También México es el lugar donde pueden ser libres, un chico me compartió que es trans, y aquí ha podido caminar libremente con su identidad de mujer sin ser criticado, otra mujer, me compartió que aquí ha podido alimentar mejor a sus hijos, los han revisado médicos, otra persona me dijo que en todo el tránsito desde Guatemala, ha tenido acompañamiento de policías, que los han cuidado, algo que no pasa en Honduras, pues allá están coludidos con el crimen organizado.
Un niño llamó mi atención, jugaba con una pistolita de plástico que tenía unos dardos de goma, empezó a disparar y dijo: así voy a matar a los Zetas, es con lo que ha crecido, con violencia y criminalidad. Su hermano le dijo: no juegues así, después de que el niño lo encañonara.
Otra niña, me llenó de ternura, le habían regalado una caja de camotes, yo platicaba con su mamá sobre las razones de su migración, la pequeña niña de 6 años me regaló un camote y me dijo: toma; los niños nos dan lecciones, unos sobre cómo salvar al mundo, otros sobre cómo dar hasta que lo que uno no tiene.
En la caravana hay niños, niñas, jóvenes, personas homosexuales, madres y padres de familia. Vi a una señora sorda que habla con señas caseras con su hija y sus nietos oyentes, hay familias, amigos que se están haciendo en el tránsito, pero sobretodo, hay sueños, hay metas de una vida libre de pobreza, violencia, frustraciones y abandono de familias. Ese es el otro México, el de la solidaridad, el que recibe a los migrantes.