México no respalda a Maduro, busca dialogar

maduro y amllo

Por Julio Vázquez Aguilar / @VazquezAgJulio

En los últimos días, los usuarios de las redes sociales manifestaron descontento tras el anuncio de que México no suscribiría la más reciente declaración del Grupo de Lima, siendo el único miembro que no firmaría la declaración. Si bien México no expresó ninguna intención de separarse del grupo, el cuerpo diplomático refrendó su postura de no intervención en los asuntos internos de otros Estados y la resolución pacífica de controversias, principios de política exterior de la longeva Doctrina Estrada y plasmados en la Constitución Política de México.

Las reacciones y las críticas brotaron, no solo de las redes sociales, sino de la oposición política que condenaba la medida del Presidente López Obrador y la Secretaría de Relaciones Exteriores por supuestamente “respaldar” a un dictador y a un régimen que sistemáticamente viola los derechos de sus ciudadanos. Es cierto que este pronunciamiento, en una primera impresión y sin mayor análisis, es controversial y puede interpretarse como un endoso o, por lo menos, como una grave omisión ante una crisis humanitaria y de Estado de Derecho. Por ello, a continuación se presenta un breve recuento de la Sesión Extraordinaria de la OEA sobre Venezuela y el discurso pronunciado por la Misión Permanente de México ante este organismo a fin de ilustrar la postura del cuerpo diplomático mexicano y contrastarlo con lo establecido en la Doctrina Estrada, con el propósito de sostener que la postura de México no es de respaldo ni de apoyo al régimen de Maduro sino que, más allá de las palabras del Presidente de “no meternos en asuntos de otros países”, se pretende evitar cerrar un último canal de diálogo entre Venezuela y el resto de los países del hemisferio.

¿Qué pasó en la sesión extraordinaria de la OEA?

El día 10 de enero se celebró en Washington, D.C. una sesión extraordinaria del Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos, convocada por las Misiones Permanentes de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Estados Unidos, Guatemala, Paraguay y Perú, para “Considerar la situación de la República Bolivariana de Venezuela”, de acuerdo con el documento CP/inf.8174/19

Delegaciones de países que forman parte del Grupo de Lima —foro de 14 países del hemisferio para encontrar una salida a la difícil situación de Venezuela— condenaron el inicio del segundo mandato de Nicolás Maduro debido a que las elecciones no cumplieron con estándares internacionales ya que la maquinaria oficialista del régimen de Maduro se ha hecho del control de las instituciones jurídicas y electorales, imposibilitando la organización de elecciones libres y legítimas.

Durante la sesión del Consejo, países del Grupo de Lima unificaron su postura punitiva hacia Venezuela, inclusive el Representante Permanente de Estados Unidos, Carlos Trujillo, expresó que “no había vuelta atrás” con la situación de Venezuela y que era imposible negociar con el régimen. Por otro lado, Nicaragua defendió enérgicamente a Venezuela y condenó los ataques que los países de la región hacían al Presidente Maduro “elegido legítimamente por el pueblo venezolano en un proceso electoral transparente y que cumple con estándares internacionales”, según las palabras del Representante Permanente del país centroamericano, Luis Alvarado.

Por su parte, Venezuela acreditó a Samuel Moncada, su embajador ante Naciones Unidas, como Jefe de Delegación para que pudiera sentarse en la silla del Consejo Permanente y defender al régimen venezolano de las condenas y denuncias que se dieron por parte de algunas Misiones Permanentes y del propio Secretario General de la OEA, Luis Almagro.

Es tradición que Venezuela mande a sus diplomáticos más hábiles y sofisticados —la misma Delcy Rodríguez, excanciller y actual vicepresidenta ha liderado la delegación venezolana en ocasiones anteriores— a condenar y rechazar toda clase de resolución que se origine de las sesiones del Consejo Permanente y a defender al régimen que representa con gran conocimiento técnico de las especificidades de los tratados internacionales y del Sistema de Naciones Unidas: Moncada cita artículos, se mofa de la oposición en el exilio, remembra el pasado intervencionista de la OEA durante la Guerra Fría y reafirma vigorosamente que el destino de Caracas no se dicta en Washington.

Finalmente, tras la condena de algunas delegaciones y el apoyo de otras, de la sesión se desprendió la resolución CPE/doc5463/19revisado2, aprobada con 19 votos a favor, 6 en contra, 8 abstenciones y 1 ausencia. El documento establece que no se reconocerá el segundo mandato de Nicolás Maduro Moros como Presidente de Venezuela.

La postura de México

Sorpresivamente, por primera vez desde que forma parte del Grupo de Lima, México se abstuvo de aprobar una resolución en contra de Venezuela, siendo el único país del grupo en adoptar esta postura. El discurso de la Representante de México, Mariana Olivera, sentenció que México no se abstenía por indiferencia hacia la situación del país, sino que lo hacía por la convicción de que la diplomacia y el diálogo amplio con la participación de todos los sectores son el mejor camino hacia una solución pacífica y negociada de la delicada situación de Venezuela.

Asimismo, agregó que los países miembros de la OEA se han “comprometido con valores como la defensa de los derechos humanos, la promoción de la democracia y la solución pacífica de controversias. México […] debe sintonizar dichos compromisos regionales con los principios constitucionales que rigen su política exterior”.

Este discurso refleja un apego a los principios de la doctrina Estrada —principal eje rector de la política exterior mexicana consagrado en la Constitución Política— y expresa de manera más profunda y exacta lo que el Presidente quiso decir con “no nos metemos en asuntos internos”. El Presidente López Obrador no es el mejor de los oradores y muchas veces no escoge las mejores palabras para expresarse claramente. Por fortuna, los diplomáticos de carrera sí están preparados para cumplir con esta tarea y dieron muestra de ello al mantener una postura firme, que no es de respaldo ni de endoso sino que busca colocar a México como un actor ante un escenario donde Caracas acepte dialogar y marchar hacia el desahogo de la crisis que atraviesa. Tanto la Doctrina Estrada como el posible papel de México como mediador, se abordan a continuación.

Ante esta confrontación la postura de México, tanto en el Grupo de Lima como en la OEA, ha dejado abierto un último canal de negociación entre Caracas y el resto del hemisferio

México: actor clave para el diálogo con Venezuela

La resolución aprobada por la OEA desconoce el segundo mandato de Nicolás Maduro, Venezuela queda más aislada y con más adversarios ejerciendo presión: Perú y Paraguay rompieron relaciones diplomáticas con Caracas y los otros firmantes de la última declaración del Grupo de Lima se comprometieron a tomar la misma medida.

Sin embargo, a Venezuela no parece importarle romper relaciones con el Grupo de Lima, así lo expresó en el ultimátum que lanzó tras darse a conocer la última declaración del grupo. Las resoluciones aprobadas por la OEA y todas las condenas que se dan en el seno de la organización tampoco parecen ser relevantes para Caracas. Venezuela está en proceso de salida del organismo y en ocasiones pasadas se han declarado “orgullosos” de abandonar una organización “injerencista” que vulnera los principios del derecho internacional.

Mientras Venezuela mantenga a Bolivia, Nicaragua y Cuba como sus indiscutibles aliados de la región; siempre y cuando Rusia y China sostengan proyectos de cooperación e inversión con Caracas, el régimen dictatorial se mantendrá a flote.

Ante este escenario, México puede y debe alzarse como un canal de comunicación y negociación entre Caracas y el resto de la región para buscar la solución pacífica y negociada de la que se habló en la OEA. Esta propuesta ha sido impulsada y apoyada por Geoff Ramsey, Subdirector para Venezuela de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA por sus siglas en inglés). En su columna, establece que López Obrador pudo aprovechar la invitación que realizó a Maduro en el marco de su investidura para sentar a negociar al mandatario y a la oposición en el exilio.

En el texto, Ramsey menciona que México se puede apoyar de otros actores tales como Uruguay, Ecuador y la Unión Europea que habían demostrado una posición menos punitiva y establecer un grupo que que pueda “facilitar la comunicación y construir una solución política”.

Sin embargo, en la sesión extraordinaria del jueves pasado, Ecuador votó a favor de la resolución. La Unión Europea, por su parte, aumentó el tono de sus declaraciones en contra del régimen de Maduro. Uruguay y México continúan como dos actores que podrían impulsar los esfuerzos de negociación y sumar a otras partes a ella. México podría llenar un vacío preocupante al asumir el papel de interlocutor imparcial, tal como lo ha hecho antes como miembro del Grupo Contadora para aliviar la situación de las dictadura en Centroamérica y los diálogos que impulsó en Tlaxcala para negociar la paz en Colombia, afirma Ramsey.

A 90 años de la Doctrina Estrada

La Doctrina Estrada es el conjunto de ideas que dirigen la política exterior de México, mismas que configurarían los principios normativos de la política exterior plasmados en el artículo 89 de la Constitución Política de México: la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de controversias, la proscripción del uso de la fuerza, la igualdad jurídica de los Estados, la promoción de los derechos humanos y la cooperación internacional para el desarrollo y la paz internacionales

Para fines de este artículo nos centraremos en el principio de no intervención. Tras la revolución mexicana, México había sido lastimado por las múltiples invasiones externas que lo habían llevado a la guerra y a perder parte de su territorio. El rechazo de la intervención externa, vista como preludio de la invasión, blindaría a México de interferencias externas, de ahí que este principio sea históricamente tan preponderante y que hoy el Presidente lo use como un comodín cuando se le pregunta sobre algún conflicto en un país extranjero.

Sin embargo, en la práctica esta doctrina sirvió también para mantener alejada la crítica y la intervención internacional ante las violaciones de los derechos humanos y la falta de una consolidación democrática en la era  de la posrevolución. No obstante, México no mantuvo estrictamente su política de no intervención, recordando que el país adoptó posturas contundentes en varias ocasiones: la expulsión de Cuba de la OEA, la recepción de refugiados españoles durante la Guerra Civil, el apoyo a la presidencia de Salvador Allende en Chile, por mencionar algunas.

Durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, la interpretación de la Doctrina Estrada estuvo más orientada a la cooperación internacional y la promoción de los derechos humanos, dejando en segundo plano la no intervención; es en este periodo que México se une al Grupo de Lima y apoyó tenazmente sus declaraciones y las resoluciones en contra de Venezuela. Empero, López Obrador, al ocupar la presidencia, retomó la Doctrina Estrada y su principio de no intervención.

Para Natalia Saltalamacchia, académica del ITAM y exdirectora del Instituto Matías Romero, la abstención de México de emitir cualquier tipo de declaración sobre la legitimidad de Maduro no se traduce en apoyo. Tal como lo expresa en su artículo, ”no se pronuncia” no quiere decir en automático que “reconoce” la legitimidad de este gobierno”. Agrega que esta postura abre un espacio de ambigüedad intencional que puede servir para no intervenir en la crisis de Venezuela o bien, “puede dirigirse a abrir un margen de maniobra para actuar” frente a dicha crisis.

La académica deja claro que por el momento, Venezuela no muestra ninguna señal de querer entablar una negociación, sin embargo, México y sus representantes pueden utilizar dicha ambigüedad en un escenario futuro donde se agrave la postura confrontativa en contra del régimen. El gobierno mexicano no ha dejado de coquetear con Maduro al invitarlo a la toma de protesta del Presidente y al enviar al encargado de negocios de su embajada en Caracas a la investidura de Maduro. La respuesta del país Bolivariano a estos gestos ha sido positivo y, en un escenario favorable, se podría traducir en una apertura al diálogo con México en primer lugar y, con otros actores con México como mediador, en un escenario ulterior.

La próxima vez que escuchemos al Presidente López Obrador decir que “no nos metemos en asuntos de otros países” y que tenga algún gesto amigable con Maduro, tengamos en cuenta que las relaciones internacionales no son un asunto sencillo, sino que hay historia, tradición e intereses detrás de cada palabra y acción implementada: México no apoya a Maduro, busca dialogar.

Los textos publicados en la sección “Opinión” son responsabilidad del autor/a y no necesariamente reflejan la línea editorial de Manatí.

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