Por Mario Galeana / @MarioGaleana_
Si creyera en los propósitos, este año trataría de conseguir una beca, otro empleo, tiempo para mí mismo, una silla cómoda, una nueva computadora, mi título universitario. Debería mudarme a otra casa, comprar un sofá, conseguir vacaciones, ver el mar, tener más tiempo, nuevos libros. Viajar, beber menos, beber más, reunirme con los amigos, no reunirme en absoluto con nadie, conseguir nuevos amigos. Volver a hablar con mi padre, ir a visitarlo, no volver a verlo. Viajar a casa, quedarme allí para siempre, ver las nochebuenas caer hasta la próxima Navidad. Y sobre todo conseguir una beca, otro empleo, tiempo para mí mismo, etcétera.
Si creyera en los propósitos, este año trataría de hacer lo que no hice el año pasado: conseguir una beca, otro empleo, tiempo para mí mismo, una silla cómoda, una nueva computadora, mi título universitario. Debería mudarme a otra casa, comprar un sofá, conseguir vacaciones, ver el mar, tener más tiempo, nuevos libros. Viajar, beber menos, beber más, reunirme con los amigos, no reunirme en absoluto con nadie, conseguir nuevos amigos. Volver a hablar con mi padre, ir a visitarlo, no volver a verlo. Viajar a casa, quedarme allí para siempre, ver las nochebuenas caer hasta la próxima Navidad. Y sobre todo conseguir una beca, otro empleo, tiempo para mí mismo, etcétera.
Si creyera en los propósitos, no tendría que decir que, ahora, más que nunca, hacer planes me parece nada menos que una presunción intolerable, porque las cosas nunca están en su sitio. Porque todo es una gran nada. Porque el borde del calendario nos descubre a veces más grandes, a veces más rotos, a veces más o menos solos, pero casi siempre con la misma patética carga de propósitos. Hablo solo por mí, pero en plural porque, año tras año, he sido otros pero el mismo.
En fin. Este año he decidido simplificar las cosas. Mi no-propósito es uno: escribir escribir escribir. Quizá quede tiempo para mirar, siempre con incredulidad, lo que espera este año. “Vamos riendo vamos/ peleando haciendo nudos/ completamente locos/ olvidando olvidados/ de que es un vuelo ciego/ y vano y espantoso/ sin vasos cigarrillos ni amables azafatas”, dijo Idea Vilariño. Aquí vamos de nuevo. Qué emoción.